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Mañana los chicos tendrán partido contra el Villareal, por lo que hoy por la tarde viajarían

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Mañana los chicos tendrán partido contra el Villareal, por lo que hoy por la tarde viajarían. La casa estaba más animada de lo habitual, con Pablo y Fermín disputando una partida de FIFA como si el destino del universo dependiera de ello.

- ¿Ya tenéis todo listo? - pregunté acomodándome en el sofá, observándolos con curiosidad mientras aporreaban los botones de los mandos.

- Sí, claro - contestaron al mismo tiempo. Por sus tonos de voz, no les creo nada.

- Vale - me límite a decir mientras seguía viendo mi móvil - ¿No queréis ir a comer algo antes de que os vayáis?

- Tenemos que terminar de alistar nuestras cosas - dijo Pablo apretando los dientes mientras intentaba mantener la compostura al ver que su jugador fallaba un pase crucial. ¿Ven lo que les digo?

- ¿No que ya las teníais listas? - pregunté burlona. Fermín, siendo siempre el más rápido para improvisar, pausó el juego y se acercó con una sonrisa traviesa

- No, pero queríamos terminar esta partida antes de que nos retaras - dijo, inclinándose para darme un beso en la frente - Lo haré en un rato, prometo que esta vez sí empacaré.

- Más te vale - dije riendo - Bueno... Iré yo a por la comida, les aviso cuando vuelva - me moví de mi lugar para buscar mis llaves de casa.

- Compra algo ligero, ¿Vale? - escuché gritar a Pablo - Pollo a la plancha y ensalada, lo que sea que no nos pese mañana.

- ¿Y de bebida? - regresé

- Acá cogemos agua, pero si hay un jugo natural o así, tráelo - dijo Fermín, mientras volvía a ocupar su lugar - ¡No tardes mucho, cariño! Necesito un testigo para que Pablo no haga trampas cuando no estoy mirando.

- ¡Yo no hago trampas! - se defendió Pablo, con una sonrisa culpable. A veces, parecía que estaba cuidando a un par de niños, y no viviendo con jugadores profesionales.

Caminé hacia el mercado cercano, disfrutando de la brisa fresca de la tarde. Iba a comprar comida ya preparada pero mejor la haré en el momento. Mientras recorría los pasillos, elegí un par de pechugas de pollo, unas hojas de lechuga fresca y algunos tomates. En la sección de bebidas, encontré jugo de naranja con zanahoria, por lo que decidí añadirlo a la cesta.

Al llegar a casa, los encontré exactamente donde los había dejado, aunque el ambiente parecía haber cambiado. Pablo tenía el ceño fruncido, mientras que Fermín sonreía con aire de triunfo. Evidentemente, alguien había ganado la partida.

- ¿Quién ha sido esta vez? - pregunté para fastidiar un poco a Pablo, mientras dejaba las bolsas en la mesa de la cocina.

- ¡Yo! - exclamó Fermín con un entusiasmo que lo hacía parecer un niño pequeño - Y ahora sí que voy a empacar, te lo juro.

Jugadas del corazón | Fermín LópezDonde viven las historias. Descúbrelo ahora