Amigas

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Dias después, Omega, cansada y agotada por sus responsabilidades en el bar, en casa y disimular con sus hermanos todo el tiempo, terminó por quedarse dormida en clase. Su cabeza cayó lentamente sobre el escritorio, mientras el sonido de los lápices y el murmullo de sus compañeros se desvanecían en la lejanía.

La profesora, la estricta y observadora maestra Lannith, no tardó en notarlo. Se detuvo a mitad de su explicación y, tras un momento de pausa, decidió no reprenderla frente a la clase. En cambio, continuó su lección hasta que el timbre indicó el final de la jornada escolar.

Cuando todos los estudiantes comenzaron a salir, la voz de la profesora resonó en el aula vacía.

—Omega, necesito hablar contigo —dijo con un tono serio pero no agresivo.

Omega, sobresaltada al oír su nombre, se despertó con el corazón latiéndole rápido. El nerviosismo se apoderó de ella mientras sus compañeros salían y se quedó sola en el aula, frente a la severa mirada de la profesora.

—Ven aquí, por favor —la llamó la maestra, mientras señalaba la silla frente a su escritorio.

Omega se acercó lentamente, sabiendo que no podía evitar lo que se avecinaba. Se sentó con las manos entrelazadas en el regazo, evitando el contacto visual.

—He notado que te estás quedando dormida en clase con frecuencia —comenzó la profesora—. Tus calificaciones han bajado drásticamente en las últimas semanas, y no has entregado varias tareas. ¿Qué está pasando, Omega?

La niña tragó saliva, nerviosa. No quería revelar lo que estaba sucediendo con su doble vida, ni cómo había estado trabajando en el bar de Cid. No podía permitir que la llamaran la atención o que su familia lo descubriera. Sabía que con lo que estaba haciendo podría meterse en problemas si Hunter y los demás se enteraban.

—Yo... lo siento, profesora Lannith. He tenido... muchas cosas en la cabeza —intentó excusarse, pero la profesora no parecía impresionada.

—¿Muchas cosas en la cabeza? —repitió Lannith, cruzando los brazos—. Entiendo que la vida puede volverse difícil a veces, pero tienes responsabilidades. Esta es tu educación, Omega. No puedes seguir así. Hoy mismo llamaré a casa para hablar con tus tutores.

Omega sintió cómo el miedo la inundaba. Si la maestra llamaba a Hunter y a los demás, ellos descubrirían lo que estaba pasando, y no quería que eso pasara. La colgarían.

—¡No, por favor! —suplicó, levantándose rápidamente de la silla—. No llame a casa... no quiero preocuparlos.

La profesora Lannith levantó una ceja, claramente sorprendida por la súplica desesperada de Omega.

—Omega, si hay algo más que está sucediendo, necesitas decirlo. Tal vez podamos ayudarte, pero no puedo ignorar esta situación. Tus tutores tienen derecho a saber lo que está pasando.

—No... no es nada —dijo Omega, bajando la mirada—. Solo... estoy tratando de manejarlo, lo prometo. Haré todo lo posible por mejorar, pero por favor, no los llame.

La profesora suspiró, viendo la genuina preocupación en los ojos de Omega. Sin embargo, era una maestra estricta, y sabía que a veces las reglas debían ser seguidas.

—Lo lamento. —dijo Lannith—. Pero no tengo opción, tus calificaciones están tan bajas que no puedo permitir que esto quede solo en mis manos. Llamaré esta misma tarde y espero se los notifiques, de lo contrario, los citaré en direccion.

Omega sintiéndose abrumada por la presión que se avecinaba, solo pudo asentir.

—Sí, señora. 

La profesora la miró con severidad antes de dejarla ir. Mientras Omega salía del aula, su mente estaba llena de preocupación. Sabía que tenía que encontrar una manera de equilibrar todo antes de que las cosas se salieran de control.

The Bad Batch: Realidad alternaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora