Capítulo 17: El compromiso

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Luego de escuchar aquella presentación, todos pasamos a sentarnos en la sala. Nadie decía nada, pero sentía una mirada encima, y entonces lo vi. Tenía su rostro pálido y triste, y yo solo le miraba neutra. Por dentro dolía, pero más dolía su mentira.

Así que giré y vi como una empleada nueva llegaba con tazas de té, colocó cada una en la mesita del centro y con una reverencia se marchó. La tensión se notaba, hasta que alguien decidió hablar.

—Tomen cada uno—dijo, invitándonos a tomarla; hicimos aquello y entonces comenzó.

—Catherine—llamó, con rudeza—ahora que estás aquí, debes cumplir con tu deber; el joven aquí presente hace... No quise escucharlo más, así que lo interrumpí.

—No quiero saber nada de eso —advertí con severidad— ¡quiero regresar a mi apartamento! —pedí con enojo, alzando un poco el tono. Eso no le gustó, así que se levantó.

—Catherine Belmont, ¡estoy harto de tus niñerías!—advirtió con enojo—¡acaso crees que tengo tiempo para esto!—inquirió, para este punto la sangre me hervía, yo tampoco tenía tiempo para escucharlo—deja de andar jugando y asume tu responsabilidad—grito, pero no me iba a dejar, no estaría de nuevo en sus manos, lo único que le importaba era su empresa y su maldito estatus, nunca la familia y eso lo entendí a las malas.

—¡Mira, papa, no es ninguna tontería como tú le dices —vociferé—, no estoy aquí por mi voluntad! Estoy aquí por la persona a la que creí que me amaba de verdad y ahora me está poniendo en tus manos —esboza con frustración.

El mencionado se levantó para calmarme, pero lo esquivé; no quería saber nada de él.

—Ese no es mi problema—dijo despreocupado—, aquí se hace lo que yo digo y en tres meses este compromiso se dará—advirtió—. De estas puertas no sales, Catherine—demandó. Decir que no me dio miedo sería mentirme a mí misma. Siempre ha tenido más poder sobre mí que yo misma, y por eso lo odiaba.

Ahora debía pensar en cómo salir; no deseaba ninguna de sus cosas materiales; nunca se me había pasado por la cabeza dirigir una empresa, mucho menos adquirir el compromiso de casarme; qué tan difícil era entender que no deseaba nada de eso.

Él se fue y nos dejó a los dos en la sala. Apenas él salió, mamá también se fue con él, diciendo que lo haría entender; seguramente no cambiaría nada, pero por otro lado era la única persona que escuchaba, aunque estuviera en la peor crisis. Por ese lado, él siempre respetaba eso, pero no le gustaba cuando le llevaba la contraria.

—Cath—sabía lo que vendría, pero no lo quería; necesitaba pensar y eso solo lo haría estando en mi antigua habitación. Entonces caminé hacia el lugar, pero le habló.

—Perdoname—disculpó con melancolía en su voz; a mí también me dolía, pero no podía perdonarlo, ni siquiera quería escucharlo y mucho menos hablar con él—no quería traerte aquí—dijo, pero eso me hizo estallar.

—¡Entonces cómo explicas lo que acaba de pasar! —grite, me dolía el corazón y veía como a él también, pero eso no cambiaba nada.

—Yo y... yo—murmuró; ni siquiera tenía la cara para decirme; me había enamorado como una estúpida; todo el tiempo solo jugó conmigo.

—Creo que deberíamos dejar todo aquí —declaro, dispuesta a salir, pero no me dejo.

—Cuando comencé con esto... —dijo suspirando, parecía que tenía miedo de decirlo y yo miedo de escuchar la verdad. —No sabía que terminaría de esta manera —afirmó, entonces me interesó saber más que buscaba.

—Tu padre llamó al mío, diciendo que no nos ayudaría en nada. Mi padre entró en crisis, así que... no hubo más motivo que aceptar —anuncio—. ¿No te acuerdas, verdad?

Que olvide; no lo conocía, no sé quién es, hasta ese primer día de clases.

—No sé de lo que hablas —afirmé. Mi rostro no mostraba emociones, aunque por dentro estaba muriendo.

—Lo sé—afirmó—, siempre lo supe—declaró, con una mínima sonrisa, debía dejar de hacerlo—, por eso me acerqué, sería mucho más fácil acercarme a ti.

—A mí —jacte—, pero a qué costo no, lo conseguiste; deberías estar contento y no te veo aplaudiendo —dije sarcásticamente, mientras veía cómo su rostro cambiaba a uno más serio.

—No seas grosera, Catherine—advirtió—. El que tú no me creas, no quiere decir que no debas escuchar; déjame terminar.

—Terminar, pero si ya lo lograste.

—Catherine, ¡escuchame!

Sabía que lo sacó de sus casillas, pero me sorprendía; era la primera vez en todo este tiempo, en el que pasamos juntos, que me grita: "Es insignificante, pero aún así no me gusto".

—No pensaba que en el transcurso me terminaste gustando, que amaría verte, escucharte, no sé ni porque te presente a mi madre en primera, sabiendo el riesgo que corría de que ella te contara todo, pero a pesar de eso ella no lo hizo —habló, mientras soltó un gran suspiro y veía cómo deseaba derrumbarse allí mismo al igual que yo. —¿Sabes por qué?—preguntó, esperando a que le contestara.

Pero mis lágrimas no aguantaron y comenzaron a bajar, lento, pero doloroso; iba a ahogarme a este paso, pero no podía hacer nada, y escuché a alguien más acompañándome.

Nege sin saber.

—Por qué ella noto mucho antes lo que no noto—dijo, mientras se acercaba a mí, colocando sus manos en mis hombros—noto que me estaba enamorando de ti, Cath, que había caído en mi propio plan—mi amor por él no se acabaría, porque sus acciones habían sido tan sinceras, que logró lo que se propone, ahora cómo podría repararlo si él fue quien lo causó. Una nueva grieta estaba abierta y esta vez dolía, sangraba, mucho más que las demás.

Sus brazos me rodearon y colocaron un mechón de mi cabello en el oído. Me saqué y salí corriendo.

Odio amarte, Vincent.

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