Capítulo 4: Un apodo para nada normal

11 0 0
                                    

Las nubes del cielo pronosticaban una lluvia; seguramente el día sería oscuro. Siento paz cuando sucede este evento meteorológico, es mi estación favorita, porque aprovecho para encontrarme a mí misma, navego en mis pensamientos, mientras las gotas caen a su paso por la ventana; aunque parezcan débiles, resultan ser muy fuertes; ellas soportan los vientos más fuertes para poder caer.

Así es como me siento, cada que no recuerdo exactamente las palabras que dije, pero sí sé que lastimaron su orgullo y sus sentimientos. No quería hacerlo, pero era mi único mecanismo de defensa; no le importaban mis lágrimas, ni siquiera lo que le contaba de lo que pensaba al respecto de la situación; era tan incapaz de comprenderme, que me termine cansando y todo terminó siendo un caos.

Ahora me encuentro avanzando, a pesar de que en un inicio estaba derrumbando. Con un poco de dinero, un mini departamento, sin ningún auto, ni personas que arreglen mi agenda, todo era un poco más tranquilo, aunque a veces me llegan a mi memoria sus sonrisas y me dan ganas de regresar. Los demás ingresaban y se sentaban, esperando a que dé inicio nuestra clase favorita. Podría decirse que era el mejor día de toda la semana, cuando llegábamos a este punto, donde hacíamos lo que nos gusta, el escribir entre líneas y tinta, creando historias del corazón.

Dada la ocasión, no podíamos sentarnos en pareja; agradeció internamente por esa regla impuesta, porque ahora es cuando menos necesitaba encontrarme con él; luego de aquello, no quiero volver a hablar con él. Lo miraba para confirmar que se sentara en otro sitio y lo hizo, pero no pasó desapercibida, por lo que me encontró observando. Retiré mi mirada y coloqué mi vista en la decana, quien, sin darme cuenta, estaba parada al frente.

—¿Tiene algo que contarnos, señorita Belmont? —preguntó severamente, molesta por no prestar atención y ponerse en vergüenza.

—No—negué, agachando mi cabeza, como manera de arrepentimiento, por mi tan despistada conciencia.

—Eso, espero—advirtió—ahora continuemos con lo que dejamos en la anterior clase—informó, para sacar nuestro cuaderno, el cual tenía una característica muy singular, que era la de colocar el dibujo de nuestro animal favorito; con eso evitamos confundirnos.

Una vez sacados los materiales, todos comenzamos a anotar lo que colocaba en la pizarra, porque al final realizaremos un trabajo.

—Dado que todo ha sido aclarado—aseguro—, ahora pasaremos a formar parejas—informo, por lo que tomó por sorpresa a todos, pues nunca habíamos hecho algo así, siempre se trataba de uno solo, para mí era lo mejor, ahora no sé con quién ir, al final somos impares, uno debe quedar fuera, así que de seguro soy yo.

—Nadie se quedará fuera—avisó, lo que me descolocó un poco—, porque ahora somos pares—aclaro—, pero aún así no entendía, si seguiríamos igual, hasta que recordé que había uno más, lo que completaba un curso de un número par.

—Todos tienen la opción de escoger con quién van a trabajar —aclaró, haciendo que la felicidad de los demás no pase desapercibida, pero era la única que salió perdiendo. Hablaré al final de la clase con ella y le informaré que me encargaré por mi cuenta.

Mientras esperaba a que cada uno de ellos se moviera al lugar de su pareja, me concentraba en que es lo que haríamos hoy; sería un poema, una prosa, un cuento o nos dejaría relatar un capítulo de nuestra vida, aunque este último es el que menos me gustaría realizar. Por lo que no me di cuenta de que alguien había ocupado el puesto de al lado, ¿quién se arriesgaría a estar con la que a todos les disgusta su presencia?

-Hola zarigüeya!- Bingo, no había nadie que me estuviera molestando más que aquel, encima con un apodo de lo menos común; acaso tenía el aspecto de aquella especie.

Un lugar brillanteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora