Capítulo 11: El calor de sus manos

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La cena había llegado y mi sonrojo se fue; ahora solo podía concentrarme en comer; realmente tenía mucha hambre; a pesar del desayuno de la mañana, no era para nada comparado con servirse un plato completo, lo cual te da energías para todo el día.

Mis ojitos brillaban a la espera de que él comenzara, para poder picar mi cubierto de inmediato.

—Comienza—dijo, mirándome dulcemente, como si mi actitud le parece adorable.

-Gracias.

Continuamos y mientras bebía la copa de vino, me di cuenta de que él había acabado, pero me desconcertó cuando sus manos tocaron mi mano izquierda y dejaron algo, una cajita, por lo que pude sentir, pero porque estaba recibiendo un detalle como este.

—Abrelo—pidió, deje lo que tenía y procedí a desenvolverse. Le cubría un pequeño papel de regalo con diseños de mariposas doradas; eran realmente hermosas. Me fije en la caja y tenía el mismo diseño, a excepción de que la caja solo contenía en el centro una mariposa dorada. Lo saqué y logré ver una cadena de oro con un dije de mapache. Estaba deslumbrada, pero sabía que era demasiado como para aceptarlo.

Sabía que era un regalo con significado; nadie te regala algo sin tener un sentimiento por medio, pero quería saber si era lo mismo que sentía, el calor en mi corazón, las mariposas, todo eso, sabía que era mucho más fuerte; solo no creía que pasaría tan de pronto; necesitaba que lo dijera el mismo, que aquellas palabras salieran de sus labios.

—Catherine —llamó, los nervios comenzaron otra vez a salir, de nuevo me sudaban las manos, pero por algún motivo sabía que era porque sentía miedo por lo que podría decir y que terminaría solo ilusionandome.

—Creo que ambos sabemos el porqué de esta cena y el obsequio, verdad linda—dijo, haciéndome sonrojar por lo último mencionado; claro que lo sabía; no era tan tonta como para no notarlo. —Se que es muy pronto para decirlo, pero Cath te amo, si sé cómo sucedió y todo fue por ti, cada cosa tuya me parece única, tus gestos, tu manera de hablar, tu manía de las manos sudadas—se burló, que vergüenza—hasta tus mejillas rosadas—era demasiado, iba a tener un ataque al corazón o un bloqueo lector, era como esas dos cosas, donde no sabes cómo salir y cuanto puede durar.

-Vincent-reprendi.

-Cath-se levantó y lo que venía no sabía cómo asimilarlo-me dejas ser tu novio,permíteme cuidarte y verte florecer, mientras estoy a tu lado-aquellas palabras fueron tan dulces,debía estar sonando,hasta para quien no cree en el amor,le es peculiar todo esto, algo nuevo, con lo que recién vas a experimentar, pero que no sientes miedo, porque sabes que sus palabras son sinceras.

No contuve mi emoción; asintió y me levantó, abalanzándose sobre él, lo que ocasionó que los dos terminamos en el suelo, pero no me importaba, a pesar de que me dio un poco de risa el que estuviera en un restaurante en una situación como esta. Era una tarde maravillosa.

—Zarigüeya—llamo—debemos levantarnos, todos nos están viendo—aviso, por lo que giré y me fije que tenía razón; qué vergüenza, así que escondí mi nariz en su cuello y no le respondí.

—Aunque a mí no me molesta para nada —molestó, por lo que le di un golpe en el hombro y me levanté.

Regresamos a nuestras sillas, no sin antes ser aplaudidos por la gente.

—Cath—llamó en un tono dulce, como si supiera hablarme de la manera que deseaba, tratandome con gentileza, que contenta estaba con todo esto—aún no ha terminado esto; debo llevarte a dos sitios más.

Creía que todo había finalizado y que quizás al siguiente día comenzaría todo. Ya quería saber qué le faltaba por mostrarme y llevarme a conocer.

Terminamos y me llevó en su auto. Todo el camino su mano iba sobre la mía, hasta que una llamada interrumpió el momento y aquello me molestó. No lo iba a decir, pero lo hizo. No me agrado.

-Hola-saludo —Cómo has estado—preguntó a quién estaba tras la llamada—me alegro porque no me avisaste para ir a recoger cariño—aquello me tomó por sorpresa, quien era, ahora sí con más motivos, deseaba que terminara pronto y lo dejara en paz. —Claro, claro, no te preocupes, más tarde estoy por allá—confirmó. Para entonces ya habíamos llegado al sitio, pero ya no tenía ganas de hacer nada, creo que mi inseguridad estaba apareciendo. —Nos vemos —finalizó

—Cath—volvió a llamar—te encuentras bien—preguntó, a lo que solo asentí, pero no me creyó.

—Te ha molestado la llamada verdad —asimilo, pero no le iba a responder que sí, no iba a lograr que aceptara aquello; sería decir que me encontraba celosa, aunque odiara admitirlo.

-No

—Mentira—burló—es solo mi hermana—afirmó, como si hubiera adivinado lo que tenía por preguntar.

-Va-conteste.

—Tranquila—dijo, tomando mi mano y dando un beso en ella; era el único dulce con el que no me empalagaba nunca.

Bajamos y nos acercamos al lugar; la forma tan segura en que me sentía no podía compararla; su afectividad y responsabilidad emocional eran aquello que solo tenía él.

Realmente me había enamorado de él, y no me arrepentía.

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