Capítulo 6: Pastel de chocolate

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Las clases dieron comienzo, hoy día por alguna razón me había levantado con todas las energías positivas; sentía que hoy sería un día muy agradable y que algo emocionante pasaría. A veces pienso que mi intuición es muy acertada.

La campana había sonado con aquella música instrumental, llamada "golden hour", en piano era magnífico; muy pocas universidades tenían aquella peculiaridad; era lo más curioso que podrás encontrar aquí. También aquel jardín lleno de rosas azules tenía un significado, pero ninguno lo mencionaba, porque tras aquello tenía una historia trágica de amor que surgió.

Caminaba por los pasillos, pensando en qué voy a comer, cuál será el menú que tienen, habrá postre, cuál será la bebida; llegué a pedir, pero antes me fije que había mi postre favorito, así que decidida a comprarlo lo pedí, pero grata fue mi sorpresa al saber que la última rebanada había sido llevada. ¡Qué suerte la mía!

—Segura que no hay más —preguntó triste porque no había más.

—Lo siento, linda—se disculpó—, pero puedes pedir otra cosa—avisó, atendiendo a quien se encontraba a mi lado.

Simplemente me desanimé y decidí que mejor me comería el sandwich con queso y mortadela, que me había preparado en la mañana. Busqué una mesa vacía y me senté, dispuesta a comer.

Mientras lo hacía, me puse a pensar que en todo el día no lo había visto, quizás se enfermó y por eso no pudo venir. Realmente debió haberle afectado la lluvia o tal vez le pasó algo al venir, pero un momento porque me preocupo por si está bien o le ocurrió algo. Para mí mejor que no haya venido, eso es mejor. Ahora sé porque es el mejor día. Busqué en mi maleta el jugo que compré y lo bebí. Era con sabor a mango.

—Se ve delicioso—mencionó alguien por mi espalda, asustandome y escupiendo lo que tomaba, realmente algo demasiado vergonzoso; este día no podía mejorar. Pero le reclamará a quien provocó esto, así que giré para ver a la persona y estaba más claro que el agua; tenía que ser él.

—Qué —habló, haciéndose el desentendido de la situación, mientras lo miraba recriminatoria mente.

—Acaso no te fijas antes de espantar a la persona —acuse. Recibiendo de su parte una sonrisa de burla. —Tanta gracia te causo —dije sarcásticamente.

—Sí—respondió el altanero, por lo que bufé y decidí mejor concentrarme en limpiar el lugar.

No era uno de esos días fabulosos, era solo uno más de los desastrosos y desafortunados. Busque entre mis cosas alcohol y una toallita, para pasar, logrando mi cometido y dejando todo limpio, mientras él se encontraba sentado al frente.

—Qué es lo que buscas —interrogé molesta, acordándome de la situación.

—Nada... o quizás darte esto—dijo, sacando de su maleta en un recipiente, un pedazo de lo que deseaba comprar, una tarta de chocolate—toma—pidió, acercándose a mi lado y dejándolo allí.

-Gracias.

—Denada—dijo, por lo que proseguí a probar un poco, dejándome fascinada con su sabor. Resultaba dulce y a la vez amargo, como la mezcla del chocolate amargo con el azucarado, una combinación perfecta, pero sentía una familiaridad en este postre, como si fuera el que me preparaba ella en cada cumpleaños; resultaba igual de cálido y alegre.

—Sabía que te encantaría,—comentó, mientras continuaba comiendo extasiada por su centro de mermelada de mora—siempre te ha gustado—dijo, pero inmediatamente lo regresé a ver. Como sabía aquello, nunca se lo conté; no somos ni cercanos. Él se dio cuenta de mi expresión dudosa, por lo que apartó su vista de mí y decidió tomar sus cosas para salir de allí, realmente extraño a mi parecer.

—Bueno... chao —se despidió, no sin antes dejarme un beso de nuevo, pero esta vez en mi cachete, me estaba comenzando a asustar, porque se parecía a él.

Me dejó allí y vi sus pasos perderse entre los estudiantes, mientras volví a concentrarme en lo que hacía, mientras pensaba en cómo sabía él que me gustaba tanto el chocolate, porque me dio esto a mí, que pretende ser alguien misterioso y a la vez es familiar su presencia.

Al terminar, me acordé de lo que había dicho su madre, su primer amor, quién pudo haber sido, quizás estuvimos en la misma escuela y nos topamos, no me lo imagino enamorado, quién logró que hiciera algo tan arriesgado. Expresar tus sentimientos a papel y lápiz es difícil, es como abrir tu corazón sin haberlo preparado a una decepcionante respuesta o tal vez a una afirmativa. Es algo complicado dejar a tus sentimientos a flote. No sé tampoco por qué quiero saber; al final no somos nada y todas estas acciones quizás son solo ideas mías de que exista la posibilidad de que le llegue a gustar, pero es muy difícil, quién se fijaría en alguien como yo, en alguien a quien le gusta la luna, la lluvia, el helado en las épocas de invierno y sobre todo escribir. A nadie le gusta aquello.

Sería una raíz negativa, entre tantas positivas de él.

Las clases finalizaron, me encontraba guardando mis cosas, hasta que comencé a escuchar como salían disparados, corriendo hacia el comedor. No comprendía sus reacciones, acaso había sucedido un evento o de nuevo era por aquella chica, a la que le gustaba anunciar sus fiestas y dar invitaciones a todos, claro está que no era partícipe de aquello. Seguí a la multitud, esperando a que pronto se lanzará el confeti y hablara, pero lo que encontré fue a una persona siendo golpeada, pero no podía ver más que la espalda de su agresor, quien resultó ser a quien menos pense.

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