Capítulo I.

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Otra vez lo mismo... me despierto llorando en medio de la noche, ya debería estar acostumbrada a eso, no se por que sigo llorando por lo mismo.

Baje a la cocina en el primer piso de la casa, al principio me costaba un poco de trabajo bajar a oscuras por las escaleras pero ya me he adaptado, a fin de cuentas este es mi recorrido nocturno diario.

A la luz de la cocina visualice una figura alta, al parecer masculina frente al refrigerador, no logro ver bien debido a la poca iluminación.

Apresuró mis pasos sigilosamente, me agachó detrás de la mesa donde se encuentra mi cuchillo, lo tome, me Apresuró aún más y cuando estaba a punto de arrinconar al enemigo este se giró, lanzó con una mano lejos mi arma y me aprisiono contra la pared arrinconadome y colocando un cuchillo oculto en mi cuello.

- Perdiste, hermanita- me dijo con su suave voz dándome un beso en la mejilla y liberandome de su agarre.

-¿Cómo es que nunca te puedo sorprender?- le digo imitando un puchero y ocultando mi sonrisa a la vez

-Porque yo te enseñe todo lo que sabes- me dijo con una sonrisa en los labios y revolviendome el pelo con su mano libre. -Supongo que no puedes dormir otra vez ¿cierto?

-Así es, me desperté llorando otra vez- mi hermano era la única persona que sabía lo de mis sueños.

El asintió con la cabeza, sacó el zumo de naranjas que siempre bebía a esta hora y lo vertió en mi vaso. Tendió su mano hacia mi mientras con una mano sostenía la jarra y abría el refri con el pie demostrando su increíble equilibrio y concentración.

Tome el vaso y bebí un poco de su contenido apreciando el maravilloso sabor.

- Me voy a dormir, cualquier cosa que necesites me llamas, d todas formas estaré al frente- me dijo dándome un pequeño pellizco amistoso el la punta de la nariz.

Asenti con la cabeza y solo eso bastó para que diera media vuelta y se marchara.

Al terminar mi bebida subí a la habitación iluminada por mi lámpara de noche rosa y las estrellas luminiscentes pegadas al techo.

Al observarla recordé aquel día...

-Mira lo que traigo aquí- dijo mi madre con absoluta felicidad filtrada en la voz y rostro.

Al ver el paquete de estrellas luminiscentes deje de llorar por causa de mi diente perdido y apareció una sonrisa en mis labios: -mira tata- le dije gritando con voz chillona a mi hermano.

El se acercó hacia donde yo estaba, yo apenas tenía 8 años así que mi hermano tenía 15, -genial "pitufa" hay que pintarte el techo de negro- dijo sonriendo.

-¡¡QUE, NOOO!!- Cuando era pequeña me aterraba el color negro pensaba que me hacía tener pesadillas.

-Claro Lore, así resaltarán las estrellas como el cielo que tanto te gusta observar. -dijo mi madre cariñosa

Entonces accedí y aquí estoy, con mi cielo estrellado

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