Capítulo 2

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Los Verstappen eran quizá la familia más importante de toda la ciudad, eran conocidos por su enorme patrimonio pero, sobre todo, porque estaban implicados en negocios turbios que implicaban cosas ilegales, pero que nadie se atrevía a cuestionar porque tampoco eran un clan violento o sanguinario.
Se contaba por ahí que Jos Verstappen era un importante comerciante químico que solía trabajar con mafias internacionales para proveerlos de las más finas materias primas.
Sin embargo, también era sabido que su dinámica moral era muy particular a diferencia de lo que se esperaba de ellos, pues se les había enseñado a no ser abusivos ni violentos, no buscaban problemas ni tampoco los iniciaban.

A pesar de eso, era relativamente normal que Sergio no tuviera idea de las cosas. Apenas tenía poco más de un año por aquellas tierras, estaba demasiado ocupado para siquiera salir de paseo o tomarse un respiro y Carlos no lo había puesto al día con eso hasta hoy.

Checo se pasaba la manos por el cabello mientras miraba al suelo y suspiraba agotado.

—En resumen, no estoy seguro, pero probablemente él sea el jefe de tu arrendadora ¿De verdad nunca le preguntaste?— Carlos pegó un sorbito a su café caliente mientras miraba curiosamente a su amigo.

—¿Y yo qué iba a saber?— Otro suspiro cansado y el de pecas dejó caer el mentón sobre sus manos —Tú también pudiste habermelo dicho.

—Pero si nunca tienes tiempo para hablar, siempre dices "Ay, estoy muy ocupado"— El español hizo una mueca que le dejó un tono de voz chistoso.

Sergio levantó la mirada de forma severa para con él, pero antes de hablar fueron interrumpidos por Oscar, quien frotaba sus ojitos y un pucherito se formaba en sus labios, apareció por el marco que dividía la cocina/comedor del pequeño pasillo para dirigirse a las otras dos habitaciones del piso.

Sergio extendió los brazos totalmente atento a su hijo, ya era tarde, Oscar se había despertado por alguna razón pero tampoco escuchó más ruido, así que supuso que Pato no estaba implicado en la ecuación.

—Tío Carlos— Al pequeño le cambió la cara apenas vió al español y este le acarició el cabellito castaño mientras el pequeño permanecía en brazos de su padre.

—¿Está todo bien?

Oscar asintió.

—Bueno, supongo que nos vemos en unos días.— Carlos se despidió poniéndose de pie y dirigiéndose a las escaleras.

—Papi...— El niño se aferró al de pecas.

—Será rápido ¿Está bien?— Oscar titubeó pero asintió quedándose en el borde como siempre. Sergio bajó detrás de Carlos, le acompañó hasta la puerta del negocio para asegurarse de cerrar adecuadamente.

—Checo— El español giró sobre sus talones, hablaba tranquilamente —No te pongas en peligro con ese niño. Los Verstappen pueden ser muy extraños, no caigas en sus juegos.

—Estaremos bien, te lo aseguro.

Carlos frunció los labios pero luego asintió.

Cuando Sergio subió, su hijo seguía aferrado al barandal esperando por él. En cuanto Oscar le vio, saltó a sus brazos y le pidió que le llevara a la cama.

—Ya es tarde, corazón. Mañana tengo mucho trabajo y necesito ir a descansar ¿De acuerdo?— Pasó una mano por la frente del pequeño y dejó un tierno beso en la piel.

—Papi— Sergio terminó de arroparle, asintió para darle a entender que lo escuchaba —¿Tú crees que mamá nos extrañe?

El pecoso se quedó paralizado por un instante. Hacía mucho tiempo que Oscar no hablaba de su madre.

Cuando Carola murió, Oscar tenía 5 años. Sergio pensó en cómo debería lidiar con ese tema en un niño tan pequeño, pero pareció que luego del funeral, el menor simplemente había olvidado el tema.

Era confuso, Oscar tenía ese tipo de personalidad pacífica pero definitivamente perder a su madre debía ser un shock importante y Sergio temía por la salud mental del niño.

No obstante, todos sus deberes y ocupaciones lo alejaron terriblemente del sentir del menor.
Lidiar con la muerte de su esposa y el total abandono de su familia no fue sencillo, tener que rehacer sus vidas siendo él el único responsable definitivamente le hizo evitar un duelo, así que terminó flotando en un sentimiento de inestabilidad.

—Mamá todavía te ama, estoy seguro de eso.— Besó la frente de Oscar y le deseó buenas noches.

Era difícil pensar en Carola, era difícil pensar en el bienestar de sus hijos, era difícil trabajar de sol a sol, era difícil ser Sergio Pérez.

Se había negado a visitar la tumba de Carola, se justificaba pensando que no tenía tiempo ni dinero para ir a México, era lo mejor que podía hacer para negarse a sentir todo lo que no se había permitido.

¿Qué podía hacer? No tenía tiempo para llorar cuando debía ver por sus hijos él solo. Se encargaba de cada detalle de manera tan obsesiva que se había olvidado de sí mismo.

Esa noche Sergio no durmió, fue complicado cerrar los ojos cuando apenas hacerlo, la melancolía le abordaba y se negaba rotundamente a ceder a ella. Cuando el sol apenas acarició las paredes de su habitación se puso de pie sin mucho entusiasmo, suspiró cansado.
Siendo franco, todavía no sabía cuándo vería una luz al final del oscuro tunel que era su cabeza.

Temprano en la mañana preparó el desayuno de sus hijos, también revisó las tareas de Oscar, siempre le impresionó lo astuto que era. Pato apenas empezaba a colorear y sus habilidades de habla eran bastante limitadas teniendo en cuenta que su maestro era su hermano mayor. A Sergio le pesaba en sobremanera no poder pasar más tiempo con ellos a pesar de que literalmente estaban en la misma casa.

Limpió las mesas, quitó el polvo de los cristales de las ventanas y empezó con la producción que no había logrado terminar la noche anterior por la visita de Carlos.
La puerta permanecía cerrada y el cartel indicaba que lo estaba, pero alguien tocó, sacando a Sergio de la cocina.

El de pecas se asomó apenas y sintió que el frío le caló en los huesos. Conocía al tipo, conocía esa cara juvenil que parecía brillar por lo blanco de su piel y el sol y se preguntaba qué mal estaría pagando para ser perseguido así.

Por supuesto que se dirigió a la puerta, ya sabía quién era Max Verstappen, no le haría enojar sabiendo que podía despojarlo de todo cuando quisiera y no podía darse el lujo de ser desafiante cuando tenía a sus bebés descansando en el piso de arriba.

—Buen día.— Forzó una sonrisa aún sosteniendo la puerta. No quería abrir por completo, le asustaba.

Max le miró de pies a cabeza y levantó una ceja pero no dijo nada, simplemente se aprovechó de su evidente ventaja física para entrar casi empujando al mexicano.

Sergio retrocedió a tropezones sin llegar a caerse gracias a la puerta. Le daba rabia, quizá de estar solo le hubiese respondido y ponerlo en su lugar, pero no es lo que un padre de familia hace.

—Tengo hambre.

Otra vez con ese cuento.

—Disculpe, pero todavía no abrimos.— Amable, tenía que ser amable.

—¿Y cuándo lo haces? Vine demasiado tarde y ahora es demasiado temprano.— Max subió un poco la manga de su camisa para ver su carísimo reloj —Son las ocho de la mañana ¿No deberías estar en servicio ya?

¿Por qué era tan insoportable? De verdad, por todos los cielos ¿Qué karma estaría pagando Checo?

Checo's pizza | ChestappenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora