—Váyanse. Ellos te necesitan a tí.— Lo único que podía ver eran aquellos cabellos castaños —Mis padres pueden cuidarme todavía, Sergio... Necesito que tú los cuides a ellos.
—¿Y qué voy a hacer sin tí? ¿Cómo voy a cuidarlos? No puedo yo solo.— Se vió a sí mismo llorando, nervioso, desesperado.
—Checo, mi amor...— Ese recuerdo de las manos cálidas en su rostro parecía no ser tan fuerte ahora —Las cosas buenas siempre le pasan a la gente buena. Y tú eres el ser humano más hermoso que he conocido.— Se apoyó en su toque con dulzura, intentando abarcar lo último que recordaba de las mismas. Tenía miedo de olvidarlo por completo.
El sol lo despertó de golpe, incluso un jadeo fuerte le fue arrancado al abrir los ojos.
No recordaba haberse ido a dormir la noche anterior, pero recordaba bien que todos habían estado ahí, estaban felices por los nuevos útiles escolares de Oscar y la mochila que Max le había dado era preciosa.Max. También le había dado un bonito ramo de flores que ahora adornaban su pequeña habitación. Fue consolador voltear y encontrarlo, tenía azules y violetas muy bonitos, le recordaban a la mirada del rubio, a sus ojos profundos y su forma tan cálida de observarlo incluso cuando tenía una cara tan seria.
Luego suspiró y observó el reloj. Ya eran las 8:30 de la mañana, y sería tardísimo de no ser porque ya tenía producción previa, podía relajarse un poco ahora que tenía a alguien al cuidado de sus hijos.
Bajó de la cama, el frío le caló en la piel por sus pies descalzos, el clima estaba más helado que de costumbre. No sabía por qué, pero algo se sentía diferente, era igual que cada vez que soñaba con Carola. Ella era el único tipo de amor que había conocido en toda su vida, al menos hasta que sus hijos aparecieron, pero ahora parecía estarlo olvidando.
Y eso le aterraba.
Bajó las escaleras luego de tomar un baño caliente y vestirse. En el comedor del restaurante le recibieron sus hijos, emocionados por ver a su papá otra vez, como si ayer y el día anterior a ese no lo hubiesen hecho igual.
—¡Papi!— Oscar saltó a los brazos del pecoso, Pato lo hizo poco después y casi le hacen caer, menos mal, Max estaba ahí para sostenerle de la espalda. Tenía manos cálidas. —Pato hizo algo genial hace un rato ¡Mira, mira!— Emocionado, el niño señaló con insistencia a su hermano, que ya estaba en brazos del rubio.
Sergio volteó con su hijo menor a la expectativa de lo que pasaría, Max lo sostenía de modo que el niño pudiese ver a su padre con claridad.
—Patito, haz de nuevo lo de antes.— Oscar movía sus piecitos en brazos de su papá.
Max lo había presenciado la primera vez, pero estaba ansioso por ver la reacción de Sergio, así que miraba al pequeño pecoso y luego a su padre.
—¡Pa!— Patricio lo dijo una vez, su papá casi no se la creyó —¡Pa!— El niño sonreía orgulloso, como si fuese consciente de la cascada de emociones que había provocado en el de pecas.
Sergio bajó con cuidado a Oscar y, sonriendo con lágrimas en los ojos, Checo tomó a su hijo menor en brazos.
—El habló, dios mío...— Un besito, luego otro, y entonces una lluvia de pequeños besos llenó la carita del pequeñito —Ay, Patito... Hablaste.— Sergio le abrazaba profundamente, estaba tan feliz, tan orgulloso.Esa sensación de adormecimiento que había experimentado cuando despertó, la respiración ansiosa que le asaltó al abrir los ojos, todo había desaparecido gracias a que Pato pudo decir un par de sílabas.
Quizá era demasiado exagerado, pero Checo siempre tuvo miedo de perderse momentos importantes de sus hijos, así que haber escuchado a Pato hablar era simplemente maravilloso. Un recordatorio de que las cosas iban bien, mejor.
Max le observaba y estaba seguro de que cada euro valía la pena. Ver sonreír a Checo era la mejor de las sensaciones en su vida, y jamás se había sentido tan satisfecho como cuando estaba con ellos.
En algún momento los niños tuvieron que subir a la planta superior. Checo se quedó nuevamente con Max y Charles fue con los pequeños a cumplir con su trabajo.
—Reprobaste salteado.— El de pecas hablaba mientras se ajustaba un delantal a la cintura —¿Algo qué decir en tu defensa?
—Eh...— La cintura de Sergio no podía ser así de pequeña ¿Verdad? —¿Qué?
—¿Max?— Sabía que la mirada del rubio estaba extremadamente concentrada en él, pero se había acostumbrado a eso.
—¿El qué? Dime, dime.— Tenía que forzarse a mirar a otro lado o se sentiría culpable por la cantidad de cosas que podría empezar a imaginar.
—Oye ¿Te sientes bien?— El pecoso intentó acercarse, pero cuando buscó el contacto con la piel del muchacho, este se alejó, como si sus manos le quemaran.
Fue desconcertante, de repente Max no quería que le tocara, parecía querer alejarse instintivamente.—¡Sí! Sí, todo está en perfecto estado.— Y verdaderamente, el rubio sentía que si tocaba a Sergio se quemaría.
—Ya...— Al notar la incomodidad de Max, Sergio decidió retroceder un poco. No entendía nada, tampoco iba a preguntar, no quería terminar incómodo por esa reacción tan extraña. —Bueno, si estás bien será mejor que empecemos la clase.
Fue un calvario.
Max no entendía por qué hoy, de todos los días, su cabeza había decidido que debía tener pensamientos indebidos con Sergio. Se sentía ridículo, como un adolescente que no podía controlar su mente o su cuerpo, y odiaba esa sensación porque pensaba que era como traicionar la confianza que el pecoso le daba.
La última gota que derramó el vaso fue sentir las manos de Checo en sus brazos. No podía tocarle de esa manera y pretender que sobreviviera a eso.
Max se alejo sin darse cuenta de la brusquedad de sus actos y se fue rápido sin decir nada más.
Checo se quedó en su lugar viendo al rubio alejarse y escuchando poco después la campanita de la puerta de entrada. Realmente se había ido.
¿Qué estaba mal? ¿Había hecho algo malo? ¿Lo había dicho? ¿Era porque estaba tomando demasiadas confianzas con él? Quizá ya estaba pidiendo mucho.
Toda esa tarde Max no volvió, aunque a Sergio le pareció inusual, la verdad era que tenía miedo de pensar demasiado en ello, ni se diga de preguntar. No le gustaba sentir que estaba distraído, así que se encerró nuevamente en el trabajo para evitar pensar de más, aunque siendo sincero, no funcionaba siempre.
¿Y si Max ya se había cansado de él?
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Checo's pizza | Chestappen
RandomLa simple vida de un simple padre soltero que simplemente encuentra el amor. Su vida es tan simple como lo es su cocina. Simplemente encantador.