Capítulo 10

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Habían pasado algunos días desde que Checo había aceptado la amistad de Max, había seguido atendiendo el negocio y ahora sentía que podía morirse porque su administración de tiempo estaba destrozada.

Debía darle más atención a sus hijos porque la última visita al pediatra no lo había dejado nada tranquilo, le ponía empeño a sus comidas y vigilaba que tomaran sus vitaminas para crecer adecuadamente. Y eso le quitaba horas de tiempo para el negocio.

No se quejaba, de cualquier manera su video de la agresión había hecho eco en internet y sus ventas habían bajado, no así su trabajo.

Era una temporada horrible, se notaba en su rostro, en los suspiros que deja escapar cuando estaba solo, en lo cansado de sus pasos.

Hoy tampoco era una buena noche para Max. Su padre había insistido tanto en un mismo tema toda la semana hasta volverse asfixiante: Su sexualidad.

A decir verdad, el rubio no había tenido tanto tiempo como le hubiese gustado para ver a Sergio, y el tema de la difamación de Kelly se había ido de su mente entre tantos pendientes y trabajo, pero sintió rabia cuando supo que la insistencia de Jos derivaba del hecho de que Nelson Piquet había ofrecido a su hija como "buena candidata" para un excelente matrimonio entre futuros socios.

Max la detestaba. En general, le parecía que los Piquet no eran más que garrapatas que intentaban meterse donde sea con tal de ganar algo de quien lograran engatusar y usar.

Sergio limpiaba las mesas, apenas tenía fuerza para mantenerse de pie y sentía que caería dormido en cualquier instante. Escuchó la campanita de la puerta sonar y se maldijo por milésima vez por esa horrible costumbre de no cerrar luego del horario de servicio.

—Disculpe, ya estamos cerrados...— Sergio giró sobre sus talones intentando sacar el último hilo de amabilidad de su ser, pero se sorprendió demasiado al ver a Max entrando por la puerta. Era casi semana y media de no haber tenido noticias de él.

—Checo.— El rubio se dirigió apresuradamente sobre él y le abrazó sin preguntar ni decir nada más.

Sergio iba a negarse, quiso tomar distancia ya estando completamente rodeado por los brazos del más alto, pero se detuvo al notar la peculiar forma en la que el cuerpo del muchacho se derretía sobre él.
Dudó, pero subió una de sus manos al cabello del menor intentando darle calma.

Max suspiró y apretó más fuerte el cuerpo de Sergio.

Algo era verdad, de alguna manera los dos encontraban una especie de calma en el otro, incluso cuando Checo era tan ajeno a Max, incluso si Max sentía cosas que tampoco entendía bien. Sergio no se negaba a consolar, Max no se negaba a ser cuidado.

—¿Pasa algo, Maxie?— El de pecas acunó una de las mejillas de Max entre sus manos.

El rubio se dejó tocar, incluso apoyó su rostro en aquel gentil contacto y asintió sin hablar.

Quizá era el hecho de no haberlo visto por más de una semana, quizá Sergio no sabía que se había acostumbrado a la presencia silenciosa del holandés, quizá hasta ahora se daba el tiempo de notar que quizá sí había echado de menos a Max.

Sergio suspiró cansado. Tenía una taza de café en las manos, el rubio estaba frente a él mirando a la mesa.

—Entonces la misma mujer que me difamó ahora quiere casarse contigo pero tú eres, bueno, ya sabes.

—Gay. Sí.— El rubio miró a Sergio esperando que hiciera alguna mueca o gesto. —¿Es asqueroso decirlo?

—¿Qué?— El de pecas levantó la mirada rápidamente —No, no, no. Nada de eso, no es que me de asco, no me molesta, pienso que todos deben amar a quien les dé la gana cuando les dé la gana— No lo había notado, pero estaba hablando bastante rápido —Es solo que, bueno... Eres muy grande y también tienes una cara muy atractiva, nunca lo imaginé.— Se rascó la nuca.

Max sonrió, miró un momento a Sergio y luego tomó un sorbo de café.
—También pienso que tu cara es muy atractiva.

Sergio casi se ahoga con su bebida, así que toció un poco como mero reflejo, arrancando una carcajada del contrario.

—¿Solo tú puedes decir que yo tengo una cara atractiva pero si lo hago es demasiado? ¿No contaría eso como coqueteo?— Con un poco más de confianza, Max se inclinó sobre la mesa.

—Para ahí, no te pases.— Sergio se limpiaba la cara por haber escupido —Eres un niño, no hay manera.

—No dijiste que es imposible porque soy hombre.

El pecoso se puso colorado, abrió los ojos bien grande y volvió a hablar rápido —No es eso lo que quise decir, para nada era a lo que me refería, una cosa no tiene que ver con la otr...

—Me gustas, Sergio.— Max interrumpió sosteniéndole la mirada —Esta situación con los Piquet me hizo entender que tarde o temprano tendré que decidir entre lo que quiero y lo que debo hacer. Y tú eres lo que quiero.

Sergio no respondió, de repente pareció quedarse paralizado y solo su respiración era lo que respondía y resonaba en la mesa.

—Traté de ser sutil, de ganarme tu corazón y tu confianza lentamente, pero soy un ansioso y sé que quiero cuidar de tí y de tus hijos, y tengo miedo de que luego ya no pueda hacerlo.— A pesar del frío de la noche sentía una gota de sudor caer por su frente. Ahora que lo pensaba bien, quizá hacer una confesión tan repentina no era para nada lo ideal.

—Max, tú...— El de pecas se puso de pie y se inclinó hacia el rubio sobre la mesa, el dorso de su mano tocó aquella frente —¿Estás enfermo?, Hace frío pero estás sudando mucho.

Maldita sea ¿En qué idioma debía hablarse con él para que entendiera?

Max ya no se lo pensó demasiado, ya había hablado, ya estaba metido hasta el fondo, ahora simplemente quedaba rematar la situación y esperar que no se volviera caótico.

De un instante a otro, quizá en fracción de segundos, Sergio había sido aprisionado por el rubio contra la pared más cercana. Sus grandes manos rodeaban su cuerpo y sus miradas se habían quedado clavadas en la del otro.

El pecoso mantuvo la respiración, como si cualquier movimiento derrumbara una invisible torre de cartas apiladas.

Max se acercó peligrosamente a él, podía sentir su aliento caliente sobre sus labios. —Por favor, solo déjame ayudarte.— Susurró.

Había algo en los ojos azules del holandés que hacían que Sergio se obligara a recordarse que él tenía 31 años y Max solo 23, como un mantra que le impidiera pensar libremente, como si sus pensamientos reales le mancharan de alguna manera.

Checo's pizza | ChestappenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora