Capítulo 11

2.8K 453 161
                                    

Max estaba ensoñado y a la vez confundido.
La noche anterior Sergio no se había negado, pero tampoco había accedido a nada, aunque no fue como si él hubiese propuesto algo.

Estaba sentado en su escritorio, debía gestionar algunas cuentas de su padre, pero llevaba toda la mañana distraído recordando la noche anterior.

Los bonitos ojos de Sergio, cafés con un poquito de verde, que no sabía si eran el reflejo de los suyos en ellos o si de verdad estaban coloreados así. Su cabello cayendo por su frente, las líneas que se formaban alrededor de sus ojos hermosos, esa mirada confundida y encantadora y las bellísimas pecas que le adornaban las mejillas y nariz.
Haberlo tenido tan cerca, sentir el calor de su piel por primera vez durante un tiempo tan largo, y esa voz tan agradable llamándolo de una forma tan tierna.

Max estaba soñando despierto, quería quedarse con Sergio y mostrarle que podía ser un excelente compañero si solo le permitía entrar a su vida. Él jamás había tenido citas alocadas y solo una vez había sentido que le gustaba alguien, pero sabía claramente su sexualidad porque, bueno, no es como si las personas heterosexuales no lo entiendan desde niños.

Encontrarse con Sergio era una nueva experiencia. Cuando llegó a su inmueble se sintió atraído por la foto del archivo. Un bonito hombre de piel pardita y ondas oscuras, que tenía ojos adorables. Leer su expediente por mera curiosidad no hizo más que despertar un desconocido interés en él, pero se mantuvo en calma por casi dos años, al menos hasta que se sintió un poco mejor consigo mismo.

Max era un muchacho respetado y adinerado, pero toda su infancia y adolescencia habían estado marcadas por estigmas y acné. Para su círculo social, él era feo. A pesar de sus profundos ojos azules y su perfil afilado, Max no era precisamente la primera opción de las chicas cuando pesaban en sus futuros esposos, así que eso lo hizo convertirse en un hombre rígido, temeroso de anhelar a alguien, le gustaba tener el control porque así nadie podía despreciarlo.

Por eso observó durante un tiempo, porque en el fondo sentía que su apariencia haría correr a Sergio, por eso trabajó mucho en su físico, pensaba que su cuerpo compensaría su cara, y solo hasta que se sintió preparado, fue que apareció abruptamente en la vida del mexicano, del hombre que tenía dos hijos y que había observado tan pacientemente desde que le vió en una simple foto.

La puerta de su oficina le sacó de trance, era su padre, quien le miraba un poco preocupado.
Max le indicó que pasara.

—¿Ya comiste algo?— Jos se sentó frente a su hijo —Me preocupa tu desempeño hoy.

A decir verdad, ninguno de los dos había tomado el tema del matrimonio y Max todavía parecía resentido.

—¿Te pasa algo, hijo?— El mayor parecía verdaderamente interesado —Solo quiero hablar contigo. Eres mi hijo, mi único hijo. Me interesa tu bienestar.

Max suspiró pesado cerrando las pestañas en la computadora y volvió la atención a su padre. Si él quería hablar, bien. Cooperaría.

—No voy a casarme con Kelly Piquet.

Jos arrugó las cejas sorprendido por el repentino comentario de su hijo.

—Ella es una mujer horrible que trata a otras personas de manera horrible. No quiero unirme a una mujer que cree que el mundo no la merece.— La mirada de Max era fuerte, no tenía miedo.

Jos soltó un largo hilo de aire cerrando los ojos un momento.
—¿Eso es importante?— Miró de vuelta al rubio —Max, sabes a lo que me dedico. Ya somos socialmente cuestionables.

—Ese es el punto.— Habló de inmediato, se negaba a ceder —No necesito casarme con alguien que me dé estatus, porque ni siquiera tenemos uno. Y, por favor, papá ¿Los Piquet?

Jos no quería discutir con el muchacho, pero le parecía repentino e irregular ese comportamiento. Toda la vida había gozado de plena obediencia de su hijo, pero ahora parecía haber cambiado de repente.

—¿Se trata de otra chica?

Max se tensó, no siguió. No había ninguna mujer, todo lo que había en su mente era esa naricita pecosa y ojitos cafés.
—Chico, papá. Es un chico.

Un silencio extremadamente sepulcral cayó sobre los dos. Jos no dijo nada, miraba a Max totalmente incrédulo y a la vez de una forma que era complicada de entender. El menor tampoco titubeaba, no estaba dispuesto a soltar la cuerda aunque sus palmas sangraran.

No hubo palabras, un instante después, Jos se levantó y se retiró de la oficina dando la impresión de que ni siquiera respiraba.

Fue entonces que Max soltó el aire que estuvo conteniendo todo este tiempo. Lo que sea que pasaría después sería sin duda complicado.

Sergio había corrido a hacer el mercado por la mañana, debía aprovechar que tenía un pequeño hueco de dos horas para ir por suministros al mercado.

Sus ventas habían caído drásticamente, pues en redes incluso empezaba a hablarse de que su cabaña era aburrida y monótona, tampoco tenía mucho para invertir. Los gastos de los niños le estaban absorbiendo más de lo que estaba ganando, así que debía encontrar una solución pronto.

Al inicio creyó que sería ideal que alguno de los clientes enviara las grabaciones desde otro ángulo de esa noche, pero cuando lograba dar con uno, coincidían en lo mismo: Nadie quería meterse en problemas con los Piquet porque sabían que eran socios de los Verstappen.
El plan de justificarse estaba fuera del mapa.

Volviendo a casa se encargó de sus hijos. Se aseguró de bañar a Pato y jugar un rato con él, Oscar le mostró lo bien que sabía escribir y a Sergio se le hizo un nudo en la garganta pensando en lo mucho que estaba perdiendo de sus hijos. Ellos no serían niños por siempre, y él se estaba perdiendo de aquella etapa única.

La noche fue pesada como siempre, el bajón de ventas no minimizaba el trabajo porque las horas que dedican a sus pequeños debía rendirlas al volver a trabajar.

Estaba dando los últimos toques a la limpieza del salón cuando escuchó la puerta. Ya ni siquiera se molestó en voltear o maldecirse por no cerrar, a estas alturas dejaba así por costumbre.

—Buenas noches, Maxie.— Sergio giró, se trataba de él —Una cerveza ¿Verdad?

—Claro.— El rubio sonrió tomando asiento en la barra. Se veía bien con esa típica gabardina negra —¿Qué tal estuvo hoy?

—Igual que siempre, ya sabes.— Suspiró —No sé cómo voy a recuperarme de esto.

El rubio tomó la cerveza en sus manos. En realidad no era muy fan de dicha, pero era la única forma de ayuda que Checo aceptaba.

—Entonces acepta mi dinero.—  El rubio lo miró con seriedad.

La cara de Sergio pasó de estar relajada a una clara molestia.
—Ya hemos hablado de esto. No necesito tu limosna.

—Checo, no es limosna, yo no quie...

—Max.— Esa mirada severa. Le gustaba, solo no le gustaba lo que significaba.

•••

Yo creo que alguno de ustedes le ofreció mi alma a Dios para que Checo retomara su ritmo en Baku pq nomamen, esta suerte mía no es normal.

Ora resulta que tengo inicios de problemas renales 😃👍🏻, llámese arenilla, predecesores de los litos (o piedras, pa que se entienda).

Bueno, mínimo espero que este intercambio valga la pena y mañana Checo gane la fokin carrera o por lo menos quede en podio.

Por otro lado les quería preguntar: ¿Quieren un preguntas y respuestas pero ya no de los personajes sino de su autor? Dígame si sí, y si no, pues ni modo xd.

(Yo en mi modo más delulu).

Checo's pizza | ChestappenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora