Capítulo 5

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Max nunca ha sido un muchacho problemático, se acataba a las órdenes de su padre generalmente, y tampoco es como que se sintiera inconforme con su estilo de vida.

La pequeña reunión estaba concluyendo y los invitados empezaron a marcharse, Max se despedía de ellos junto a su padre. El último en quedarse era Nelson Piquet, ese hombre era algo así como un socio de Jos que intentaba abrirse paso en Holanda desde hacía ya unos años atrás.

—Tu hijo ha crecido mucho.— Ambos hombres estaban disfrutando de una copa de vino tinto en el recibidor del jardín trasero, Piquet observaba a Max retirarse al interior de la casa luego de despedirse. —¿Ha pensado en casarse?

Jos se tomó un momento para observar en esa dirección —No realmente. Tiene muchos planes a futuro y proyectos, jamás me ha presentado a nadie, no está interesado.— Dio un trago a su copa.

—No quiero ser irrespetuoso, pero ¿No te preocupa?— Recibió una mirada de incertidumbre del contrario —Hoy en día muchos jóvenes se dejan influenciar por ideas modernas. Ya sabes, hay muchachas queriendo ser muchachos, muchachos queriendo ser muchachas...— Sus palabras quedaron suspendidas en el aire, como si no quisiera o pudiera terminar su oración.

Max había subido a su habitación, estaba cansado y un poco fastidiado por todas las actividades del día. Quería simplemente darse un baño y dormir, así que fue directamente a tomar una ducha, se tomó su tiempo para relajarse y dejar el estrés del día atrás.

En cuanto salió, su bata cubría su cuerpo y una toalla secaba sus cabellos rubios, se miró al espejo, estaba creciendo. Él mismo se daba cuenta de que ya no tenía las fracciones de sus 17 o 18 años, ahora era un hombre de 23, quizá debía empezar a considerar ampliar sus proyectos e ideas de vida.

Su teléfono sonó atrayendo su atención, Daniel le había escrito para preguntarle por la dichosa reunión y burlarse un poco. Max siguió la conversación por un momento, hasta que poco después el australiano le preguntó si estaba enterado del escándalo en la cabaña que rentaba "el mexicano".
Max arrugó las cejas, por supuesto que no lo había notado, estuvo muy ocupado y Sergio salió totalmente de su cabeza por esa misma razón.

Daniel le envío un par de links de Instagram, entre ellos un link del perfil de Kelly Piquet. Max los abrió y pudo ver toda la historia desde la perspectiva de la pelinegra, sus acusaciones hacia Sergio y desde el inicio supo que ese golpe era tan falso como un billete de tres dólares.

Él la conocía, desde que Nelson Piquet había entrado cual alimaña al círculo de su padre, esa mujer se había encargado de querer acercarse a ellos de cualquier forma. A veces sentía que coqueteaba con su padre, incluso cuando conocían a su madre, ella parecía querer ocupar un puesto que no estaba disponible.
Conocía sus dramas, su forma asquerosa de tratar con otros, su actitud pedante y le ardió algo en el estómago al ver a Sergio en esa situación.

No es que lo conociera de mucho, pero era inevitable pensar en esos niños al verlo en esa pantalla, su mirada asustada, su rostro preocupado, era como ver un cachorro con las orejas bajas al sentir las miradas de todos encima.

No lo dudó ni un instante. No sabía exactamente por qué, pero alguna cosa le hizo cambiarse de inmediato y salir en su auto con rumbo a esa cabañita, tuvo que explicarle fugazmente a su padre que debía revisar unos asuntos y entonces se fue.

Sergio terminaba de recoger los platos del comedor, los llevó a la cocina y luego regresó por otros más, movió unas bandejas y luego recogió los servilleteros. Estaba apurado, iba y venía a un ritmo alto sin detenerse a descansar, en algún momento incluso tropezó.

Ya no tenía que atender a nadie, no estaba recibiendo órdenes ni nada parecido, los hornos estaban apagados, las luces atenuadas. La verdad era que estaba evitando pensar, no quería tenderse a llorar y dejar salir la frustración y el coraje que sentía, tenía miedo de que su cansancio lo traicionara.
Entonces se paró frente al lugar donde aquella pelinegra lo había acusado.

La mesa era un desastre, ella le había volteado el plato de comida encima cuando se cansó de acusarlo de todo.
Sergio estaba ahí de pie y sentía que la rabia le subía desde la planta de los pies hasta el último cabello de su cabeza. Se arrodilló para recoger la basura grande y ahí estaba en cuanto escuchó la campana de la puerta sonar al abrirse.

Maldijo mentalmente ¿Cómo pudo haber olvidado cerrar la puerta?

—Disculpe, ya cerramos.— Sergio respondió amargo intentando no sonar grosero.

Escuchó pasos venir de la puerta, claramente estaba siendo ignorado por completo, así que se puso de pie rápido. Si era un ladrón o algo parecido, cuidar de sus pequeños era prioritario. Sin embargo, al levantarme se encontró con Max de frente.

—Sergio.— El rubio le habló bajito, temía acabar asustandolo, pero se sorprendió bastante al darse cuenta del desastre en la camiseta del pecoso y en la mesa detrás de él.

—Señor Verstappen.— Sergio no le temía por su apellido ni ser quien era, pero en ese momento particular, deseó que no fuese él quien viniera.

Podría no tener miedo cualquier otro día, pero hoy sí. Sabía que el lugar era un desastre, sabía que en redes el chisme debía estar en todos lados, al menos en el país, y si Max estaba ahí, debía tener relación con eso.

Max pasó a un lado de él para acercarse a mirar la comida derramada.

—Señor, puedo explicarlo.— Jugueteaba con sus manos, lo último que necesitaba era que le pidieran desalojar el inmueble. —Le juro que fue un incidente aislado, nunca antes había pasado algo como esto, no volverá a pasar.

—¿Tienes una escoba?— Max señaló vagamente al suelo.

Sergio no entendió —En la bodega, sí.

Y como si fuese algo obvio, el rubio le miró indicándole que la trajera.
El de pecas casi salió corriendo por ella, en cuanto volvió, Max la tomó y comenzó a barrer el suelo.

Sergio quiso quitársela pero no pudo, el holandés tampoco fue grosero, simplemente le dijo que se ocupara de terminar otras cosas. Así que ambos hicieron lo propio.

Max se encargó del comedor, cuando tenía dudas preguntaba, pero para el de pecas él aprendió muy rápido. Al inicio fue confuso, Sergio no dejaba de mirarlo entre ratos intentando darle una explicación a esas acciones e incluso temía que luego le pidiera algo a cambio como comida gratis durante toda su vida o algo parecido.

Sin embargo, fue sencillo acostumbrarse a él. En minutos, Sergio y Max habían formado una muy buena mancuerna, el rubio limpiaba adelante, Checo en la cocina. Ni siquiera se percataron de lo rápido que habían terminado sus deberes.

Max se había sentado en una de las sillas altas de la barra, ya era tarde por la noche y mientras esperaba, miró hacia las escaleras. Sabía que ahí arriba estaban los bebés de Sergio, seguramente ya dormiditos.

El de pecas salió de la cocina limpiándose las manos con un trapo y dejó caer su peso sobre sus codos apoyados en la barra, suspiró pesado cerrando los ojos.

—¿Terminaste?— El rubio le observaba. Sergio asintió en silencio.

—Gracias, Max.— Le miró, sus cabellos rubios estaban ligeramente mojados en la frente por el sudor, tenía bonitos ojos, al menos el color era llamativo, sus mejillas estaban rosadas y sus orejas también, a la gente rubia se le notaba demasiado el cansancio.
—No quiero ser agresivo, pero eres un hombre de negocios ¿Qué es lo que quieres a cambio?

Checo's pizza | ChestappenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora