Capítulo 9

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Es bueno confiar en otros, después de todo el humano es naturalmente un ser sociable que depende de otros para poder integrarse y prosperar. La cuestión es que nadie le dijo a los humanos que este valor fundamental sería tan complejo de ejercer.

"Sergio y Carola se conocieron en la universidad. Sergio era un muchacho brillante, con ideas innovadoras que le habían asegurado una beca en una de las mejores universidades del estado de Colorado. Carola era una muchacha de buena clase social, con padres empresarios y que se caracterizaba por una personalidad entusiasta y asertiva. 

Carola tenía un amigo, yo. Nos conocíamos desde los 16 años, pues habíamos estudiado juntos desde entonces. Yo era listo pero muy irresponsable, fiestero y amante de las desveladas. Sin embargo, ese gusto por el caos no me impidió entrar a la universidad como ingeniero en alimentos, carrera en la que conocí a Sergio.

A decir verdad, la historia de amor entre Carola y Sergio fue de las cosas más normales de la vida. Coincidían a veces por casualidad, en algún punto empezaron a hablarse y, para cuando lo notaron, ambos esperaban con ansias volver a verse.

Lo notaba, estaba completamente a favor. Fue una fiesta cuando ellos, eventualmente, se volvieron pareja casi al terminar la carrera universitaria, ni se diga de lo loco que me volví cuando me enteré de que se casarían.

Sergio se hizo cercano a mi también, me pedía ayuda para sorprender a Carola, preguntaba sobre mis horarios e incluso salíamos juntos a veces, pero también me contaba sus problemas. La relación con la ella era magnífica, Sergio estaba completamente seguro de lo mucho que la amaba, pero era difícil cuando sus padres no dejaban de presionarlo.

Los Martínez eran una familia de alcurnia en México, para ellos la etiqueta y los estándares eran vitales, por lo mismo, el que su hija menor se casara con un don nadie era un suicidio social que no tolerarían fácilmente. Aquello volvía a Sergio paranoico, sentía que debía esforzarse para volverse igual a ellos, quizá de esa manera demostraría que merecía a su esposa.

Pero eso nunca pasó.

Carola trataba de minimizar el impacto de sus padres en la mente de Checo, pero era complicado cuando él estaba tan empeñado en superar límites que él mismo se imponía. Ella no se sentía miserable o fuera de lugar, le gustaba su pequeña  casa junto a su esposo, quería que fuese adorable, mucho más cuando supo que tendrían un bebé.

Darle la noticia a Sergio se sintió como  un respiro, era como si de repente algo en la acelerada rueda de su mente se detuviera para ver las cosas increíbles que estaban sucediendo a su alrededor. Quizá ese era uno de los días más increíbles de entre todos sus recuerdos.

Sergio siguió adelante, la noticia del nacimiento de Oscar pareció calmar un poco las aguas con los Martínez, para ese entonces habían decidido vivir en México y permitirle a Oscar crecer en su tierra natal, la tierra de sus padres, por lo que las visitas familiares eran frecuentes, aunque Sergio trabajara todo el día.

El tiempo pasó, Oscar creció rodeado de una familia aparentemente agradable. Entonces llegó el segundo embarazo.

Algo estaba mal desde el inicio. Era muy diferente al anterior, Carola estaba deprimida, débil, agotada, vivía con el cansancio como personalidad y se notaba en la forma de tratar a su hijo. Sus padres también lo notaban y sumaban a la preocupación de Sergio. Ellos se habían vuelto insistentes con responsabilizarlo, como si algo estuviese haciendo mal, como si fuese culpa suya.

Para cuando iban a completarse los 9 meses, la advertencia fue clara. El parto sería complicado.

Patricio llegó al mundo siendo un bebé demasiado pequeño, los médicos tuvieron que sacarlo de emergencia porque el ritmo cardiaco del niño era casi inexistente. Sergio lo vio todo, vio a los médicos sacar al pequeño Patricio con la piel azul en la mitad de su cuerpo, no respiraba, no lloraba. Los vio negar con la cabeza y se preguntaba si eso significaba que su bebé no lo había logrado. Vio a Carola, estaba dormida, inconsciente de lo que sucedía.

Los vio colocar el cuerpecito de su hijo sobre una fría plancha de metal, cuando ellos tomaron las pequeñas placas de shock y vio los bracitos de Patricio retorcerse por las electricidad que recorría su pecho, sintió miedo, cuando lo hicieron una segunda vez quiso pedirles que se detuvieran, pero entonces, luego de eternos segundos, lo escuchó llorar.

Ese llanto era un desafío a la muerte y a la vez un precioso poema de amor. Las normas decían que Pato no debía sobrevivir, pero ahí estaba, con sus ojitos bien abiertos siendo sujetado por su padre, quien sonreía emocionado y acariciaba esa húmeda y tierna piel.

—Bienvenido al mundo, mi amor.— Besó con cuidado su frente aún azulada. 

Pero cuando parecía que era aquel el principal problema, Carola empezó a enfermar intensamente. Tenía fiebres fuertes, dolores insoportables y, a pesar de sus visitas al médico, no había manera de determinar con seguridad lo que ella tenía. 

Los Martínez lo supieron pronto. No hubo negociación alguna de por medio, se negaron a permitirle cosa alguna a Sergio, se encargarían ellos mismos de la salud de la más pequeña de sus filas.

Durante todo ese tiempo se les fue negado todo contacto con ella. Sergio no sabía nada, no entendía nada, debía lidiar con las preguntas de Oscar siendo tan pequeño y llorando todo el tiempo porque extrañaba a su madre, debía lidiar con Pato siendo apenas un bebé de meses.

Creo que fui determinante en ese periodo, me preocupé por la familia, intentaba mantenerme en contacto con Carola para decirle a Sergio todo lo que podía. Se sentía como un cuento medieval donde la princesa y el plebeyo eran abruptamente separados y ahora debían usar un mensajero que transmitiera mensajes en secreto.

Solo que este no tuvo un final feliz.

Checo era literalmente un don nadie, no tenía una familia, había crecido siendo huérfano y su única conexión familiar había desaparecido en cuanto cumplió los 18 años. 

Un día de tantos, citaron a Sergio a la residencia familiar. Fue incómodo desde el principio, sus grandes puertas no hacían nada más que alardear sobre la buena posición económica de la familia y su decoración era tan oscura como las personalidades en ella.

Recuerda haberse sentado en la gran oficina y esperar por minutos a que los padres Martínez aparecieran y le hicieran el innecesario favor de su presencia. Ellos fueron breves, eran personas de negocios sin consideración ni tacto, pero Sergio salió asqueado de esa casa, con un nudo en la garganta y tratando de no desmayarse en el camino.

Pasaron muchas cosas en el siguiente par de meses, y por alguna u otra decisión, Sergio y sus hijos terminaron alojándose muy lejos de casa. Checo perdió todo lo que había logrado construir, cuando supo sobre la muerte de Carola, no le negó la oportunidad a su hijo de verla por última vez y darle una respuesta a las preguntas que parecían no tener final. 

Él jamás habló sobre lo que le dijeron en aquella reunión, simplemente intentó seguir adelante con sus hijos, realmente piensa que está solo, por eso es complicado acercarse verdaderamente a él."

Max se dejó caer sobre la silla de su escritorio, jugaba con una pesada pluma entre sus dedos mientras observaba a la nada en un punto perdido. 

—Es todo, realmente  no puedo decirte más porque tampoco sé más.— Carlos estaba sentado frente al rubio.

Max se tomó un momento para hablar —¿Por qué me cuentas todo esto?

—Porque tu me lo pediste, es obvio.

—Pudiste negarte, proteger la historia de tu amigo.— Arqueó una ceja —Pero hablaste así, sin más.

Carlos tomó una pausa y suspiró, su mirada estaba clavada en un pisapapeles que formaba un cubo de cristal, lo tomó para jueguetear con él entre las manos.
—Porque Checo merece que lo ayuden y tú tienes los medios para eso.— La mirada de Carlos se encontró con la de Max.

—¿Cómo exactamente? Hace días intenté darle dinero para regularizar sus ventas, para el médico de Pato o algo, pero se negó hasta hacerme pensar que lo estaba ofendiendo.

Carlos se rió y negó con la cabeza volviendo a colocar el cubo de cristal en el escritorio.
—¿Y cómo no? Hacer eso es como insultarlo. Si le hubieses escupido habría sido menos ofensivo.

La cara de confusión de Max era demasiado graciosa, no entendía por qué querer ayudar a quien te gusta era tan malo. La cuestión era que Checo no sabía que le gustaba, y Max tampoco lo había mencionado en todos estos días.

—De acuerdo, haremos esto...

Checo's pizza | ChestappenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora