Emma: 12 de mayo de 2012

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No temo admitir que sentí emoción cuando, deteniéndome frente al último acceso del pasillo, me decidí a tocar la puerta sin haber cuestionado siquiera el verdadero motivo del llamado. Sin importar la razón que viniera detrás, estaba claro que no dudaría en aceptar porque, así sin pena, alguien como Emma haría lo que fuera siempre y cuando fuera Lukas quien se lo pidiera.

Esperé minutos enteros a la entrada sin haber obtenido respuesta. Era consciente de que una chica insignificante no tenía ni de cerca el derecho a exigir que se le abriera; sin embargo, me parecía extraño que insistiera en dejarme afuera aún siendo él mismo quien se había ocupado de solicitar mi presencia. Por eso no pensé demasiado antes de volver a anunciarme con otro par de golpes. Apenas momentos más tarde, entendí que se había tratado de un error. Lukas abrió la puerta, pero lo hizo con una mueca de tedio en el rostro.

—Por un demonio, Emma —protestó—, 9.30 a.m. fue el horario que te di, ¿no es cierto?

—Pero... —mis ojos se posaron sobre el reloj de pared que él tenía detrás— son las 9.28 a.m.

—Exacto. —Asintió—. Son dos minutos por adelantado que estás quitándome de mis tiempos de descanso.

—Oh.

—No puedes permitirte venir hasta aquí sin tener un aprecio especial por la puntualidad —se escuchó increíblemente irritado.

—De acuerdo, tranquilo. —Ignorando la reprimenda con gracia, me dispuse a cruzar hacia el interior—. Lo tomaré en cuenta para la próxima vez.

—Estoy hablando en serio.

—Yo también. —Me encogí de hombros.

—Por tu sonrisa, me pareció que estabas siendo sarcástica.

—No creas por una expresión facial que tienes la interpretación correcta —le advertí—. En realidad, estoy sonriendo porque llevo días enteros esperando por esta reunión.

No contestó a eso. Evitando cruzarse con mi mirada, avanzó hacia el fondo del despacho al mismo tiempo que se llevaba las manos detrás de la espalda. Lo seguí de cerca, caminando con buen ánimo detrás de él hasta que se detuvo junto al escritorio.

—Te llamé en privado porque quiero pedirte un favor —me explicó por fin.

—¿Un favor? —Por él, lo que fuera—. ¿Qué favor?

—Necesito que me ayudes a representar una obra de teatro.

Soltando una carcajada, me limité a dejarme caer sobre el asiento más cercano.

—¿Me llamaste con tanta urgencia solo porque quieres que actúe para ti? —inquirí.

—No para mí, sino conmigo —corrigió en voz baja, dando la impresión de que estaba avergonzado—. Una puesta en escena con el Concejo como público.

Se dirigió al asiento detrás del escritorio, no sin antes haberse preocupado por colocar entre mis manos el vaso de cristal que reposaba sobre la mesa. Le dediqué un ceño fruncido. Estaba comportándose de forma extraña, o sea, ¿obsequiar agua sin razón? No solo me parecía una cortesía inesperada, sino que, además, me dejaba pensando en la clase de favor que estaba a punto de solicitarme.

—Estás diciendo que quieres que te ayude a engañar al Concejo —traté de adivinar.

—Vamos, Emma, ¿la junta de ayer no te dio las pistas suficientes para deducirlo?

La junta de ayer, claro. Aquella en la que casi me da un infarto después de escucharlo decir que estaba "repentina y casualmente enamorado de mí". Bah, ¡por favor! Eso ni yo se lo creía a pesar de tener la esperanza de que así fuera algún día. Aunque si bien no había sido suficiente para despistar a alguien tan perceptiva como yo, desde luego había bastado para sembrar una semilla de duda en el resto de los concejales:

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