Lukas: 29 de abril de 2012

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No tenía siquiera una razón para estar en otro sitio que no se tratara del palacio. Por primera vez actuaba por impulso. Sin un plan, sin un esquema de horarios; tal como se escucha, simplemente estaba allí porque sí. No solo estaba harto del Concejo, sino que, además, sentía una urgencia inexplicable por escuchar la voz de Yvonne, aunque fuera por una última vez.

Cruzar por la puerta de esa cabaña fue un atrevimiento mío, pues era un hecho que una novena visita se salía por completo del marco de las ocho reuniones programadas. Lo más curioso es que, aún teniendo eso en claro, no vacilé ni un instante antes de encaminar mi marcha con decisión hacia el principio de las escaleras.

—¡Ni siquiera estás escuchándome! —oí gritar a Annaliese desde el segundo piso, lo bastante alto para obligarme a alzar la vista. Con pasos estruendosos, recorrió el pasillo en dirección a su recámara para luego cerrar la puerta de un solo golpe.

Estaba molesta, no hacían falta más pistas para deducirlo.

—Y molesta con Yvonne —me dije—, eso es casi seguro.

Todavía con la sensación de estar cometiendo un error, continué subiendo por los peldaños hasta alcanzar la primera habitación. La puerta estaba entreabierta. No me costó mucho esfuerzo abrirme paso hacia el interior y pretender que no había nada de malo con empezar una charla:

—¿Estás bien, Yvonne? Te ves algo... —manos en la frente, cabeza gacha y mandíbula apretada— preocupada.

Sentada en el medio de su cama, no tardó ni un par de segundos en levantar el rostro hacia mí.

—¿Qué estás haciendo aquí? —inquirió—. Creí que no nos veríamos hasta dentro de una semana.

—Pues... —siendo sincero, tenerla cerca era lo único que necesitaba— la verdad no lo sé.

—¿Meramente escapaste de tu comunidad o qué?

—Es muy probable.

Aparté la vista al darme cuenta de que ella iba vestida con pijama. Mirar de frente a una chica que usa ropa para dormir es descortés; las anécdotas universitarias de Philip solían ser muy específicas en cuanto al tema.

—¿Piensas quedarte allí parado? —me preguntó al momento.

—Dijiste que no podía entrar a tu cuarto porque era un lugar íntimo y personal —me expliqué.

—No, Lukas, yo... —su voz sonó divertida—. Me refería a que no puedes entrar si yo no te invito a pasar primero.

—¿Y qué hay con eso?

—Lo que estoy haciendo ahora es invitándote a pasar.

—Oh.

Tuve una sensación extraña en cuanto me permití cumplir con su petición, tal vez porque estaba cien por cien convencido de que yo no debía de estar allí.

—También puedes sentarte —agregó mientras ponía una mano sobre sus sábanas—. No voy a enojarme por eso.

Tenía prohibido acercarme a Yvonne de cualquier forma que no correspondiera a la establecida, pero ¿qué estaba haciendo ahora? No solo visitándola con una intención que dejaba de lado al plan, sino también concediéndome el derecho a acomodarme en la misma cama que ella... Vaya tontería, ¿no es cierto?

—Tú también te ves algo preocupado —apuntó—. ¿Ibas a algún sitio importante o algo parecido?

—No debería de estar aquí —le hice saber.

—¿Y en dónde sí?

—En una reunión con el Concejo —contesté.

—De acuerdo, pero... —vaciló— ¿por qué decidiste no ir?

Su pasado es inmortalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora