Philip: 24 de febrero de 2012

7 1 0
                                    

—¿Lukas?

Me da la impresión de que mi muchacho vive en dos realidades distintas. En ocasiones, pareciera que pasa los minutos encerrado en un mundo privado y solitario, inaccesible para el resto de nosotros sin importar cuánto se haga por seguirle el ritmo. Es fácil que permanezca estancado en sus propios pensamientos; su mirada se pierde en alguna parte de la habitación y luego se vuelve sordo ante cualquier sonido que provenga del exterior. Ciertamente, el reto no es asimilar los motivos o echar culpas a su autismo, sino encontrar la manera de recuperar su atención sin que ello implique malgastar la paciencia de por medio.

—¿Lukas?

Estaba acostumbrado ya al modo tan distante en que solía comportarse, de allí que tampoco me resultara engorroso concederle un tiempo extra y esperar.

—¿Lukas?

—¿Sí? —habló por fin.

—¿Vas a hacerme caso ahora?

Giró el rostro hacia mí.

—¿Estabas tratando de conversar conmigo? —Su pregunta fue genuina, quedaba claro a juzgar por el gesto inocente que me dirigió.

—¡Por supuesto! —resoplé—. ¿Por qué otra razón estaría sentado aquí sino?

—Creí que te habían parecido cómodos los asientos, esta clase de tela es la única que no...

—Oye, muchacho —me vi en la obligación de interrumpir sus divagaciones—. Necesito que centres tu atención en la actividad, ¿de acuerdo?

—¿Qué actividad?

Le señalé el montón de cajas que aún continuaban dispersas alrededor del despacho. Pilas y pilas de libros que faltaban por ordenar. Manuales, encuadernados e investigaciones científicas; todo era un desastre tomando en cuenta la gran cantidad de ejemplares que habría que revisar.

—Las pertenencias de tu padre —le recordé—. Organizar lo importante, deshacernos de lo insignificante.

No tardó ni unos segundos en dedicarme una sonrisa cargada de vergüenza.

—Es verdad. —Se llevó una mano a la frente para reprenderse a sí mismo—. Lo lamento mucho, Philip.

—No te disculpes por insignificancias —dije para minimizar el asunto.

—¿Has encontrado algo que parezca útil?

—Además de un fabuloso recetario de cocina latinoamericana —me guardé aquella revista en el bolsillo del saco—, en realidad no.

—Ir caja por caja nos quitará demasiado tiempo —pensó en voz alta.

—¿Sugerencia?

—Olvidémonos del tema y tan solo echemos todo a la basura.

Alcé la vista hacia él. Hasta cierto punto, por motivos de sorpresa.

—Me parece una idea brillante —respondí, complacido.

—Creí que estabas a punto de decirme que lo reflexionara con mayor detenimiento.

—¿Por qué? —Me encogí de hombros—. Tampoco es como que vayamos a requerir de todo esto de nuevo, ¿o sí?

Su rostro se volvió serio. Era consciente de la terrible sensación que lo invadía cada vez que alguien (ya sea con intención o por mera casualidad) hacía un comentario referente a la muerte de su padre.

—No debí decirlo de ese modo, muchacho —pedí perdón al momento—. Lo siento.

—La teoría referente al plan se encuentra dispersa en cada uno de estos libros. —Hizo lo posible por cambiar de tema—. ¿Qué tal si fuera yo quien más necesitara conservarlos?

Su pasado es inmortalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora