"En 'Éveil d'Ombre', comparto mi viaje a través de mis miedos más profundos. Cada palabra refleja mi lucha con el dolor y la oscuridad que sentía por dentro. A medida que enfrentaba mis temores, descubrí una luz inesperada que brillaba más fuerte cu...
"Con dificultad para respirar explicaste el infinito, que tan raro y hermoso... Es incluso existir."
Saturn - Sleeping at Last.
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𝙉𝙤𝙩𝙖 10: 𝙀𝙡 𝙥𝙧𝙞𝙢𝙚𝙧 𝙚𝙣𝙘𝙪𝙚𝙣𝙩𝙧𝙤
El primer encuentro no siempre se materializa en la forma de un abrazo o una mirada compartida. A veces, ocurre mucho antes de que dos cuerpos se encuentren en el mismo espacio, en ese lugar intangible donde las almas se reconocen, se encuentran, y sin saber cómo, comienzan a entrelazarse. Este encuentro puede ser silencioso, un susurro en la brisa que no se oye, pero se siente en lo profundo del corazón. No siempre sabemos cuándo sucede, solo que un día, al mirar hacia atrás, nos damos cuenta de que algo dentro de nosotros cambió, que el curso de nuestras vidas se desvió ligeramente, marcando el comienzo de algo que no se puede deshacer.
Nuestro primer encuentro fue así: invisible y poderoso, una corriente sutil que comenzó a fluir entre nosotros mucho antes de que nuestros nombres se escribieran en la misma conversación. No hubo anuncios ni señales que indicaran el comienzo de algo trascendental. Fue más bien como una chispa, un destello en medio de la rutina diaria, algo tan pequeño que podría haber pasado desapercibido si no fuera por el eco que dejó en mi interior. En ese momento, no era consciente de la magnitud de lo que acababa de suceder. Todo lo que sabía era que, por primera vez en mucho tiempo, sentí una conexión con alguien que, hasta entonces, solo era una presencia digital en una pantalla.
El primer encuentro fue, en realidad, un reconocimiento. Una sensación de familiaridad en medio de lo desconocido, como si algo en mí supiera, desde el primer momento, que él sería alguien importante en mi vida. No fue una revelación inmediata, sino más bien una intuición, un presentimiento que se fue afianzando con cada palabra intercambiada, con cada conversación que profundizaba la conexión entre nosotros. Al principio, éramos solo dos extraños compartiendo pensamientos al azar, explorando los bordes de una relación que aún no tenía forma ni nombre.
Pero, a medida que nuestras conversaciones continuaban, empecé a darme cuenta de que este encuentro, aunque no físico, era tan real y significativo como cualquier otro. Había una energía en nuestras palabras, una fuerza invisible que nos empujaba a abrirnos el uno al otro de maneras que nunca antes habíamos experimentado. Sentía que, con cada mensaje, estábamos desnudando nuestras almas, revelando partes de nosotros mismos que rara vez mostrábamos al mundo. En medio de esa vulnerabilidad, encontré un refugio, un lugar donde podía ser completamente yo mismo sin temor a ser juzgado.
Este primer encuentro no fue un evento aislado, sino más bien un proceso, una serie de momentos que, juntos, formaron el cimiento sobre el cual construiríamos nuestra relación. No fue un solo día o una sola conversación, sino un cúmulo de experiencias compartidas, de confidencias susurradas a través de la distancia, que nos acercaron de una manera que desafía la lógica. Era como si, en cada palabra intercambiada, estuviéramos reconociendo algo en el otro, algo que no podíamos explicar pero que sentíamos profundamente.
