Capítulo 15 [PARTE I]

294 80 22
                                    

«Yo prefiero no tener público».

La respuesta llevaba rondando su mente desde que Black Russian abortara el acercamiento. No estaba tan furiosa por su desprecio como aferrada a una estúpida esperanza: si Califa no hubiera interrumpido, quizá no se hubiera detenido. Incluso podría haberlo interpretado como una justificación, de esas de las que se notaba que no era adepto, pero que sabía que habría aplacado a Ayane: algo así como un «te abandono porque no soporto que me miren, no porque no te soporte a ti».

Terminó de vestirse ante el espejo para la velada nocturna, irritada porque sus pensamientos tendieran a confluir en el mismo tema. El mismo hombre. Se sorprendía acariciándose los hombros que él había rozado, el mordisco con el que había dejado su huella.

Horrorizada por el rumbo que tomaban sus prioridades, arremetía consigo misma y trataba de manipularse para pensar en algo distinto.

Pero no lo conseguía.

Por fin preparada con un conjunto de látex y unas botas de caña alta con tacón, lo único que se preguntaba era si Black Russian acudiría a la sesión de esa noche.

Ya no lo perseguía para averiguar si estaba metido en el ajo, o de lo contrario le habría molestado mucho más no haber tenido tiempo para registrar los cajones. Había reparado con horror en que con él se sentía una adolescente otra vez, cuando el cinismo no había arruinado su visión del romance tal y como lo concebían las soñadoras. Estaban regresando a ella esas absurdas creencias, en teoría superadas, de que la sola magia del enamoramiento podía convertir a un hombre de espíritu amargo en una máquina de palabras dulces.

Porque sí, había interpretado cada caricia suya como una rendición.

Cuando estuvo entre sus brazos en esas dos ocasiones, no le importó haber retrocedido diez pasos, diez años. No le importó quedar como una auténtica demente. El placer de equivocarse y tener pájaros en la cabeza la había hecho sentir especial.

Revisando las conversaciones que habían mantenido, se percató de que a su alrededor actuaba con una torpeza impropia de ella. También le salía un lado femenino y vulnerable que llevaba toda la adultez deleznando, del que incluso había llegado a burlarse para que no se atrevieran a pisarla. Se sentía amenazada por lo que representaba y por lo que podría encarnar de llegar a cumplirse sus sospechas, pero también a salvo del tedio que había dominado la inmensa mayoría de sus relaciones y que representaba su miedo más acérrimo.

Y es que una vez se permitía ser ingenua, empezaban los problemas.

Ya habían empezado.

Se sentía una neurótica al buscarle el subtexto a cada una de sus palabras, un poco alocada de tanto actuar con temeridad, pero que Dios la perdonara, porque había disfrutado cada segundo de ese bello caos y esperaba con ansias el momento de volver a verlo para que le pusiera el vello de punta con sus miradas cifradas, para arrojarse de nuevo de cabeza a esa vorágine emocional tan terriblemente adictiva.

Pero todo esto que dominaba ahora su pensamiento, ¿en qué lugar dejaba a Jace? Ayane apostaría su vida por que el amor hacia su marido no había cambiado un ápice. De hecho, lo echaba tanto de menos que daría cualquier cosa por abrazarlo y ponerlo al día de las novedades del caso.

Había pasado la mayor parte de su vida inmersa en relaciones abiertas, obsesionada con dos, tres, cuatro hombres a la vez, y elaborando distintos horarios para darle a cada uno el tiempo que se merecía. Esto le había enseñado a no preocuparse ni de celos absurdos ni del concepto de infidelidad asociado a la monogamia, y, sobre todo a no temer el futuro de su vínculo con su compañero cuando un nuevo amante la deslumbraba.

CLANDESTINO: Esta noche serás míaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora