Capítulo 16

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Ayane no pudo pegar ojo en toda la noche. El único consuelo que tuvo fue que, en esta ocasión, fue Jace quien acudió a su pensamiento cada vez que intentó dormir.

Pero ¿a qué precio?

Por más que intentó justificar su libertinaje echando mano de las excusas más habituales, como que era necesario para la misión, una sencilla verdad acababa desmontándolas: lo estaba disfrutando. E incluso ella, que trataba de aferrarse a una mentalidad abierta que dejó atrás sin otro remedio en cuanto pronunció sus votos, sabía que eso supondría un problema en Washington.

Había pasado un par de días distraída, permitiendo que su estúpida obsesión afectara no ya a su matrimonio, sino a su desempeño. No podía permitir que un drama sentimental siguiera interponiéndose entre su objetivo principal y ella.

La prioridad siempre había sido volver a casa cubierta de gloria.

Estaba empezando a desesperarse pensando que no lograrían dar con una sola huella.

—Solo nos dieron una semana para asegurarnos de que Fuego y Sangre está relacionado con las desapariciones y nos quedan dos noches, Fisher —mascullaba, caminando de un lado para otro. Aún estaban decidiendo a dónde se escaparían esa mañana para seguir investigando—. No podemos llegar a Washington y decirle a Wray que sí, que han sido los sadomasoquistas, y justificarlo con que tenemos una corazonada.

—Tenemos mucho más que una corazonada, Ayane —le replicó desde el sillón que dominaba la estancia. Se presionaba los ojos cansados con la base de las palmas—. Sabemos que la última vez que vieron a Jaylani fue en la fiesta de la Luna Llena. Si Califa no está implicado, y apostaría la vida a que es inocente, ¿no crees que le habría extrañado que la chica no volviera al resort para recoger sus pertenencias? Está claro que alguien limpió su bungaló por ella. ¿Y quién lo habría hecho, sino un trabajador pagado por alguien de dentro?

Ayane frenó en medio de la estancia con los brazos en jarras.

—¿Y qué sugieres? ¿Que interroguemos a los empleados? Ya lo intentamos sutilmente y parece que los van renovando cada año. No hay ni uno que estuviera en Fuego y Sangre el año pasado. Ni el anterior.

—Tendríamos que volver a colarnos en el despacho de los organizadores y buscar los datos tanto de los participantes actuales como de los trabajadores de los últimos encuentros. Con la lista oficial de invitados averiguaremos si es cierto que hay más gente de la cuenta y si las mujeres que hemos visto pulular por ahí están de verdad registradas o vienen sin identificación. En cuanto a los currantes dados de alta, con un poco de suerte localizaremos un teléfono al que llamar para preguntar sobre su experiencia aquí.

—¿Qué te hace pensar que hablarán?

—¿Se te ocurre algo mejor?

Ayane apartó la mirada, impotente.

No, no se le ocurría nada mejor. Su cabeza era un hervidero de reproches y pensamientos turbios. Había perdido la claridad necesaria para llegar a conclusiones inteligentes. Empezaba a sentirse una carga para Kingfisher, que había demostrado que, incluso cuando dedicaba todas sus energías a pincharla, seguía siendo un tipo competente.

Desde la noche anterior no había dejado de repetirse las palabras sinceras con las que Jace intentó disuadirla de aceptar el encargo.

Al final tendría que aceptar que no estaba a la altura de lo que se esperaba de ella.

Un puñado de días en un paraíso extranjero habían bastado para destapar unas dudas sobre su matrimonio que ni siquiera sabía que tenía; que creyó haber enterrado años atrás. Que no pudiera separar sus preocupaciones de sus responsabilidades contractuales era una flagrante falta de profesionalidad.

CLANDESTINO: Esta noche serás míaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora