Capítulo 11 [PARTE I]

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Esto te encantaría. Es precioso.

Ayane envió el mensaje a Jace y guardó el móvil en el bolsillo trasero del vaquero. Se había cambiado de ropa antes de coger el helicóptero porque nueve horas de vuelo habían hecho mella en el traje con falda de Miu Miu. No acababa de aterrizar en el resort de lujo de Koh Phangan con la intención de deslumbrar al personal, pero tampoco le gustaba llevar las prendas arrugadas o el maquillaje corrido. Su madre le había enseñado a estar presentable incluso en circunstancias adversas.

Suspiró, a sabiendas de que su rápido wasap no recibiría respuesta. Si Ayane estuviera interpretando el papel de una mujer casada, tendría la excusa perfecta para chatear con su marido con frecuencia, pero tanto a Wray como a ella les había parecido arriesgado que dijera tener familia, y Jace apoyaba las normas no escritas de protección del infiltrado. Al final, Ayane era la primera a la que le interesaba proteger su verdadera identidad, pero estaba nerviosa por lo que pudiera suceder esa misma noche, y cuanto más miraba a su alrededor, más la apenaba que su marido no pudiera disfrutar de las vistas.

Los organizadores del evento habían invertido bien el dinero de los invitados, porque habían reservado bungalós conectados por puentes colgantes de madera en una zona frondosa que se asemejaba a un parque natural. Los farolillos entre árboles exóticos iluminaron el camino que Kingfisher y ella hicieron hasta su lugar de residencia escoltados por un trabajador tailandés.

En cuanto dio el primer paseo de reconocimiento por la salita común del bungaló, amplio y decorado de acuerdo al feng shui y los estilos minimalistas asiáticos, sacó de nuevo el móvil y tecleó un mensaje.

Dormiré en mi propia cama. "Brooklyn" tiene un dormitorio aparte.

Esperaba que así Jace se quedara más tranquilo. Habían acordado darse libertad durante aquella semana, pero estaba convencida de que él no aprovecharía la oportunidad y no quería ser ella quien regresara al lecho conyugal convertida en una devorahombres. Se había comprometido a contarle a Jace todo lo que sucediera en Koh Phangan. Ahora bien: cuanto menos sucediera, mejor.

En lugar de abalanzarse sobre la carta que habían dejado a su nombre en la cama —«Kir Royale», rezaba una caligrafía historiada—, Ayane se asomó a la ventana de su habitación y contempló las vistas nocturnas. Una brisa fresca formó una corriente en el dormitorio.

Cerró los ojos y sonrió procurando moderar su entusiasmo.

Sentía punzadas de culpabilidad cada vez que se alegraba de estar allí, porque por desgracia era en detrimento de la paz mental de Jace. Pero hallarse en Koh Phangan significaba que tenía una oportunidad para demostrar que podía ser una agente excepcional, y que podrían encomendarle en el futuro casos delicados, no las operaciones sencillas que nadie salvo los holgazanes querían.

—Pareces una cría con zapatos nuevos —oyó a su espalda el tono burlón de Kingfisher—. Disimula un poco que te alegras de haber perdido de vista a tu marido.

Ayane se giró hacia el agente con gesto socarrón, en absoluto irritada porque solo tuviera palabras desagradables para ella. Se había acostumbrado rápido a la dinámica de pareja, y había descubierto que no le molestaba del todo. Una posible amistad entre los dos podría haber interferido en la misión haciéndola preocuparse por su integridad. Y si le hubiese gustado... habría sido aún peor.

—Hastiarte de tu marido es un privilegio que solo disfrutamos los que estamos casados —respondió Ayane—. Los que os divorciasteis antes de los treinta y cinco porque no le servíais a la parienta ni para apañarle una salida al cine, en cambio... —Lo dejó al aire adrede. La imaginación de Kingfisher haría el resto.

CLANDESTINO: Esta noche serás míaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora