ʟᴀ ꜱᴏᴍʙʀᴀ ᴅᴇ ᴜɴ ꜱᴜᴇÑᴏ |ᴛᴡɪʙʀᴀ

𝕮𝖆𝖕í𝖙𝖚𝖑𝖔 20 - El Último

Twilight había encontrado ya numerosas versiones de él. Resultó sorprendentemente sencillo: solo explicarles que su existencia dependía de este método. Los fragmentos habían dejado de lado su arrogancia y aceptaron rápidamente. Sombra, por su parte, se sentía revitalizado, su energía y fuerza renovadas. Sin embargo, a pesar de estas mejoras, continuaba desvaneciéndose, como una sombra que se escapa apenas al alcance.

—No entiendo... ¿Por qué sigues desvaneciéndote? —murmuró Twilight, su mente acelerada mientras fijaba su intensa mirada en Sombra. ¿Acaso estaba pasando algo por alto? Aún después de absorber varios fragmentos, él seguía vacilando, como un espejismo al borde de desaparecer por completo.

Sombra notó la expresión de profunda preocupación en el rostro de Twilight y, casi instintivamente, le ofreció una débil y tranquilizadora sonrisa. Era un gesto que parecía emerger de las profundidades de su propia fatiga. A pesar de su fuerza decreciente y la inquietante realidad de su condición, había una extraña comodidad en ver a alguien preocuparse tan intensamente por él.

—Quizás sea porque... no todos los fragmentos están aquí todavía —sugirió, su voz transmitiendo la convicción de que aún había fragmentos por encontrar, esperando ser reunidos.

—Lo peor es que todos dicen lo mismo cuando pregunto cómo se conectaron con mis sueños... —murmuró Twilight, su voz cargada de frustración, como si las palabras hubieran escapado involuntariamente.

Ambos, Twilight y Sombra, recordaron su reciente encuentro con uno de los fragmentos, y se destacaba vívidamente en sus mentes. La conversación había sido confusa e irritante:

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—¿Cómo es que no sabes? —preguntó Twilight, su voz teñida de frustración mientras su ceño se fruncía profundamente. Su pregunta estaba cargada de un sentido de urgencia, como si exigiera una explicación que resolviera la incertidumbre persistente.

—No lo sé, chica —respondió el fragmento, sonando cansado y exasperado. Había una palpable sensación de resignación en su tono—. Creo que uno de nosotros se le ocurrió la idea. Simplemente le vino de la nada. Ninguno de los demás había pensado en ello. Ni siquiera sé cómo logró hacerlo funcionar.

Las palabras del fragmento estaban cargadas de una frustración palpable, como si el mero hecho de tratar de explicar algo tan nebuloso lo desgastara.

—Pero, literalmente, somos lo mismo —intervino Sombra, mirando intensamente al fragmento.

—Sí, pero nuestras memorias también están fragmentadas. Es una mala broma —gruñó el fragmento con irritación—. De todos modos, acepto. Cualquier cosa para evitar desaparecer aquí.

Con esas últimas palabras, el fragmento experimentó una transformación profunda. Comenzó a resplandecer y pulsar con un brillo suave y radiante, su forma condensándose en una esfera luminosa de luz. La luz de la esfera se volvió más intensa y pura, como si reuniera toda la esencia y energía del fragmento en un solo punto concentrado. 

Lentamente, la esfera flotó hacia Sombra, su resplandor fusionándose con la oscuridad que lo rodeaba. A medida que la luz tocaba a Sombra, lo envolvía en un cálido y suave abrazo, fusionándose perfectamente con su propia forma.

Twilight miró hacia otro lado, su frustración creciendo. Nada de esto tenía sentido. Si ni siquiera entendía cómo se habían conectado en primer lugar, ¿cómo podría resolverlo? Sombra seguía desvaneciéndose. ¿Y si estaba equivocada? ¿Y si restaurar su alma no era suficiente y seguía desapareciendo a pesar de todos sus esfuerzos? El miedo la atrapaba fuertemente, frío y paralizante.

—Twilight, cálmate... —susurró Sombra suavemente. Quería insistir una vez más en que lo dejara, que se quedara atrás, pero sabía que no era el momento adecuado. No después de que ella había luchado tanto por él hasta ahora. —Tiene que haber una manera —dijo, tratando de sonar esperanzado.

—Sí... tiene que haber una manera... —respondió ella, su voz apenas audible, matizada con una mezcla de esperanza e incertidumbre.

Intercambiaron una mirada, y la mirada de Sombra era inesperadamente tranquilizadora. Ese momento parecía extenderse indefinidamente, pero ambos sabían que no había tiempo que perder.

—Vamos a buscar al último fragmento... —dijo Twilight, con determinación en sus ojos. Sabía exactamente quién era. En cada sueño, había encontrado una versión diferente de Sombra, pero faltaba una: la que la había besado por primera vez.

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Continuaron caminando, el entorno se volvía progresivamente más oscuro, como si las sombras estuvieran filtrándose desde cada rincón. Finalmente, lo vieron: un rincón aún más oscuro que el resto, donde un fragmento descansaba, casi como si estuviera acomodado cómodamente. No parecía estar en un estado de pánico como las otras versiones que habían encontrado. Twilight se acercó con cautela.

—Twilight... espera, déjame manejar esto —dijo Sombra, deteniéndola con un suave pero firme toque de su pata. Sintió que algo había pasado entre este fragmento y Twilight. ¿Era celos lo que sentía? ¿O tal vez solo inseguridad, un temor de que algo le sucediera a ella?

Twilight se detuvo, sorprendida por el tono de Sombra. Sabía que este encuentro podría ser diferente a los anteriores, pero ¿qué tan malo podría ser? Aun así, Sombra seguía desvaneciéndose, como si todos sus esfuerzos anteriores hubieran sido en vano.

—No... está bien. Puedo manejar esto —dijo rápidamente, apartando la pata de Sombra y avanzando una vez más.

—Twilight... —murmuró Sombra para sí mismo, su voz apenas un susurro. Allí estaba ella otra vez, siempre tratando de manejar todo sola. Sabía que podía ayudar... pero en ese momento, no era más que una sombra desvaneciente. Solo un fantasma, atrapado en su propia impotencia.

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Twilight avanzó lentamente hacia el rincón oscuro que parecía latir con vida propia. El fragmento aún no había notado su presencia, pero ella podía sentir lo que estaba a punto de suceder: en cuanto cruzara ese límite, todas las posibles rutas de escape quedarían selladas detrás de ella.

—¿Qué...? —exclamó Twilight, al darse cuenta de que estaba atrapada.

—¡Bueno, mira lo que tenemos aquí! —llamó una voz familiar desde detrás.

Maldita sea.