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El castaño no era estúpido, él sabía que había algo mal con el, puesto, que siempre escuchaba lo que las personas susurraba cuando pasaba cerca de ellas.

Pero sobre todo por cómo lo miraban, con lastima.

Había días en el que su cabeza dolía mucho y por eso lloraba, pero una noche escuchó llorar a su daddy en su habitación, él no quería preocupar a su daddy.

Es por eso que no le decía que le dolía la cabeza y que el piso parecía gelatina que lo hacía caer.

Un día el dolor fue muy fuerte y es por eso que corrió con el señor  del run run, y le pidió que lo llevara con su daddy.

El castañito llevaba una linda pijama de un gatito negro con orejitas y cola puesta y movía sus piecitos en espera de llegar a la casa grande de espejos y ver a su daddy.

Apenas llegaron se bajó corriendo como era su costumbre y se subió en el armario de metal, apretó el botón que lo llevaba al piso de su daddy.

La cabeza le dolía horrores.

Llegó corriendo y no vio a la bruja fea que le hacía caras feas cuando llegaba.

Abrió la puerta de la oficina de su daddy, y bruja fea estaba en el piso arrodillada mientras su daddy le jalaba el cabello a la bruja quien tenía las manos en las caderas de su daddy y le decía cosas que no entendía pero ahora no solo su cabeza dolía sino que también su corazoncito se sentía raro, y esa sensación no le gustó.

Es por eso que dejo salir su llanto inconsolable.

De pronto vio como la bruja fea y su daddy lo miraban y no le gustó la mirada que le dio esa mujer y tuvo miedo, así que salió corriendo de ahí.

El armario de metal se estaba cerrando y luego recordó que su daddy le dijo una vez que si tenía que bajar y el armario de metal no estaba lo hiciera por las escaleras con cuidado.

Así que se dirigió a ellas y con pasitos torpes y temerosos comenzó a bajar.

Le diría al señor del run run que lo llevara con el hombre que le hacía muchas preguntas, le diría lo que sintió en su corazoncito y que le explicara porque dolía mucho. Él le dijo que él siempre le ayudaría.

Las escaleras parecían muchas y ya se había cansado cuando por una puerta iba saliendo el señor del run run.

—joven Min, que bueno que está bien, el señor Min lo busca..

—no Min, Minnie, señor del run run quiero ir a ver al señor de las preguntas.

El chofer entendía lo que le pedía el joven de bellos ojos, aunque no lo parezca ellos hablaban mucho de todo, aveces solo eran ellos dos los únicos en aquella mansión, las personas del servicio le sacaban la vuelta a Jimin, y él sabía el porqué, sentía coraje con las personas porque si a alguien había que culpar era a Min y no al niño que traía sus mejillas, nariz y ojos rojos que lo miraba como si estuviera perdido.

Así que mandaría al demonio a su jefe y llevaría al niño al psicólogo, al parecer tenía que decirle algo importante y para él no había nada más importante que una necesidad del pequeño Minnie.

Los MinDonde viven las historias. Descúbrelo ahora