El castaño estaba sentado sobre la cama de su habitación, veía con determinación la luna a través de la ventana, sabia que él estaba en su despacho, lo supo desde el momento que llegó y lo fue a ver.
Había fingido muy bien seguir dormido.
No quería verlo, no quería que lo volviera a tocar, al fin de cuentas ellos no eran nada, él no significaba nada en la vida de él.
Aún le dolia la cabeza, pero el psicólogo le explicó que poco a poco iría recordando más cosas, gracias a él sabía ciertos sucesos de su vida y recordó otros.
Extrañaba a su madre, la quería con él, deseaba tanto que ella no hubiera enfermado y así por fin irse a vivir lejos de esa mujer que siempre llamaba para atormentar a su mamá.
Le pediría al chofer que lo llevara a la estación de trenes para regresar a Busan, jamás debió ir a buscar a su padre.
Escucho como pasos se acercaba a su habitación así que volvió a acostarse y a taparse, no deseaba ver a nadie.
Pero la puerta nunca se abrió, mejor así.
Recordó que el chofer le había dicho que si necesitaba algo le llamara no importaba la hora que fuera, él estaría ahí.
Así que aún con la cabeza dándole vueltas se levantó y buscó ropa para cambiarse y abrigarse, no se llevaría nada, total llegó sin nada y así se iría, solo tomó el teléfono celular y un poco de efectivo que le había dado el psicólogo por si lo llegara a necesitar.
Sin hacer mucho ruido comenzó a bajar las escaleras y cruzó el despacho de él y no escuchó nada, así que se apresuró a llegar a la puerta y cuando estuvo a punto de salir de ahí unos brazos se sujetaron a su cintura.
— ¡ SUÉLTAME! ¡NO ME TOQUES! ¡DÉJAME IR!
El pecho de Yoongi se hundía de ver cómo su último rayo de luz se le escapaba de las manos.
—bebé soy yo, tu daddy, mírame mi amo.
—¡NO SUÉLTAME, DÉJAME!
Y no lo pensó más, Yoongi lo giró hacia él y lo besó.
—bebé, no me dejes, tu no, tu eres mío, eres mi bebé.
Y los besos siguieron y aumentaron de intensidad.
El iluso e inocente corazón y hormonal cuerpo del castaño cayó de nuevo en las garras del pelinegro.

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Los Min
NouvellesLas historias que nos cuentan, no siempre son la realidad. Y los jóvenes Min lo saben de sobra