Los Min

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La nueva secretaria veía con detenimiento al joven castaño que siempre llegaba a la oficina del señor Min.

Todo el mundo le advirtió que jamás se los jamás se metiera con el, que fuera lo que fuera no lo hiciera enojar porque bastaba con un berrinche de él para que le dijera adiós a su trabajo.

Sus demás compañeros le dijeron que él era el joven Min, que era, por así decirlo, el hijo adoptivo de su jefe.

En su mente eso no tenía sentido, se llevaban entre sí como 5 años, pero quien era ella para juzgar las raras excentricidades de la gente rica.

Cierto día había llegado el castaño y como siempre se adentró a la oficina del señor Min, la secretaria seguía concentrada en su trabajo hasta que escuchó un ruido provenir de la oficina de su jefe.

Poco a poco se fue acercando y hubiera deseado no hacerlo.

Escuchó perfectamente los gemidos y gruñidos de esos dos.

Retrocedió hasta su lugar sin despegar la vista de la puerta.

Varios minutos después los vio salir de la oficina como si nada, tomados de la mano.

El castaño le pedía que le comprara unos muñecos que había visto en el centro comercial mientras el pelinegro sonreía.

Sentía su estómago dar vueltas, aún así bajo al comedor a tratar de comer algo.

Durante su descanso sus compañeros le explicaron que le joven Min habría tenido un accidente y que después de eso él había quedado, mal, físicamente era un joven, mentalmente era un niño.

¿Si como no? Niño para lo que le conviene, había pensado la mujer.

Pero entonces lo pensó más, es decir que su jefe estaba abusando de un niño.

Cuando terminó su descanso regresó a su lugar y vio a su jefe llegar con otro hombre, al cual reconoció como el mejor amigo de este.

Estaba apunto de entrar a la oficina pero se detuvo al   escuchar la conversación ajena.

¿Entonces el chiquillo fingía su condición médica? Pero sobretodo, a su jefe parecía no importarle.

El mejor amigo de su jefe lo dijo claramente. El
Joven Min estaba más lúcido que ellos dos juntos.