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«Esto tiene que ser una maldita broma»

El complejo de almacenamiento era un lugar triste, apagado, con luces pálidas y cajas repartidas por doquier. Muebles metálicos se extendían junto a las paredes, con cajas metálicas donde se guardaban documentos administrativos. Arthur se había encerrado allí con los estudiantes, quienes le aseguraron que allí no habría nadie más que el repositor. Era el lugar perfecto para detenerse a tomar aire, aunque el oficial todavía tenía fuerzas para luchar; no obstante, los estudiantes se hallaban demasiado cansados. 

Con la seguridad que les proporcionaba el repositorio, ambos tuvieron tiempo de frenar a pensar, sin embargo, Arthur no les iba a conceder mucho tiempo

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Con la seguridad que les proporcionaba el repositorio, ambos tuvieron tiempo de frenar a pensar, sin embargo, Arthur no les iba a conceder mucho tiempo. Había contactado con la base de nuevo, pero la respuesta era la misma, caprichosa y casi cíclica.

«No enviaremos refuerzos hasta que rescates al hijo del jefe»

—¡Maldición! —exclamó, propinando un golpe a una de las estanterías frente a él.

El eco resonó por la habitación y los estudiantes voltearon hacia él, espantados. El oficial los observó de reojo y pudo ver el miedo en sus miradas. Culpable, desvió su atención y suspiró.

«No debo perder la calma. Lo último que les falta a estos chicos, es estar encerrados con un lunático»

Arthur necesitaba recuperar el control de la situación. Todo había ocurrido muy rápido, de forma frenética. Había tomado una decisión precipitada, ¿qué estaría haciendo si no hubiera decidido adentrarse en la universidad? De seguro, algo menos riesgoso. Sí, por supuesto. Si él no estuviera allí, el comisario hubiera enviado a las fuerzas especiales a por su hijo, no a un simple policía. Quizá, si él no estuviera allí, ya hubiera comenzado un operativo para evacuar al alumnado.

«Pero no, todo esto es por el niñito mimado»

¿Cuánta gente había muerto hasta el momento? Esa pregunta no dejaba de atormentarle. Lo poco que había visto le terminó por revolver el estómago, pero dudaba que alguien pudiera enfrentar tal salvajismo. Él pudo enfrentar a los enloquecidos gracias a su arma, pero... ¿Y el resto de la universidad? Una posibilidad estremeció su cuerpo, ¿abarcaría toda la ciudad? ¿O se trataba de un hecho aislado? Lo que había visto no tenía explicación lógica, ¿cómo esa mujer pudo mantenerse con vida a pesar de sus heridas? ¿Acaso valía la pena reportarlo a la central? Él decidió guardárselo para sí, lo último que deseaba era ser tratado como un loco.

Regresó su mirada hacia los estudiantes, quienes se mantenían juntos, pero en silencio. ¿Qué estaría pasando por sus mentes en ese momento? Estaban con un poli, esa era la única certeza, si es que significaba algo. Arthur sintió aquello como una puñalada, pues era inútil en esa situación. No podía salvarlos, tampoco garantizar su seguridad. Los tres estaban en las mismas circunstancias, atados a una misión que los excedía. Quizá, lo mejor que podía hacer por ellos, en ese momento, era intentar charlar como una persona normal.

Código ZDonde viven las historias. Descúbrelo ahora