CAPÍTULO 24

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-Una, dos, tres...

El enfermero, acompañado de su ayudante, ayudó al alfa de cabello negro a incorporarse en la cama. Jungkook no pudo evitar soltar un gemido de dolor al ser colocado en la posición correcta. En los últimos días, desde que lo trasladaron de la unidad de cuidados intensivos a una habitación regular, los médicos habían insistido en que debía comenzar a recuperar movilidad. Los enfermeros, vigilantes, se acercaban de vez en cuando para asegurarse de que realizara los ejercicios recomendados y lo asistían en adoptar diferentes posturas que lo ayudaran a restablecer su fuerza física.

Casi tres semanas habían pasado desde el incidente, un lapso que parecía increíble. Jamás imaginó que su reencuentro con su ángel sería en circunstancias tan adversas. Siempre había soñado con algo más hermoso, quizás un encuentro lleno de romanticismo. Pero, en su lugar, había vuelto herido, sintiéndose más como una carga que como un verdadero alfa.

Las paredes blancas de la habitación, apenas decoradas con un par de cuadros que Jungkook apenas había notado, lo hacían sentir más atrapado. Se preguntaba cómo había llegado a ese punto, cómo su vida había dado un giro tan drástico en tan poco tiempo. Los recuerdos del accidente seguían siendo borrosos, como fragmentos de un mal sueño que se mezclaban con la realidad. A veces, intentaba forzar su mente a recordar más detalles, pero cada intento solo le dejaba un dolor de cabeza y una sensación de impotencia.

El silencio en la habitación solo era roto por el suave pitido de las máquinas monitoreando sus signos vitales. Sabía que debía concentrarse en su recuperación, pero la frustración lo consumía. Quería ser fuerte, para él y para su ángel, pero cada movimiento le recordaba lo frágil que era ahora. Su mente vagaba entre el presente y el pasado, entre lo que había perdido y lo que temía no poder recuperar.

Finalmente, cuando la puerta se abrió con un leve chirrido, su corazón se aceleró. Allí estaba él, su ángel, entrando en la habitación con una sonrisa que, aunque cálida, no podía ocultar la preocupación en sus ojos. Jungkook trató de devolverle la sonrisa, pero solo logró esbozar un gesto cansado.

Jimin dejó su mochila escolar a un lado y se acercó hasta tomar suavemente su mano. El pequeño omega había estado a su lado desde el primer día, cuidándolo con un cariño y amor que no conocían límites. Se había encargado de alimentarlo, velar su sueño, e incluso se había ofrecido como asistente de una enfermera cuando había sido necesario bañarlo. Para Jungkook, aquello había sido una experiencia extremadamente vergonzosa; no soportaba la idea de que otros vieran su cuerpo magullado y cubierto de cicatrices que probablemente nunca sanarían por completo. Esas marcas perdurarían en su piel como un recordatorio imborrable de todo el sufrimiento que había soportado desde el día en que su padre lo había traicionado.

El alfa no podía olvidar la expresión de Jimin cuando la enfermera le descubrió el brazo izquierdo, repleto de moretones y cicatrices, vestigios de todas las inyecciones de drogas que alguna vez se había administrado. Ver su reacción fue como un golpe silencioso, una mezcla de preocupación y tristeza que se reflejaba en el ceño fruncido de Jimin.

A tiempo (KOOKMIN)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora