Apenas podía conciliar el sueño. Todo lo que podía ver era aquel libro cerrado, tocando suavemente el lomo de terciopelo, mientras aún me mantenía sobre esa camilla. Finnic finalmente se había dormido, cubriéndose con sus enormes alas. Sin duda alguna, eran completamente majestuosas.
Me levanté descalza dirigiéndome hacia la salida. Tomé una frazada para cubrir mis brazos, caminando a hurtadillas, sintiendo en el viento frio una voz agitada que parecía pedir ayuda. Pensé de inmediato que se trataba de aquella llamada Lucille, la cual aún podía seguir herida. Sin embargo al dirigir cada uno de mis pasos ante esa desesperada petición, me encontré con una chica de figura delgada y pechos exuberantes completamente desnuda, de pie, tratando de aferrarse malogradamente de la madera de un pequeño armario. Bajo de ella, aquel chico llamado Zev, trataba de consumir sus caderas con suma agresividad.
—¡Intrusa! —la chica a pesar de su agitado estado, era capaz de detener cada uno de sus movimientos.
Salí de allí rápidamente, tomando cualquier dirección que me hiciese olvidar rápidamente aquel desconcertante momento. Aun se podía oír a esa chica la cual, obviamente no dejaba de maldecirme fuertemente. Despertaría a todos en cuestión de minutos, mientras trataba de encontrar nuevamente aquella tienda de Finnic. Solía ser un campamento lo bastante grande. Un laberinto de colores y algunas personas que solo deseaban que me marchase.
Estaba completamente abrumada. Me sentía en un lugar diferente, un sueño confuso donde verdaderamente anhelaba despertar. Aun me rodeaban fenómenos extraños, personas con las cuales no podría llegar a convivir. Tras mi mirada, los demás solo veían la sombra del Gran Maestro, de las atrocidades que había hecho Isobel.
El viento soplaba intensamente, se aproximaba una tormenta.
—No te preocupes por Eevi—susurraron detrás de mí—. Sus emociones suelen jugarle malas pasadas.
Voltee, Zev estaba con su torso desnudo, completamente expuesto ante aquel clima que desbastaría con todo a nuestro alrededor. No dejaba de relamer sus labios al verme, al sentir como su aliento tibio parecía abalanzarse con sumo cuidado hacia mi rostro.
—Verás—se cruzó de brazos, dejando ver un tatuaje de serpiente sobre su hombro derecho que se movía con sumo cuidado, con la intención de cobrar vida propia—, debiste haberte anunciado antes de entrar. La privacidad es muy importante en este lugar.
—¿Quieres que me disculpe? —inquirí.
—Pues, quisiera algo mejor que eso.
Su voz serpenteante parecía deslizarse sobre mi piel expuesta, envolviéndome en una muy escamosa sensación de la cual, en lugar de alejarme y volver a un sueño tranquilo, me hacía acercarme imprudentemente. Un abrupto escalofrío recorría mi espalda, mientras su mirada solo parecía pedirme algo a cambio. Un beso.
Conseguí apartar la mirada, despertándome de aquella especie de trance involuntario. Él no dejaba de reír, siguiendo con su camino.
Me quedaba con una sensación completamente extraña, un sabor de boca que se hacía cada vez más amargo de digerir. Apenas podía mantenerme de pie, con mi rostro empalidecido y una muy poca capacidad de mantener los ojos abiertos. Una gota tras otra caía sobre mi frente. Un producto de la inesperada llovizna, una fiebre incurable.
Un exuberante calor intensificaba el solamente retorcerme sobre todo ese pasto húmedo, recordando aquellos veranos insoportables en Ámsterdam, donde solo cabía la opción de lanzarse hacia el rio. Lo había hecho varias veces con mis hermanos, en cientos de momentos placenteros.
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El Ultimo Acto de un Corazón Roto
FantasyDespués de desmantelar el circo que acabó con la vida de su hermano, Roan ha desentrañado solo una parte del enigma que envuelve su trágica muerte. La verdad oculta tras las sombras de la extravagante troupe se revela como un entramado aún más compl...