La noche venía consigo trayendo cientos de clientes que se dejaban caer en aquel burdel, todos en grandes carruajes y algunos, en majestuosos corceles domando por ellos mismos. La ciudad brillaba y la música jazz, hacia alarde en aquel lugar. La noche, era el día para cada chica que se disponía a usar sus encantos femeninos.
—Puedes ir a la cocina cuando sea hora del cierre. Al igual que las demás debo decirte las reglas del establecimiento—comentó Nerida—. Ninguna sale mientras se realizan los espectáculos. Está prohibido agredir a los clientes y por sobre todas las cosas, no cometas una equivocación en este lugar. Es muy fácil confundir la gentileza que te estoy ofreciendo con aprovechamiento.
Asentí, mientras me entregaba toallas limpias y algo de ropa.
—Tu habitación será esta. Solo usa tu alias. Yo seré la única que te llame por tu verdadero nombre—guio sus pasos hacia la salida—. Eres bienvenida a trabajar si lo deseas. Una Elástica como tú siempre atrae a nuevos clientes.
Antes de poder darle una respuesta a su ofrecimiento, cerró la puerta. Me dirigí hacia el balcón, viendo aquella hermosa luna en cuarto menguante, una sonrisa, una uña. El clima era sumamente agradable, mientras algunos reían y se veían lo bastantes ebrios como poner un pie dentro del burdel de Nerida.
Una sombra se quedaba en una esquina, detenida sobre un farol el cual la luz poco a poco se hacía cada vez más escasa. No apartaba la vista de mí, solía ser el mismo sujeto de antifaz sobre su rostro. Se mantenía cruzado de brazos, parecía entreabrir sus labios, exhalando un largo y profundo respiro.
Al tratar de desviar mi mirada sobre la suya, intencionalmente volvía hacia ella. Una corriente extraña recorría mi espalda, teniendo que poner mi mano sobre mi pecho, pidiéndome a mí misma en silencio que solamente me calmase.
Giré mi cabeza hacia el interior de aquella habitación, aun completamente agitada. El sujeto ya se había marchado, esperaba que así fuera. Sin embargo parecía sentir que aun estaba allí o que le tendría detrás de mí, susurrando sobre mi cuello.
Todavía recordaba nítidamente la fragancia de Arlequín, el como solía acecharme por las noches hasta caer en el embrujo de sus labios, de aquel maquillaje en blanco y negro. Debía ser consciente ya de que le había perdido, de que jamás volvería a recuperarle. Ni siquiera, con un hechizo de bruja.
Había oído las voces de Ulric y Arlian, este ultimo llevaba un gran ramo de rosas rojas sobre sus manos, obviamente serían para alguna que cayera bajo ese burdo encanto de bestia. Ulric miró hacia arriba, sonriéndome.
Bajé rápidamente entre empujones y el ver como aquellas chicas iban de un lugar a otro gritándose, unas completamente desnudas, otras tratando de encontrar sus zapatos, joyas y maquillaje. Un ambiente bullicioso en donde al dar un paso tras otro sobre esas escalinatas, la mirada de ese hombre parecía desnudarme con cada pestañeo. Se mantenía de pie en aquel bar, dando sorbos de su whisky, relamiendo sus labios e ignorando a cualquier chica atractiva que se le acercase.
Las chicas y sus clientes iban de un lugar al otro, subiendo y bajando escaleras, introduciéndose en aquellas mesas privadas en donde rápidamente se escondían tras un telón, entre risas y sumo disfrute.
—Eve—era la voz de Ulric, me invitaba gentilmente a una de las mesas, mientras veíamos que ya estaba próximo uno de aquellos espectáculos. La compañía de Alrian, se mantenía adherida a una chica de largas piernas y piel oscura.
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El Ultimo Acto de un Corazón Roto
FantasyDespués de desmantelar el circo que acabó con la vida de su hermano, Roan ha desentrañado solo una parte del enigma que envuelve su trágica muerte. La verdad oculta tras las sombras de la extravagante troupe se revela como un entramado aún más compl...