VII

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Un escalofrío me arañaba el estómago. La lluvia inesperadamente había cesado. Cada gota estaba suspendida en el aire, quedando como circulares esferas cristalinas, perfectas e inmóviles.

Me veía completamente reflejada en cada una ellas, así como se distinguía la presencia de aquella bestia, quien gruñía hacia una sola dirección en específico. El vello de sus brazos se erizaba de inmediato, parecía a punto de desgarrar su espalda, convirtiendo esa piel emblanquecida en un completo pelaje oscuro.

Respiré hondamente. La bestia rápidamente tomaba completa forma. Su rostro se desgarraba entre quejidos y aquella saliva que caía hacia su cuello. Sus brazos se torcían, haciendo crujir cada uno de sus huesos. Se oían como el pisar de cada una de esas ramas, de mis pasos tratando de alejarme de él, de lo que en se estaba convirtiendo.

Pero un solo movimiento, me hacía quedarme completamente paralizada. Su rostro, cada una de esas facciones desaparecía totalmente, viendo a una bestia con el hocico manchado de sangre.

Intencionalmente había caído hacia el suelo, viendo cómo se me acercaba sigilosamente, sintiendo su aliento cerca de mi piel. Apenas podía contener las ganas de gritar, de pedirle que se alejase. Sin embargo sentía cada uno de mis colmillos sobre mi rostro, rozándome.

El sonido de pasos se incrementaba con un solo salto, desapareciendo por completo.

No podía siquiera atreverme a pestañear.

Dirigí cada uno de mis acelerados pasos nuevamente hacia el Monstre, siendo vista por todos aquellos fenómenos que tan solo me veían con suma extrañeza. No podía dejar de correr, sintiendo como algo o alguien seguía todavía persiguiéndome. Probablemente la bestia o aquellos que se decían ir tras mis pasos.

—¡Fennic! ¡Lucille! —chillé.

—Roan, ¿qué sucede? —Ulric detenía aquel desesperado llamado.

—Hay algo...—tartamudee—. Hay algo en ese bosque.

—Si hablas de la bestia, Tranquila, solo es...

La mirada de Ulric iba por encima de mi hombro. Observé hacia atrás, viendo a Boone llevar consigo un cuervo sobre sus manos. Su cuello estaba completamente quebrado.

—¿Lucille? —me inquieté.

—Ulric saca a la Elástica del campamento—decretó—. Ellos están aquí.

Ulric, asintió, tomando de inmediato mi mano. Me guiaba sin decir ni una sola palabra hacia la dirección contraría del Monstre. Nadie decía una sola palabra, siguiendo todo un ritmo aparentemente normal. Sin embargo se sentía aquella vibración en el aire, esa sola inquietud que me hacía querer volver y saber que estaba pasando.

—Ebrahim—susurré.

Me solté de la mano de Ulric, gritando una y otra vez su nombre, escabulléndome en todas esas carpas con tal de encontrarle. Un pensamiento fugaz pasaba por mi mente, la noche del Previo en Ámsterdam.

—Roan, ¿qué haces? —Ulric se mantenía detrás de mí, mientras buscaba debajo de las literas a ese pequeño infante de piel escamosa.

—Debemos sacar a Ebrahim de este lugar—expuse decidida.

—Roan no tenemos tiempo.

El Ultimo Acto de un Corazón RotoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora