Capitulo Nueve

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Al principio, Ohm creyó que Fluke tenía la misma especie de resaca que él sentía, a causa de aquella noche. No estaba seguro de querer analizar lo sucedido.

Ni podía hacerlo.

Aparentemente, habían seguido con las actividades habituales.

Tenían un montón de compromisos y ninguno de los dos estaba dispuesto a
saltárselos. Aunque él decía que no confiaba en Fluke, sabía que cumplía su deber en ese aspecto

«¿Es ese el carácter de un mentiroso?», le susurró una voz en su
interior, de la que hizo caso omiso.
Esa noche debían acudir a otro acto social. Y él, que se vanagloriaba
de saber todo lo que ocurría en el reino y de conocer los detalles de los
actos benéficos que promocionaba, se había olvidado por completo del
propósito de aquel.

Empezaba a preguntarse si no se habría comprometido en exceso en
aquella actividad benéfica, destinado a demostrar al pueblo que era mejor
rey que su padre.

Que su reinado estaría lleno de cosas positivas y que las negativas serían las menos.

Le había resultado más fácil centrarse en esas cosas cuando estaba soltero, cuando no estaba Fluke.

Porque, aunque fuera un mentiroso, prefería pasar la noche con él, solos los dos.

Fluke le contaba historias alegres de su estancia en el internado y hacía
que parecieran pequeñas aventuras, aunque él sabía que aquel internado era uno de los más restrictivos que había.

Le contaba cosas de su madre y de la mansión de la Provenza, donde,
según él, siempre hacía sol e incluso su padre resultaba una persona
entretenida, a su manera. A Ohm incluso le gustaba que discutiera con él del modo sutil en que lo hacía, como si presionándolo suavemente fuera a darse cuenta de sus errores y a compartir el punto de vista de él.

Y a veces lo hacía tan hábilmente que él acababa dándole la razón. Pero su padre le había enseñado lo mentirosas que podían ser las personas. ¿Y cómo no iba a creer Ohm a un hombre tan imponente, tan convencido de su magnificencia?

Las personas mentían, sobre todo cuando afirmaban que no era así.
Aunque Fluke lo había engañado, se había delatado la noche de bodas, por mucho que a él le gustara que no lo hubiera hecho, por mucho que, cuando él estaba acurrucado a su lado, deseara olvidarlo.

La verdad era la que era, le gustara o no.

Si no fuera así, no tendría que comportarse con tanta precaución
cuando estaban juntos ni luchar contra la adicción que sentía por Fluke.

Esa noche pensó que preferiría que se hubieran quedado en el palacio, en vez de estar participando por obligación en una aburrida
conversación con otros dirigentes mundiales que nada tenía que ver con el arte de gobernar, sino que solo era una forma de buscar la ocasión de que
les hicieran una fotografía.

Ohm estaba harto de buscar ocasiones para ser fotografiado.

Intentó localizar a su consorte.

No le resultó difícil. Destacaba sobre todas las personas aristócratas que lucían brillantes collares. Fluke resplandecía con una fantástica luz propia.

Y era suyo.

Tan fascinado estaba por Fluke, aunque le costara reconocerlo, que
tardó unos segundos en percatarse de quién era la persona con la que
hablaba.

Parpadeó para estar seguro de no cometer un error. Fluke hablaba
con lady Loretta, la primera amante de su padre.

Se quedó petrificado, como si hubiera visto un fantasma.

Pasión  sin amor. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora