Aquel rastro de luz ☄️

Hera

Silencio.

Nadie se atrevia siquiera a abrir los ojos ante la presencia imponente de un dios enfurecido. Menos si se trataba del padre de los dioses griegos.

Sus hijos ya conocían el temperamento de su padre, más la traición de Palas Atenea había hecho que varios no estuvieran presentes.
Todos la respetaban por su conocimientos y su temple. Era comparada al nivel de dioses ejemplares como Maat (diosa egipcia) y Baldr.

Sabían que lo sucedido con los humano no quedaría impune y la guerra estaba cerca.

Por su parte, Zeus disfrutaba de castigar a sus sirvientes. Ni hubo había sido capaz de detener a su hija de entrar a sus dominios y de mantener a su prisionera.

Ambas habían escapado sin ningún impedimento y ahora no podía encontrarlas.
Su frustración aumentaba porque no contaba con la ayuda de sus hermanos. Cada uno estaban completamente "perdidos" por su humano.

-Ya nadie puede servirme como se debe - dijo mientras el dios frente suyo caía en seco.

La pila de cuerpos se acumulaban frente a todos.

-Si quieres vivir, encuentrelas - ordenó y sus palabras retumbaron por todo el templo.

Esto era el comienzo de algo mucho más, era el pensamiento que todos los presentes compartían.

Una vez solo, Zeus caminó hacia sus aposentos. Suspiró aún teniendo en sus manos la sangre de los débiles que se equivocaron.

Una figura se acercó a la entrada de aquella habitación. Estaba completamente  furiosa, dólida pero sobre todo, hastiada de tener que lidiar con las mismas traiciones de su esposo.

Aunque ya no le interesaba amorosamente, sus traiciones eran una falta de respeto a su dignidad como esposa. Pensó que había perdido el interés en los humanos desde que organizó aquel enfrentamiento con los humanos. Pensó que sus deseos habían acabado cuando vencieron y decretó el castigo divino.

¿Tantas veces debía equivocarse?

Hera, una de las mujeres más importantes para la mitología  griega, miraba cada movimiento de Zeus en silencio, controlando su propio impulso de matarlo.

Ese sentimiento seguía insistiendo. Era tan fuerte que admitía su propio autocontrol. Pese a todo, sabía que no podía acabar con su vida. Los humanos siempre tuvieron la culpa de provocarlo.

Ellos se lo merecían. Ellas se lo merecían.

-No te quedes ahí, querida. Ven - señaló el dios al lecho mientras seguía a la mujer sin mirarla directamente.

El padre de los dioses griegos sentia que la humana lo había llevado a los extremos de todo. Estuvo a punto de tomarla y saciar los instintos que tuvo desde que la vió. Corrompida, un alma completamente sumida en el caos era casi un placer culposo.
Por otro lado, deseaba matarla con sus propias manos. Esa fue una de sus metas cuando envío a su hijo Hércules.

Quería ver cómo cumplía su venganza de matar al Einherjar que los había humillado. Quería una muerte y al mismo tiempo, recuperar el poder divino de su hijo. El que lo hiciera en el mundo mortal era solo parte de la obra. Simplemente, era un plan perfecto.

Ahora no solo estaba solo, había sido traicionado por su hija mayor. La humana estaba a salvo y protegida. Unicamente le quedaba el consuelo de que su querido hijo no despertaba aún de su sueño.

Hércules no había matado a la humana en Midgard. Cada día  de su ausencia, su tormento aumentaba. Cuando había notado en el relato de Atenea los cambios perjudiciales entre ambos, todo cobró  sentido.
La única manera que encontró para impedir que la humana sobreviviera una vez más fue inducirlo a un sueño profundo.

Solo debía tomar a la humana, después matarla y todo habría terminado.

Hera se acercó hasta el lecho que compartía con su esposo.  Sentada a su lado empezó a desvestirse.

Zeus sonrió de nuevo. Al menos su esposa tenía la intención de acostarse con él.

Seguramente desea matarla

Pensaba mientras acariciaba el cuerpo de la inmortal. Habían compartido tanto tiempo juntos que ya no podía esconder nada de él. Sus intenciones eran claras.

Esta vez, no pensaba detenerla. Su Hera podía encontrar a la humana, la dejaría hacer su voluntad por una vez.

Después de todo, soy un buen esposo.