Capítulo 3

15 1 0
                                    

Nunca me había sentido tan idiota como en ese momento en el que se abrieron las puertas y apareció el chico con el que me había peleado minutos antes en el vestíbulo. Sentí cómo el calor subía a mis mejillas, y tuve que hacer un esfuerzo sobrehumano para mantener la compostura. Mi mente intentaba desesperadamente procesar lo que estaba sucediendo: Alejandro Martínez, con su actitud arrogante y su mirada crítica, era, según Joaquín, el salvavidas perfecto para guíarme en el mundo del arte.

- Encantada, mi nombre es Lara Torres —titubeé nerviosa.

- No nos conocemos, ¿no? —dijo Alejandro con una sonrisa irónica, cruzando los brazos sobre su pecho—. Me suena tu cara.

Por un instante, quise desaparecer, pero me obligué a mantener la calma. Esto no era más que una pequeña humillación; después de todo, nada era peor que haber salido corriendo de un restaurante dejando allí al que creía que era el amor de mi vida.

- Quizá nos hemos cruzado en la recepción —respondí, intentando sonar más segura de lo que me sentía.

Dudé si disculparme por la escena que había protagonizado minutos antes, pero supe que no era el momento. Tendría que explicarle a Joaquín lo sucedido, y no quería que se sintiera decepcionado ni arrepentido de haberme ayudado una vez más. Alejandro me observaba como si intentara descifrar quién era yo en realidad. Su mirada me puso nerviosa, pero hice todo lo posible por no apartar los ojos de los suyos. Sus ojos, de un azul profundo, parecían jugar animadamente con mi incomodidad, y a pesar de mi necesidad de desviar la mirada, me esforzaba por no parecerle una persona sin confianza.

- Bueno, ahora que las presentaciones están hechas, ¿por qué no pasamos a lo que realmente importa? —dijo Joaquín, haciendo que ese breve instante en el que parecíamos ser los únicos dos en la sala se desvaneciera—. Alejandro, como te mencioné, Lara es una artista con mucho talento y un enfoque muy visceral en su trabajo. Creo que te gustará lo que tiene entre manos —añadió, mientras nos hacía un gesto para que nos sentáramos.

Este era un momento crucial para mi carrera, y no me podía permitir titubeos ni dudas. Tenía que ser clara y honesta. Joaquín me dio un leve apretón en el brazo, una señal de apoyo que agradecí en silencio.

- Veamos entonces —dijo Alejandro, relajando un poco su postura—. Muéstrame lo que tienes.

Sentí el peso de su mirada mientras sacaba de mi bolsa un pequeño portafolio que Joaquín me había pedido que trajese, con algunas de mis obras recientes, incluyendo una foto del cuadro que había pintado la noche anterior. Se lo pasé a Alejandro, quien lo tomó con calma, pasando las páginas con una expresión indescifrable. Su silencio era intimidante, pero intenté no desesperarme. Joaquín me miró ofreciéndome un atisbo de expectativa y confianza, pero yo solo podía concentrarme en Alejandro, quien estudiaba mis obras como si estuviera buscando algo en particular. Algo que quizás no podía encontrar. Unos minutos después, los cuales parecieron horas, cerró la carpeta y la colocó con cuidado sobre la mesa. Por unos segundos, no dijo nada, lo que hizo que mi ansiedad aumentara a niveles inimaginables. Finalmente, levantó la mirada y me observó con seriedad.

- Lara, hay algo en tu trabajo que destaca. Es intenso, llamativo... crudo. —Hizo una pausa, como si estuviera eligiendo sus palabras con cuidado—. Pero también noto que falta conexión. Se nota que sabes pintar, pero no tienes del todo claro lo que quieres expresar. Cada obra es diferente a la anterior, y puede ser una debilidad si no hay un hilo conductor entre ellas. Por ejemplo, observando las fechas, el cuadro de la foto —el cuadro post ruptura— es totalmente distinto al anterior. Lo que se expone debe tener un sentido, algo que ayude a navegar por la historia del artista o, al menos, a seguir una narrativa coherente.

Has llegado al final de las partes publicadas.

⏰ Última actualización: Sep 07 ⏰

¡Añade esta historia a tu biblioteca para recibir notificaciones sobre nuevas partes!

Fuimos un cuadro de MonetDonde viven las historias. Descúbrelo ahora