1. El encuentro de dos almas solitarias

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Eran los últimos días de clases en mi universidad. Pronto comenzarían las vacaciones y todos –maestros y alumnos– ultimábamos los detalles finales antes de cerrar el semestre.

Me levanté del escritorio y comencé a entregar los últimos exámenes y trabajos a mis alumnos, y les informé de su calificación final. Luego de un año, tendría que decirles adiós a algunos buenos alumnos con que me había encariñado a lo largo de las actividades, así que fue un día liberador para ellos, pero uno más bien nostálgico para mí.

Me despedí de la mayoría de mis alumnos con un apretón de manos y una felicitación, y luego, mientras los estudiantes empezaban a abandonar el salón, empecé a juntar mis papeles para irme. Entonces, me fue imposible no notar que algunos rostros familiares solo deambulaban por ahí, esperando algo. Mientras preparaba mi maletín y me levantaba de mi lugar, una de mis jóvenes alumnas se me acercó.

—Hola, Juliette —le dije, un poco sorprendido—. ¿Cómo estás?

Juliette había sido una de mis alumnas estrella, probablemente la mejor de todas. Siempre se mostró muy cortés conmigo y participaba a menudo en clases, incluso me presentaba trabajos extra. Pero no fue hasta el último día, en que contemplé de cerca su gran sonrisa y brillantes ojos castaños, que me di cuenta de que la extrañaría más de lo que pensaba.

—Profesor Greer —me dijo ella, con las manos detrás de la espalda, mientras contoneaba su cadera con un encanto infantil—. ¿Alguna vez volverá a darnos clases? —preguntó amablemente.

Casi me sonrojo, y titubeé un poco mientras contestaba.

—Em... no... digo... no creo —me di cuenta de que me estaba poniendo un poco nervioso—. Solo les doy a Tercer y cuarto Semestre... así que supongo que no —terminé, con un suspiro casi inaudible.

Juliette no mostró ninguna sorpresa y solo se quedó mirándome, con una sonrisa indescifrable. Miré de reojo a mi alrededor; ya solo quedaba un alumno más en el aula, e iba directo hacia la salida.

—Bueno —dije, desviando la mirada y empezando a andar—. Que tenga felices vacaciones —me despedí.

Pero ella me siguió de cerca.

—Perdón, profesor —me dijo cándidamente—. Pero quería decirle algo.

Me detuve y la miré.

—¿Sí? —pregunté. Empezaba a sentir la boca seca.

—Siempre creí que usted era una persona muy interesante.

Su respuesta fue como recibir un martillazo en la cabeza. No esperaba que una persona tan correcta como ella me dijera algo así. Creo que temblé un poco antes de responder.

—Pues... yo también creo que eres una persona interesante —las palabras escaparon de mi boca incontrolablemente.

No había pensado mucho en eso hasta ese momento, pero en realidad era una persona interesante no solo era una muy buena muchacha, educada, amable y honesta, sino que también destacaba en todas las materias de la escuela (que yo supiera). También tenía varios talentos y era miembro de dos o tres clubes (entre deportes, debate y artes), siendo una estudiante distinguida de toda la universidad.

Luego de pensarlo, me sentí aún más honrado de su halago. Yo solo era un joven maestro novato, que había tenido demasiada suerte al obtener un empleo en la universidad, y quién sabe por cuánto tiempo podría mantenerlo.

Juliette pareció notar cómo me conmovía por dentro, porque lo siguiente que supe fue que sacó un sobre de su maletín y lo puso en mi mano. Me quedó ahí de pie, paralizado, sin idea de qué hacer, y antes de enterarme de qué ocurría, Juliette ya salía por la puerta.

En brazos de mi alumnaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora