3. Dos chicas intrépidas y un bebé estúpido

118 8 1
                                    

En el auto, Sandra se ofreció a conducir, y pude sentarme en el regazo de Juliette. Ambas chicas se pusieron los lentes oscuros y encendieron el auto. Juliette me cuidó muy bien de camino al parque.

Durante el viaje, Juliette y su amiga (mi otra alumna) no dejaron de platicar, sobre sus planes más inmediatos: empleos, estudio, interinatos.

Mientras, yo miraba hacia afuera; todo lucía tan grande y diferente, que tenía una visión completamente distinta de la ciudad. Luego, alternativamente, miraba a mis alumnas e intentaba prestar atención a sus conversaciones.

—Entonces eso es media beca, ¿y de dónde sale la otra mitad? —preguntó Juliette, con ligereza.

—Puedo hacer trabajo de laboratorio extra martes y jueves. También cuenta como Servicio Social, son 6 créditos al final de la carrera —explicó Sandra, muy confiada—. ¿Y tú?

—Voy a pedir interinato en Universidad Soria —contestó Juliette, sin siquiera parpadear.

—¿No necesitarías un diplomado especial para eso? —preguntó Sandra.

—Puedo hacerlo los sábados —respondió Juliette, mientras me mecía en su regazo—. También hay un intensivo de verano este año. Puedo hacerlo en el primer semestre. Luego me concentraré en otros cursos.

Las oí hablar con tanta madurez sobre finanzas, estudios y planes de trabajo, que empecé a sentirme avergonzado. Me di cuenta de lo pequeño que era comparado con ellas. Yo solía trabajar solo medio tiempo y luego relajarme en mi casa jugando videojuegos, sin ninguna otra clase de plan. Yo en verdad era un bebé comparado con la muy adulta perspectiva y planes de vida de ellas.

Empecé a descubrir lo tonto que era yo al pensar que pude haberles enseñado algo; y que probablemente solo habían sido amables al intentarme hacer sentir que era importante para ellas.

Ansioso, al sentirme contrariado toda mi vida, empecé a mover mi redonda cabeza de bebé a un lado y a otro, mirando por la ventana mientras soñaba con solo escapar de ahí. Pero luego, sentí una caricia en mi barbilla.

—¡Mira, Tom! —Juliette me hizo cosquillas, haciéndome soltar una risita, mientras me levantaba para ver por la ventana—. ¡Llegamos al parque! —señaló alegremente.

Abrí los ojos y vi el paisaje verde brillante, con globos de colores flotando por todas partes. Todo lucía nuevo e increíble, tanto que olvidé todos los problemas que había creado en mi mente y me dediqué a disfrutar el paseo.

Sandra estacionó el auto y Juliette me llevó por el parque, mientras ambas chicas caminaban bajo el sol y seguían su charla. Casi me sonrojé por el extraño sentimiento de estar en el exterior en mi nueva forma. Personas y a veces familias se nos cruzaban caminando, pero ninguno parecía prestarme atención.

Nadie sabía quién era yo en realidad, era solo un pequeño nene en los brazos de mi alumna. No supe qué pensar, pero en secreto disfruté acurrucarme en los pechos de Juliette y dejé todo a su cuidado.

—Ah, aquí es —dijo Sandra.

Llegamos a un kiosco donde Sandra compró la revista que andada buscando. Parecía muy emocionada a respecto, mientras Juliette me entretenía enseñándome los juguetes de hule espuma que vendía un juguetero.

—¿Te gusta el osito o la jirafita? —me dijo, en un tono infantil, mientras los ponía sobre mi cabeza.

Hipnotizado por sus colores, levanté las manos para tratar de agarrarlos, pero riendo, Juliette los quitó de mi alcance una y otra vez. Por fin abracé a la jirafita y las chicas emprendieron una caminata hacia la fuente. Ahí, Juliette se paró frente a ella, sosteniéndome en brazos, y luego miró hacia abajo. Yo también miré, y recordé el insignificante bebé en que me había convertido a su lado.

En brazos de mi alumnaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora