7. La dignidad perdida de un hombre bebé

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Eran como las 2:00 p.m. y mis dos alumnas tomaron su almuerzo en un food truck que había dentro del centro comercial, dándome mi biberón para que me entretuviera mientras ellas discutían cosas importantes sobre sus futuras vidas como estudiantes universitarias maduras e independientes.

Luego de acabar nuestro almuerzo, Juliette me acostó en una de las bancas de la plaza para revisarme el pañal.

—Veamos... —dijo, mirando hacia abajo y frunciendo el ceño, muy interesada, mientras yo bajaba mis cejas con algo de pena.

Naturalmente, había llenado mi pañal un par de veces, pero Juliette no tuvo la menor vergüenza en cambiarme ahí a la vista de todos; para esto tuvo algo de apoyo de su amiga Sandra, quien levantó mis piernitas para que Juliette pudiera limpiar mis partes privadas y dejarlas libres de cualquier desperdicio.

"Oh... no..."

Al principio, yo estaba nervioso de que alguien nos fuera a ver, e insistentemente volteaba a izquierda y derecha, aterrorizado.

Mi aprensión fue disminuyendo poco a poco, sin embargo, al irme dando cuenta de que por los pasillos cruzaban cantidades de personas a nuestro alrededor, en ambas direcciones... y a ninguna pareció importarles lo que fuera que estuviéramos haciendo, tan solo pasando de largo sin prestarme siquiera nada de atención.

Así que luego de que, juntas, mis alumnas me empolvaran y encremaran el trasero, y me pusieran mi pañal desechable, Juliette me cargó en sus brazos y acompañó a Sandra fuera del mall, para salir al estacionamiento.

Después de haber recibido mi biberón y mientras Juliette me cargaba (me había echado sobre su hombro y daba palmaditas suaves en mi espalda para hacerme eructar) y de aquel refrescante cambio de pañal... empezó a entrarme un plácido sueño. Así que...

—Zzz... zzzz... —sin poderlo evitar, me quedé dormido en brazos de mi alumna.

—Je je —alcancé oírla decir, cuando abrían la puerta de mi camioneta y ella me bajaba de su hombro para subirme.

Luego, ya amarrado al asiento del coche, entre sueños pude notar cómo llegábamos al apartamento de Juliette, me bajaban del auto, y una de mis alumnas me cargaba para introducirme junto con ella a mi casa.

Sandra pasó, de nuevo, el resto de la tarde con nosotros, simplemente relajándose con su amiga. Aunque estaba dormido... entre flashazos de conciencia, creo recordar haber oído algo sobre lo que decían: hacían planes para ir al parque acuático el día siguiente; pero también hablaron sobre hombres y relaciones.

En realidad, no pude captar gran cosa, porque al paso de unos cuantos minutos, mi mente acabó de apagarse y me quedé completamente dormido.

--O--

A juzgar por la luz que entraba por la ventana... sería eso de las 6:30 p.m. cuando volví a despertar y me di cuenta de que ahora yacía en una cuna, otra vez con solo puestos mi playerita y pañal. La casa estaba tan tranquila y silenciosa, ya sin la usual plática entre mis dos alumnas, por lo que deduje que Sandra ya habría abandonado el apartamento desde hacía tiempo.

—Mm. Mmgh... —conforme me recuperaba del estupor en que me hallaba por el pesado sueño que había tenido, mis sentidos poco a poco se fueron agudizando.

Y noté, con creciente incomodidad, que el pañal que cubría mi entrepierna estaba mojado. Sintiendo la sal de mi propia orina escocerme, no pude evitar comenzar a retorcerme llorando en mi cuna... hasta que, sucumbiendo a mis instintos más infantiles:

—¡BWEEEEEEEE...! —solté un fuerte y agudo chillido de desesperación.

Para mi fortuna...

*TAP TAP TAP*

En brazos de mi alumnaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora