¿somos amigos?

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Hola buenas noches
Aún es sábado para actualizar.
Pido disculpas por la demora.
Nos vemos la siguiente semana.

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A la semana siguiente en el que fue anunciado que el pequeño bastardo correría bajo la bandera de Gakuganji Motors, una trágica noticia apareció en las noticias, el piloto oficial había muerto en un trágico accidente automovilístico el mismo día en el que ganó la carrera usando el auto maldito. Este evento terminó causando que la famosa maldición del pequeño bastardo adornara cada encabezado de los más famosos periódicos y portales de noticias.

—¿Te enteraste lo que le sucedió a Carter? ¿No te preocupa que Yuji termine de la misma forma si consigue el auto? —preguntó a Gojo que jugaba en su celular mientras esperaban que iniciaran las clases.

—No estoy realmente seguro de que lo quiera para correr… Hakari, ¿Qué conoces de la familia de Yuji?

—¿Qué? Sabía que este día llegaría… Te invito a mi casa para que pueda ensañarte cada una de las cosas que he logrado conseguir… Va a ser increíble…

—¿Por qué tanta obsesión con ellos?

—Se nota que no sabes nada.

—Si sigues así no pienso ir a tu casa.

—NO. Es decir, no hace falta que reacciones así amigo. Te contaré todo.

—Por cierto, Hakari, ¿Cómo es que nos salimos con la nuestra? Pensé que nos atraparían. 

—Querrás decir que estuvieron a punto de atraparte a ti. Se que eres un genio y para ti es pan comido el póker y otros juegos, pero ganar de la forma en que lo hacías lo único que iba a causar era que nos vetaran de los casinos y así no podemos estafarlos. Además, nadie piensa que hijos de personas influyentes como nosotros pueden estafarlos, normalmente lo piensan al revés. Ven en nosotros la oportunidad de quitarnos uno que otro millón.

—Entiendo, eso nos hace prácticamente invisibles.

—Exacto. Satoru ¿En qué piensas gastar tu dinero? —preguntó con picardía.

—¿Desde cuando ustedes son tan amigos? —preguntó Shoko corriendo a Hakari de su silla.

—Digamos que durante mi castigo descubrí que Hakari no es tan malo.

—Creo que Satoru tiene razón —dijo Geto apareciendo de repente.

—Te veo luego Gojo —dijo Hakari despidiéndose, pues podía sentir que ya no era bienvenido.

—¿Cómo estuvo el confinamiento?  —preguntó Shoko sin despegar los ojos de su celular.

—No me lo vas a creer —respondió emocionado con toda la intención de contarle la verdad, pero al ver a su amiga sin reaccionar, dijo una estupidez: —Pues me encontré con un duende que vivía en mi casa.

—¿Enserio? Wow, que interesante —dijo con evidente sarcasmo sin mirarlo.

—Al principio me dio miedo, pero terminó siendo una buena persona. ¿Y sabes que pasó?

—¿Mh?

—Pues como era un duende nalgón me lo cogí —dijo riéndose al imaginarse a Yuji vestido de ayudante de Santa Claus.

—Ya veo, entonces no fue tan malo.

—Hahaha, Shoko ¿si quiera escuchaste lo que Satoru dijo?

—Seguro no era importante. ¿O hiciste algo increíble sentado desde tu casa? ¿Cuántas campañas online conquistaste?

Satoru estuvo a punto de gritarle en su cara que había participado en las más letales carreras ilegales que existían en el país, que estuvo a punto de morir varias veces, que peleó por la victoria y que aun tenia los moretones para probarlo, que brincó de un auto en movimiento, que apenas lograron sobrevivir a la horda y lo fácil que había sucumbido su corazón por un hombre, cuyo nombre no se sacaba de la cabeza.

Sin embargo, se reprimió.

—Conseguí muchos logros.

—Ves Suguro. Lo mismo de siempre —respondió sin mirar a ninguno y la ira apareció en su interior, quiso reclamarle su desinterés ¿Acaso no eran amigos? ¿Por qué ninguno lo había buscado? Cuando estuvo a punto de abrir la boca el profesor llegó.

Pese a estar en clase, Satoru solo podía pensar en todas las veces que de niño lo rechazaron por ser un Gojo. Los que se acercaban no lo soportaban, era demasiado jactancioso, pretencioso y perfecto. Incluso sin quererlo, incluso con la intención de agradar a los demás para tener amigos y no estar solo, el resultado era el mismo, nadie soportaba su personalidad. Poco a poco, se convenció que su destino era estar solo, hasta que conoció a Suguro Geto y a Eiri Shoko, quienes contra todo pronóstico parecían no solo soportarlo sino considerarlo su amigo.

¿Amigos? En su mente apareció la sonrisa de Yuji, la forma en la que sus hermanos peleaban, las anécdotas que contaban sobre como se conocieron, lo mucho que se hacían bromas y aun así seguían juntos, se sacaban fotografías y videos vergonzosos, hacían fechorías y celebraban salirse con la suya, y sobre todo, la forma en que se acompañaban en sus locuras, ¿Acaso Suguro y Shoko harían lo mismo? ¿Subirían a un auto a toda velocidad para conquistar la victoria?

Recordó la carrera en la que conoció a Yuji. Suguro había subido a su auto porque sabía perfectamente su forma de conducir, pero en el momento en el que Yuji tomó el control se desmayó. ¿Si manejara de forma tan demente subiría a su auto, así como él lo había hecho? Y Shoko… ella prefirió competir en su contra segura de ganarle precisamente porque conocía su forma de conducir ¿Ella se subiría a un auto que el manejara a toda velocidad? ¿Sería como Nobara que pese a estar herida, enferma y con miedo por la forma de manejar de Yuji, subía sin importar qué, por el simple hecho de ser amigos?

El recuerdo de la reunión por la victoria en el deshuesadero de aquella parte olvidada de la ciudad, rodeado de las personas más peligrosas, excesos y riesgos, había sido la mejor noche que cualquier fiesta de alto nivel le hubiera proporcionado. Las locuras, las risas y la hermandad entre personas con las que podían confiar en los peores momentos, lo llenó de nostalgia, pues, a pesar de que los amigos de Yuji se enteraron de su origen, nadie prestó atención, ninguno cambió su trato hacia su persona, no le temían, compartieron lo poco que tenían con él y nunca lo rechazaron pese a sus comentarios clasistas, claro que se enojaron con él muchas veces, pero nadie lo hizo a un lado, nadie dejó de hablarle y gracias a la intervención de Yuji, se atrevió a pedir perdón.

De repente, el salón de clases parecía tan irreal que lo invadió una profunda nostalgia.

Carreras ilegalesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora