PRÓLOGO

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MARCUS

—Prometimos que esto sería para siempre —dice, transportándome a cuando estábamos en el London Eye hace tres meses y a mitad de un beso me hizo prometerle que la amaría hasta la eternidad.

Parece que hayan pasado años desde ese momento.

—No, Maia —la corrijo, dándome la vuelta porque sé que las palabras no van a salir de mi boca si continúo mirándola. Si vuelvo a echar la vista hacia esos preciosos ojos azules una sola vez más, no voy a ser capaz de irme—, prometimos que siempre nos íbamos a querer y yo voy a hacerlo hasta que las estrellas caigan del cielo y leas el último libro que quede en la tierra. Cuando todo eso ocurra, tal vez incumpla mi promesa. Tal vez.

—¿O sea que, pese a lo que he hecho, me vas a amar hasta el final? —Su voz se quiebra al terminar de formular la pregunta.

No tengo dudas cuando respondo, justo antes de cerrar la puerta para no volver a verla nunca más.

—Sí, Maia, digamos que para siempre. 

Digamos que para siempreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora