Episodio diecisiete: Un gesto significativo

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La velada había transcurrido sin mayores complicaciones, lo que para Fang ya era un pequeño triunfo. Esta vez, y para su alivio, ningún jarrón antiguo o piano fue destruido, aunque no había faltado mucho para que la catástrofe volviera a repetirse. Sin embargo, cuando Fang notó que el ambiente comenzaba a descontrolarse, los empresarios elevando sus voces y los vasos llenándose con demasiada frecuencia, decidió intervenir. Con una mirada severa, se plantó ante ellos y les dirigió un regaño que ninguno de los presentes olvidaría fácilmente. Después de esa reprimenda, el ambiente se calmó notablemente. Los empresarios continuaron bebiendo, pero con más moderación, conscientes de la presencia vigilante de Fang.

La fiesta había sido un éxito, tanto para Ayato como para Fang, aunque en aspectos diferentes. Ayato había logrado su objetivo de conocer a un grupo importante de figuras del mundo empresarial de Liyue, mientras que Fang, a su manera, había triunfado al evitar cualquier incidente mayor. Para alguien que estaba acostumbrada a lidiar con las travesuras de su padre y sus amigos en estas reuniones, mantener el orden durante toda la noche era un logro digno de reconocimiento.

A pesar de estar visiblemente agotada, Fang se mantuvo firme hasta el final, despidiendo cortésmente a cada uno de los invitados mientras Ayato la acompañaba, brindándole apoyo en ese tedioso momento final de la fiesta. Sabían que la jornada había sido desafiante para ambos, aunque en distintos sentidos. La capacidad de apoyarse mutuamente, aunque solo fuera en esos pequeños gestos, les brindaba un leve consuelo.

Finalmente, cuando el último invitado se retiró, un profundo silencio cayó sobre el salón. Fang y Ayato compartieron una mirada exhausta pero satisfecha. Fang, asumiendo el papel que su padre había abandonado a mitad de la fiesta, debido a su incapacidad para mantenerse consciente después de beber en exceso, se encargó de todo. Hizo que los empleados llevaran a su padre, que estaba dormido en una silla del salón, hasta su habitación. Para su tranquilidad, hasta se aseguró de que le tomaran el pulso para descartar cualquier preocupación mayor.

Cuando el salón quedó vacío, Fang se dirigió lentamente hacia su propia habitación, deseosa de dejar atrás el cansancio y la tensión de la noche. Sin embargo, justo cuando estaba a punto de abrir la puerta de su cuarto, la voz de Ayato la detuvo.

- Fang.

Ella se giró para mirarlo, sorprendida por el tono serio con el que la había llamado. Ayato parecía algo nervioso, y sus mejillas mostraban un leve rubor. Fang no supo discernir si aquello se debía al alcohol que había consumido o si había otra razón detrás de su gesto.

- ¿Sí? - respondió con un aire de curiosidad.

Ayato vaciló un instante antes de hablar. Sus ojos se fijaron en los de Fang, y con una expresión que mezclaba culpa y arrepentimiento, murmuró:

- Lo siento.

Fang lo miró, perpleja por esa repentina disculpa. Antes de que pudiera decir algo, Ayato continuó:

- Desde que llegué aquí, no he hecho más que causarte problemas. Te he molestado sin razón y, para colmo, me burlé de ti de maneras que no merecías. - Suspiró profundamente, como si esas palabras le hubieran pesado durante todo el día. - Tenías razón... No estaba tomando el cortejo con seriedad, lo siento mucho.

Fang permaneció en silencio, sorprendida por la sinceridad en las palabras de Ayato. Él, por su parte, no podía dirigirle la mirada por mucho tiempo, arrepentido de sus acciones.

Después de la discusión, Ayato se quedó sumido en sus pensamientos por varios días. Las palabras de Fang resonaban en su mente una y otra vez. No había ninguna razón para que ella lo soportara, mucho menos para que le cayera bien. Desde el primer día que se conocieron, Ayato había sido, en sus propias palabras, un payaso. Se había comportado de manera inmadura, siempre intentando llamar su atención de la peor manera posible: con bromas constantes, irrumpiendo en su tiempo personal cuando era evidente que ella prefería estar sola, y aprovechándose de cualquier oportunidad para molestarla.

Mi señorita ;; Kamisato AyatoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora