Episodio cuatro: A Paso Sigiloso

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Después de la desafortunada velada de la noche anterior, Fang se sumió en el sueño al llegar a su residencia, no quería seguir con las complicaciones que implicaba seguir despierta. Así que al cruzar por la entrada de su hogar, se encaminó directamente hacia su alcoba para descansar. Mañana pensaría en todos los problemas que tendría que afrontar, mientras tanto, prefería ignorarlos durmiendo.

A la mañana siguiente, la sirvienta personal la despertó. Le informó que el baño estaba ya dispuesto, ya que Fang no solía inaugurar su día sin un relajante baño. Procedió con su rutina matinal, y luego de ello, se dirigió al comedor. No obstante, antes de hacerlo, se tomó un profundo suspiro, buscando hallar serenidad antes de enfrentar a su padre y al caballero que ahora compartía su morada. Sin embargo, al entrar al salón, lo que encontró fue una estancia vacía.

- ¿Dónde están mi padre y el señorito Ayato? -preguntó dirigiéndose a una de las sirvientas.

- El amo y el señor salieron, me parece. - respondió. Un destello de esperanza cruzó su mirada ¿Significaría esto...? ¿Estaría disfrutando de un momento de soledad? Fang no pudo evitar alegrarse, estaba tan alegre que podría brincar en una sola pierna. Se sentó en la gran mesa vacía a comer, el sonido de las hojas de los árboles chocando entre sí era sinónimo de silencio y no solo de silencio, si no también de paz.

¡Ay, pero que paz había! ¿Podría considerarse esta una retribución de los dioses por los desafíos de ayer?

Tras terminar con su desayuno, huyó apresuradamente de su hogar, deseando no encontrarse con su padre o Ayato en su camino. Recorrió la entrada de su hogar con una sonrisa radiante, agradeciendo que su padre no estuviera en casa al momento de su partida. Seguramente, si él estuviera presente, habría insistido en que Fang llevase consigo a Ayato a donde quiera que fuera, bajo el pretexto de "mostrarle Liyue" al caballero. Estaría fuera de casa todo el día, y así, no tendría que lidiar con su padre o con Ayato.

-¡Já, la mejor de las suertes encontrándome hoy!~ -dijo sacándole la lengua a su propio hogar, como si de  su padre se tratará. Se giró hacía la entrada de su casa dispuesta a salir cuando chocó con algo que la hizo rebotar, la barriga de su padre.

-¡Loto! ¿A dónde vas tan temprano? - La fémina se puso completamente pálida ante el encuentro inesperado.

- Buenos días, mi señorita. - La voz de Ayato se escucho detrás de su padre, como si hubiera estado aguardando pacientemente el momento oportuno para hacer su entrada. Fang se inclinó en una reverencia y, luego, reingresó apresuradamente a su hogar, buscando el refugio de su alcoba. Se dejó caer en su cama y emitió gritos ahogados contra la almohada, pataleando en frustración.

- ¿¡Porque, dioses, porque!?

Lloriqueo, por un breve lapso. Después de recomponerse, decidió que no podía permitirse permanecer confinada todo el día. Sería aún peor si el caballero permaneciera en la casa como ella y ambos coincidieran en algún lugar. Optó por la discreción y el sigilo para efectuar su escape silencioso.

Lo mejor era salir, sin ser vista, sigilosamente, sin que nadie lo notará. Antes de salir, Fang efectuó algunas rondas por su hogar, asegurándose de la ubicación de su padre, quien se encontraba en su despacho, y la de Ayato, cuya localización le tomó un poco más de tiempo, en la biblioteca, ambos alejados de la entrada. Esto parecía perfecto para burlarlos y salir sin ser vista.

Una vez localizados sus objetivos, Fang subió a su habitación para buscar su bolso, Debió apresurarse para evitar que los hombres se desplazaran antes que ella. Descendió las escaleras y corrió hacia la entrada, donde su padre y Ayato sostenían una conversación a la mesa, junto a la puerta.

Es todo o nada. No me rendiré ahora.

Convencida de su capacidad para pasar inadvertida, pues ambos parecían distraídos por sus respectivos monólogos - probablemente tediosos-, Fang avanzó con sigilo, evitando cualquier sonido que pudiera alertarlos. Sin embargo, su intento fracasó.

- ¿Va la señorita a alguna parte? - preguntó el peli azul.

"Y qué cree usted."

- Solo ire a dar un breve paseo, es todo. -sonrió y trató de irse, pero su padre, por supuesto, no permitiría que fuera tan sencillo.

- En tal caso, deberías llevar a Ayato contigo. No tenemos compromisos en la agenda para hoy, y estoy seguro de que apreciará más tu compañía que la de un anciano.

-Aunque disfrute de nuestros intercambios de opiniones exquisitamente elaborados, no me importaría pasar la tarde en compañía de una bella dama,- añadió el caballero, sonriendo con sutileza.

"Puagh. ¿No se cansaba de adornar todo lo que decía?"

- Claro. - sonrió Fang mientras apretaba los dientes, estaba segura de que se romperían por la presión. Con la sonrisa, ahora vuelta una mueca, Fang salió de su hogar, todo su esfuerzo había sido para nada.

- ¿A dónde vamos? Si es que puedo preguntar. - Se acercó el hombre, confianzudo, hacía ella.

- No, no puede. -mascullo de mal humor, caminando a paso rápido, como sí quisiera dejarlo atrás -Si quería-.

- Genial, amo las sorpresas. - todo lo que se escucho de la fémina fue un gruñido tal perro. El peli azul se rió en voz baja.

"Que adorable"

Mi señorita ;; Kamisato AyatoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora