🎋 𝐂𝐚𝐩í𝐭𝐮𝐥𝐨 𝟕. 𝐀𝐛𝐚𝐧𝐢𝐜𝐨 𝐈🎋

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En los jardines reales, existían dos secciones de bosques de bambú. La primera se encontraba justo a mano derecha de la entrada del enorme palacio, para que sus invitados pudieran respetar aire fresco luego de largos viajes hasta llegar ahí. El segundo se ubicaba en la parte trasera de las habitaciones de Luo BingHe y era un área más privada de uso personal para el Emperador, aunque a veces como ese día, solía llevar a la gente de más confianza a tener una charla amena o un pequeño desayuno.


En esta ocasión, en un espacio entre los árboles y cerca de la pequeña laguna, habían colocado algunas mesas llenas de variados platillos: pato asado, arroz blanco acompañado de verduras, dumplings pequeñas masas rellenas de carne, pastelitos de limón, bizcochos de canela al vapor, nian gao pasteles de azúcar morena con frijoles rojos dulces, y demás postres de diferentes sabores y colores.


Ambos se encontraban sentados y disfrutaban del tranquilo ambiente. La luz del sol se filtraba ligeramente entre los troncos delgados del bambú, el aire que soplaba entre las hojas creaba una melodía natural y daba un aura de frescura a todo el lugar. Yingying tomó con sus palillos varios de los postres dispuestos en la mesa para colocarlos en su propio plato. Al notar esto, Luo BingHe sonrió y se burló un poco de ella.


—Yingying nunca cambias, siempre prefieres comer el postre al inicio. Te dolerá el estómago por el azúcar, trata de comer al menos un bocado de carne o arroz antes.


Negando con la cabeza, la chica llevó un pedazo de un pequeño pastel a su boca, después otro y otro más.


—Si como primero lo demás ya no tendré espacio para los dulces y seguramente los terminarás tirando, ¡Antes muerta que dejar que pase eso! —el tono infantil que usó, hizo que BingHe dejará salir una sonora carcajada.


—¡Por supuesto que no, mi cielo! Los hubiera guardado para ti, para que los comieras más tarde —El Emperador llevo uno de sus dedos a sus ojos para limpiar la pequeña lagrima que escapaba debido a las risas. — Quizá como postre para la comida o la cena.


Aun con las mejillas llenas de comida, Yingying continuó debatiendo, esta vez apuntando al otro con los palillos, sin preocuparse por la falta de respeto que eso pudiera implicar. Para ella, los modales no tenían importancia cuando se trataba de defender los deliciosos dulces preparados por las hábiles manos de su marido.


—Eres un mentiroso, A-Luo. La última vez dejé tres pasteles y al día siguiente cuando los busqué, uno de los cocineros me dijo que los habías tirado.


—Eso fue porque ya estaban en mal estado debido al calor, no iba a dejar que te los comieras y te enfermaras. —Sin borrar la dulce sonrisa de su rostro y una mirada llena de amor hacia la mujer, levanto una de sus manos para bajar los palillos con suavidad que aun apuntaban a su persona —Aún no es verano, así que si quieres dejarlos para el desayuno de mañana los encontrarás en donde sea que los guardes.


—¡Sí! pero además de eso, quiero comerlos ahora que estás tú aquí. Si no, pasará mucho tiempo antes de que me vuelvas a cocinar algo y que podamos sentarnos juntos a comer.


Ahí fue donde la sonrisa de Luo se borró lentamente, mientras su esposa seguía comiendo alegremente sin darse cuenta de lo que sus palabras habían provocado en su marido.

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