🎋 𝐂𝐚𝐩í𝐭𝐮𝐥𝐨 𝟏𝟎. 𝐋𝐮𝐳 𝐝𝐞 𝐥𝐮𝐧𝐚 𝐈𝐈 🎋

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Habían comprado dos bollos para cada quien. Comieron sólo la mitad de uno y guardaron el resto en sus "camas" para días posteriores, o al menos lo mucho que pudieran aguantar en buen estado. Algunas monedas habían sobrado y de la misma manera las habían resguardado para alguna emergencia en el futuro.

La entrada del pueblo estaba llena de comerciantes que ingresaban y salían a todas horas. La aldea donde vivían no era precisamente un lugar de comercio, pero sí era el paso y posada de muchos viajeros que se detenían a descansar algunos días para continuar con su viaje hasta llegar a su destino.

Por lo general, Jiu era el que solía conseguir limosnas más fácilmente, su cara de nenuco y sus ojos verdes "llenos de inocencia" lo hacían el chivo expiatorio perfecto para conmover el corazón de la gente. Qi-ge al ser un poco mayor, ya no era tan bien visto y recibía más insultos e incluso golpes si trataba de acercarse a la gente.

Jiu tenía en claro que no siempre podría aprovecharse de su "infantil apariencia" y el tiempo era su mayor enemigo, cada día que pasaba sabía que era una oportunidad menos de comer en el día y de conservar todos sus dedos intactos, claramente también de proteger a su Qi-ge.

Por eso, en tiempo de necesidad había aprendido a robar alguna cartera o monedero para su propia supervivencia. Se escabullía rápidamente entre la gente y era sigiloso como una serpiente, o como la noche anterior, que había entrado al burdel del pueblo vecino con la esperanza de encontrar algún cliente lo suficientemente inconsciente para quitarle sus objetos de valor. Lo único que no previno fue que al tratar de tomar la bolsa de monedas sobre la mesa, empujaria accidentalmente la botella a su lado, despertando al hombre cuyo rostro estaba frente al suyo.

—Estás muy callado... ¿En qué piensas?

—Tenemos que aprender a cultivar, no debemos quedarnos mucho tiempo aquí, el tiempo pasa y cada vez las limosnas son más escasas.

—¿Eh?... pero... según yo solo la gente de familia "bien" puede entrar a esos lugares...

—Por eso vamos escabullirnos en alguna de ellas, la más cercana es la Secta Cian Qiong. No está muy lejos, seguro que podemos montar alguna carreta y salir de aquí.

—¿Y qué pasará con los otros chicos?

—¡Que se busquen su propios caminos! Ya suficiente tengo con tener que cargar contigo.

El rostro del mayor se tornó triste y decaído, pero sabía que Jiu tenía razón, no debía poner en riesgo su propia seguridad y calidad de vida por los demás, mucho menos cuando el mundo estaba lleno de traidores a la espera de apuñalarlos por la espalda.

—Al menos deberíamos decirles que nos vamos, los castigaran por nuestra culpa.

—No hay "nuestra culpa", si despiertan y no nos ven, y aun así no hacen nada por huir, entonces es su problema, no el nuestro.

El día pasó rápidamente y tal como temían tuvieron que usar algunas monedas de su "reserva" para cumplir con la meta. Al menos hoy podrían contar con una comida y un techo bajo el cual dormir.

Mientras caminaban de regreso a "casa" Qi-ge notó como algunos hombres detrás de ellos no les quitaban los ojos de encima. Dejándolo pasar como una mirada despectiva hacia los de su "clase social" siguió caminando sin darle importancia.


Fueron los últimos en llegar, cada uno con sus limosnas en la mano, extendiéndolas hacia el dueño, quien las recogía y contaba para dejarlos entrar a la "cocina", al menos a la mayoría. Dos de los tres adolescentes solo habían conseguido dos o tres monedas. El de las tres monedas fue reprendido en ese momento con un fuerte latigazo en la espalda, que cortó parte de su ropa dejando un rastro de sangre, cuando el otro se arrodilló para ayudar a su compañero fue jalado hacia el cuarto trasero, donde las pinzas para "dedos" lo esperaban.

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