🎋 𝐂𝐚𝐩í𝐭𝐮𝐥𝐨 𝟏𝟑. 𝐌𝐚𝐧𝐬𝐢ó𝐧 𝐐𝐢𝐮 𝐈𝐈 🎋

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En el jardín se sentía un ambiente de paz y tranquilidad, el pequeño estanque artificial con peces de colores daba un toque de frescura al sitio. De vez en cuando, Jiu metía su mano en el agua fría solo jugando, creando ondas en el agua y llamando la atención de los peces que se acercaban curiosos.


Haitang había tenido que salir a visitar a una de sus primas que había dado a luz hace poco. No regresaría hasta dentro de un mes, un mes que seguramente sería bastante largo y tortuoso.


Que se haya convertido en el prometido de la hermana menor no significó que su posición de sirviente cambió. Seguía realizando tareas y trabajos de parte directa de su amo, y cuando cometía algún error seguía siendo reprendido por éste. Sin embargo, cuando Haitang se marchó, los castigos aumentaron de nivel incluso si eran errores insignificantes. Nunca podrá olvidar cuando por equivocación se vendieron tres costales de arroz de más a un prestamista del pueblo vecino. La paliza que le habían propinado no solo Jianluo sino también algunos de sus allegados y compañeros de trabajo lo habían dejado en cama varios días. Parecía que se estaba desquitando del tiempo en que él "era intocable".


Múltiples cicatrices se extendieron por su espalda pero, ya que Haitang nunca había visto esa parte de su cuerpo antes no podía sospechar que fueron resultado de un suceso en la Mansión. Trataba de imaginar que el tiempo que durase sin la protección de su prometida le costaría mucho más que unos simples latigazos para distraerse del día.


Caminaba por el mercado, supervisando que los trabajadores de los puestos de semillas de la familia Qiu no necesitarán nada cuando a lo lejos observo un grupo de personas rodear algo, con su curiosidad innata se acercó la pequeña muchedumbre para ser testigo de la nueva "atracción".


Un hombre pasado de los cuarenta, con túnicas algo desgastadas se mantenía sentado en posición de loto parloteando acerca de la "magia" de la que era capaz de crear con sus manos. Un brillo inusual apareció de una de sus manos simulando una especie de llama y la gente encantada dejaba salir expresiones de asombro de sus bocas mientras dejaban limosnas y pagos por el pequeño espectáculo.


Encarando una ceja, Jiu solo se retiró sin hacer ruido, era claro que el hombre era un cultivador de tierras lejanas poseedor de algunas habilidades de las que los cultivadores locales no disponían y por ende, la gente se creía el cuento de que era verdadera magia. Solo hacía falta sumar dos más dos para entender, pero desde hace mucho tiempo había dejado de esperar que la gente tuviera neuronas en su cabeza. Aun así sintió algo de envidia del hombre, usaba una habilidad tan pobre y aún así obtiene ganancias por ello. Aunque a juzgar por su apariencia seguro que todo el dinero terminaba en vino o en burdeles.


Siguió su camino sin mirar atrás, sin percatarse de la mirada que lo vigilo en todo momento.


Habían pasado algunas semanas desde aquel entonces. Era tarde por la noche, su cuerpo dolía y se encontraba en las afueras de su habitación curando una herida en su estómago. Como en las últimas semanas, los vasallos de Qiu Jianluo solo estuvieron a la espera de cualquier mínimo error para acorralarlo y usarlo como saco de boxeo. Por lo general solo usaban sus puños y en algunas ocasiones un látigo, pero últimamente uno de ellos había traído una daga para herirle, solo esperaba que no se repitiera... o que no escalara a mayores.


—¡Ay! chico, qué patética escoria vestida de seda eres.


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