6. Miradas que hablan

61 31 28
                                    

Estaban las dos amigas sentadas en una mesa de una cafetería.

- Dale, no me tengas en ascuas, me dijiste que sabías algo de los chicos. - Le pregunta Brennan ansiosa. Astrid se pone muy seria.

- Me acabo de enterar que hace varios meses hubo una balacera en el galpón donde trabajaban ellos, que Alexander murió y Diego fue preso, no sé si aún sigue encerrado o no. Los agarraron a todos in fraganti con la droga. Y pensar que le dejé de hablar cuando me dijiste a lo que se dedicaban, ahora él está muerto.

- Lo siento mucho, es horrible que haya pasado todo eso, yo nunca leo las noticias por eso nunca me enteré de nada.

Brennan quedó impactada con la noticia, realmente no se la esperaba. Todo empezaba a tener sentido de por qué no lo vio más por la zona de su departamento, ni su trabajo.

No podía creer lo que les pasó, el se lo había advertido que era un trabajo peligroso de mucho riesgo y ella no le quiso dar importancia en su momento.

Tenía que averiguar si estaba aún preso, porque si no era así entonces Diego ya no tendría más motivos para rechazarla.

2 años despues

Brennan volvía del pueblo donde vivía su familia, los había ido a visitar, nuevamente estando en la ciudad, seguía buscando a Diego por las calles, pero nada. Quería aunque sea verlo desde lejos para estar tranquila.

En el boliche al cual salía solo para ver si se lo encontraba se le acercaban chicos lindos para coquetear pero ella no les hacía caso, no sentía lo que le había hecho sentir Diego cuando lo conoció.

- - -

Diego había estado solo unos días preso, lo largaron porque no tenía nada que ver con lo crudo del negocio, era un simple empleado para la policía.

Desde que salió no había querido dedicarse a su profesión, ahora que era libre de aquel trabajo perturbador y bien pago que antes tenía, podría haber sido el momento indicado, pero aún no estaba motivado para enfocarse de lleno. 

Realmente le dolía que su amigo había terminado muerto de manera injusta.

Empezó a trabajar en un almacén que tenía al lado de su casa, los dueños eran muy ancianos y lo conocían desde niño cuando iba a visitar a su abuelo.

No ganaba demasiado pero no necesitaba mucho más, le gustaba estar tranquilo.

Se moría de ganas por ir a ver a su familia y a Brennan pero aún no reunía valor. Temía que aún lo rechazaran.

- - -

Brenan salía de la psicóloga cuando Astrid la llamó por teléfono.

- Sé en donde trabaja Diego amiga, lo vi de casualidad ayer, creo que él no me vió. Aunque no estoy de acuerdo en cómo te trato, sé que lo necesitas ver con para poder avanzar en tu vida porque así no puedes seguir.

Brennan no lo podía creer, se le iluminaron los ojos de alegría de que al fin sabía donde ubicarlo. Estaba totalmente agradecida con su amiga.

- - -

Ya habían pasado tres días desde que se enteró donde trabajaba Diego, como le quedaba al otro lado de la ciudad esperó a tener su día libre en el trabajo para poder intentar verlo con más tiempo.

Se vistió de manera sencilla y casual por si él la veía, entonces emprendió marcha rumbo al almacén.

Pensó en quedarse estacionada con el auto viendo desde una distancia no muy alejada pero estaba demasiado ansiosa entonces tuvo el impulso de entrar a comprar algo como excusa. Necesitaba verlo ya.

No sabía cómo iría a reaccionar él cuando la viera, trataba de no pensar en ese día que él la humilló. Ella sabía que él estaba arrepentido así que nada podría salir mal.

Al entrar se empezó a poner nerviosa y emocionada, tenía que controlar su cuerpo para que no se note.

Un hombre grande muy amable la atendió y ella algo decepcionada se puso a mirar la mercadería, cada tanto miraba para otros lados pero a Diego no lo veía por ningún lado.

Eligió un par de cosas tardando lo que más pudo, como seguía sin poder verlo decidió que ya era hora de pagar e irse. Con frustración buscaba el dinero en su bolsa cuando escuchó su voz por detrás de ella y se quedó petrificada.

Él ya había notado su presencia cuando ella comenzó a hablar desde que había ingresado al local y se había quedado detrás de una góndola observándola un momento. Luego procedió a interrumpir para poder estar con ella a "solas".

- Don Moncho, su esposa lo espera atrás para tomar el té, deje que yo la termino de atender a la señorita. - Diego dijo ésto último viéndola a los ojos de manera dulce a medida que iba posicionándose detrás del mostrador para quedar frente a ella.

Cuando el hombre se fue Brennan no sabía que hacer, por lo tanto le devolvió una leve sonrisa.

Diego se entrontraba muy diferente, de aspecto sencillo y tenía buen semblante, irradiaba serenidad, él le sonreía. Realmente se quedó sorprendida de su actitud, no se esperaba que él la vea con tanta dulzura.

Se miraban mutuamente de manera tierna, los dos se estaban dando cuenta que estaban más enamorados que nunca.

Sentía un cosquilleo en el estómago. Ni siquiera cuando lo conoció había tenido ese fuerte sentimiento que le daba hasta un calambre que recorría su cuerpo casi como un escalofrío.

Una clienta que venía del fondo del comercio a pagar en la caja, hizo que se despabilaran un poco, Brennan aprovechó también a abonar lo suyo.

En ese momento que se fue la señora, ella no sabía si irse también, no le salían las palabras, era como si se hubiera quedado muda por completo. Un momento muy incómodo.

Diego al ver que ella estaba demasiado nerviosa decidió entablar algo de conversación.
Realmente estaba feliz de verla nuevamente. Su mundo de cabeza se estaba queriendo enderezar.

- Salgo a las 20hs de trabajar. ¿Quiéres que nos veamos aquí al lado para hablar tranquilos? ¿O prefieres un lugar público?

- ¿Qué hay aquí al lado?. - pregunta ella de manera curiosa.

- Mi casa. - la mira él en tono divertido.

Brennan tragó saliva, no esperaba esa invitación, por dentro le vibraba todo su cuerpo. Enseguida aceptó sin pensar en nada más. Él la acompañó afuera del lugar. Para de paso mostrarle exactamente cual era su casa.

Se miraron tierno un rato más sin decirse nada, ambos estaban pasando por un sin fin de emociones.

Cuando entró otro cliente a comprar, él la despidió desde donde estaba con una sonrisa sin contacto físico y se metió a la tienda.

Brennan no sabía que hacer hasta esperar la hora acordaba. Estaba muy ansiosa.

No quiso irse a cambiar de ropa porque no quería que él piense que lo estaba intentando seducir como antes, temía arruinar el momento, solo deseaba platicar y saber como se sentía.

Así que se sentó en su auto, se puso los auriculares y comenzó a escuchar música suave de su celular para relajarse, cerró los ojos y se puso a pensar en los bonitos momentos que ellos habían vivido incluyendo el de hacía unos instantes. Su sonrisa la tenía fresca aún en su memoria. Quería que perdurara hasta que sea la hora de su encuentro.

















Vencer lo turbioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora