Cada mañana, el pequeño café en la esquina abría sus puertas al bullicio del infierno, pero dentro, todo era sorprendentemente tranquilo. Moxxie, como de costumbre, había llegado temprano. Era una rutina que había perfeccionado a lo largo del tiempo, desde el momento en que salía de su departamento hasta el instante en que ocupaba su mesa preferida junto a la ventana. Ese día no fue diferente: el aire olía a café recién molido, el sonido de las tazas chocando y los murmullos de las conversaciones llenaban el ambiente con una familiaridad reconfortante.
El café no era un lugar lujoso, ni pretendía serlo. Sus mesas de madera algo gastadas y las sillas de respaldo alto ofrecían un encanto sencillo, sin pretensiones. Para Moxxie, ese rincón era un espacio donde las preocupaciones de su vida diaria podían esperar, al menos por un rato. Tomaba asiento, siempre el mismo, y desde ahí observaba cómo el día comenzaba a desplegarse al otro lado del cristal. Los demonios iban y venían, algunos con prisas, otros con el peso de la eternidad sobre sus hombros, pero dentro del café, el tiempo parecía detenerse.
Pidió lo de siempre: un café negro, sin azúcar. No necesitaba más. El barista, un demonio de semblante tranquilo, asintió con una leve sonrisa, familiarizado con el pedido habitual de Moxxie. Este intercambio rutinario era casi automático, una coreografía repetida a diario que ambos conocían bien. Moxxie observaba el vapor elevarse del café, el amargor familiar que le daba la bienvenida cada mañana. Esa taza, en su simplicidad, era un recordatorio de que había ciertas cosas en su vida que podían permanecer inalteradas, al menos por un momento.
El café estaba tranquilo, con el murmullo constante de conversaciones que no llegaban a perturbar la paz de Moxxie. Mientras esperaba, un sonido diferente captó su atención: el tintineo de la campanilla de la puerta. No era raro escucharla, pero algo en el ambiente cambió al instante. Alzó la vista, esperando ver a un cliente más, pero en su lugar, la vio a ella: Stella Goetia.
Su entrada en el café fue un contraste agudo con el entorno. Llevaba un vestido impecable, tan blanco como la nieve, que parecía brillar bajo las luces tenues del lugar. Su porte altivo y su mirada distante no encajaban del todo con el ambiente relajado del café, pero allí estaba, moviéndose con la misma elegancia y frialdad que la caracterizaban. Para los otros clientes, era solo una figura más, pero para Moxxie, su presencia destacaba como un rayo de luna en la oscuridad.
Stella avanzó hacia el mostrador con la misma indiferencia que mostraba ante todo lo que la rodeaba. Moxxie, cuidando de no ser demasiado evidente, la observó de reojo. Era imposible no notar la tensión que su llegada había traído consigo, aunque no era del tipo que perturbara el lugar. Era más bien una sensación subterránea, como una corriente oculta bajo la superficie tranquila de un lago.
Después de hacer su pedido, Stella tomó su café y se dirigió a una mesa no muy lejos de donde Moxxie estaba sentado. No fue un movimiento premeditado, o al menos no lo parecía. Simplemente, tomó asiento en un lugar que le ofrecía una visión general del café sin invadir el espacio de nadie. Moxxie intentó volver a su café, a su rutina, pero la presencia de Stella era algo que no podía ignorar por completo.
El café entre ambos continuó, cada uno en su propio mundo, aunque compartían el mismo espacio. Moxxie intentó concentrarse en su taza, en el sabor amargo que solía disfrutar. Pero esta vez, había algo diferente, algo que no podía identificar del todo. La presencia de Stella, aunque silenciosa, era una perturbación en su cotidianidad. No había contacto visual, ni un gesto que indicara reconocimiento, pero el hecho de que estuviera allí, tan cerca, alteraba la normalidad de su mañana.
Stella bebía su café con la misma serenidad que exhibía en todo lo que hacía, mientras Moxxie intentaba seguir con su ritual, aunque con menos calma de lo habitual. El café, que siempre había sido una constante, ahora se sentía diferente, como si algo en el equilibrio del lugar hubiera cambiado sutilmente.
Finalmente, Stella se levantó, dejando su taza vacía en la mesa con un movimiento elegante. Mientras pasaba cerca de Moxxie, hizo una breve pausa, lo suficiente para notar su presencia. Sin embargo, no hubo más que eso. Con la misma indiferencia con la que había entrado, salió del café, cerrando la puerta tras de sí, sin mirar atrás.
Moxxie permaneció en su asiento, su mirada fija en la taza medio vacía frente a él. El café recuperó su calma usual, pero para él, algo había cambiado. La rutina, esa constante en su vida, había sido alterada de una manera que no podía explicar del todo.
El bullicio del infierno seguía al otro lado de la ventana, los mismos demonios continuaban con sus idas y venidas. Pero para Moxxie, la mañana ya no era como cualquier otra. Había algo en el aire, una sutil diferencia que no podía ignorar. Sin embargo, decidió no darle más vueltas. Era solo un café más, después de todo, en un día que empezaba como todos los demás. O al menos, así intentaba convencerse a sí mismo mientras tomaba un último sorbo, permitiendo que el sabor amargo le recordará que, por lo menos en ese instante, todavía había algo que no había cambiado.
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Demonios en la Rutina • 「Stella x Moxxie」
FanfictionLa vida cotidiana es frágil y susceptible de cambios, y si un nuevo elemento suficientemente atractivo consigue alterar este equilibrio, los cambios que pueda provocar después son inciertos. Un día en su café habitual, Stella aparece, lo que parece...