La tarde en el café había transcurrido como cualquier otra anterior a esa. Stella había llegado en su carruaje, como de costumbre, esperando disfrutar de otra tarde tranquila en el café. Sin embargo noto algo extraño, vio a Moxxie esperando afuera en una fila, se acercó con curiosidad. Ante la extraña situación, él solo se encogió de hombros, sin una respuesta clara. En vista de su predicamento Stella se formó junto a él. Después de un rato de espera, finalmente entraron al café. Pero algo en el ambiente era diferente.
El sitio, habitualmente tranquilo, estaba atestado. Todas las mesas ocupadas, y el rincón discreto que preferían, fuera de su alcance. La razón: una oferta de dulces, pasteles y otras chucherías mezcladas con drogas, aparentemente recreativas… en el mejor de los casos. Sin embargo, algo en el ambiente sugería que la situación no era tan inocente, lo que había provocado un inesperado auge de clientes.
Los empleados, desbordados, apenas daban abasto. El bullicio constante se fusionaba con el sonido de tazas chocando, y los gritos esporádicos de algunos demonios que se encontraban en medio de su “viaje” añadían una extraña inquietud al lugar. Stella, mientras observaba todo a su alrededor, sintió una incomodidad recorrerla.
—Esto está peor de lo que pensé —comentó Moxxie, ajustándose nerviosamente el corbatín mientras miraba a los ocupantes del café, una mezcla de rostros poco familiares y extraños en el ambiente particular.
Stella no respondió de inmediato, pero su mirada se endureció levemente. Algo en la multitud la inquietaba, o quizá era la falta de espacio personal que tanto apreciaba la que parecía tenerla contra las cuerdas. Finalmente, tomó una decisión.
—Vamos a otro sitio —dijo, sin ofrecer más explicaciones. El tono de su voz, aunque frío, no dejó lugar a dudas. Se dio la vuelta y salió, dejando a Moxxie con una mezcla de sorpresa y resignación mientras la seguía de cerca.
El carruaje aún los esperaba afuera. Su cochero, un imponente sabueso infernal de gran estatura, lucía un pelaje negro azabache que contrastaba con el impecable traje azul oscuro que llevaba puesto. El conjunto, cuidadosamente elegido, armonizaba con la elegante gabardina que vestía, otorgando una apariencia que no dejaba espacio para la informalidad en su figura. Su semblante severo y frío era tan imperturbable como impasible, reflejando una profesionalidad rígida, acorde al porte y estatus de su señora.
Moxxie observó cómo el chófer abría la puerta del carruaje para Stella, acompañando el gesto con una sutil reverencia. Ella apoyó su tacón en el estribo, deteniéndose por un instante antes de entrar. Con una media sonrisa, le hizo un gesto con la cabeza, invitándolo a acompañarla. Aunque dudoso, Moxxie subió tras ella, lanzando una rápida mirada al imponente sabueso infernal que seguía inclinado reteniendo la puerta.
Aunque no lo expresó, una parte de él se preguntaba si, además de cochero, también funcionaba como guardaespaldas dadas sus cualidades. Sin embargo, decidió no hacer preguntas. La creciente curiosidad sobre el porqué de abandonar el café y dirigirse a otro lugar comenzó a gestarse en su mente, pero en vez de decir algo al respecto, prefirió quedarse en silencio, observando a través de la ventana del carruaje que ya se ponía en marcha.
El trayecto, aunque relativamente corto, se sintió más largo debido al sinuoso silencio que se instaló entre ambos. Moxxie, sentado rígidamente con las manos sobre las rodillas, desviaba la mirada hacia Stella de vez en cuando. Sus facciones, inmutables y serenas, recordaban una escultura tallada en mármol blanco, como si cada detalle hubiera sido cincelado para atrapar en su superficie una quietud eterna. Había en ella algo etéreo, casi inalcanzable, un aire de introspección que parecía alejarla de todo cuanto la rodeaba, y Moxxie, en su propia incertidumbre, dudó en romper ese silencio casi sagrado.
ESTÁS LEYENDO
Demonios en la Rutina • 「Stella x Moxxie」
FanfictionLa vida cotidiana es frágil y susceptible de cambios, y si un nuevo elemento suficientemente atractivo consigue alterar este equilibrio, los cambios que pueda provocar después son inciertos. Un día en su café habitual, Stella aparece, lo que parece...