Capítulo 6: Café y Confesiones.

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El murmullo tenue del café creaba un ambiente casi íntimo, como un refugio del ruido exterior. Moxxie notaba el calor agradable de la taza entre sus manos, mientras la fragancia del café se mezclaba con el aroma ligeramente dulzón de algún pastel recién horneado en el fondo. Frente a él, Stella miraba por la ventana con una expresión impenetrable, como si estuviera distante, aunque su presencia seguía siendo innegablemente.

El aire parecía cargado de una expectativa silenciosa, como si ambos estuvieran aguardando a que algo, se manifestara entre ellos. Moxxie, consciente de la tensión que parecía flotar en el espacio entre los dos, decidió romper el silencio.

—Aún no sé tu nombre —dijo con una sonrisa tentativa, intentando romper el hielo con una familiaridad que, en el fondo, deseaba fuera mutua.

Stella giró la cabeza hacia él lentamente, sus ojos magenta, reflejando un brillo calculador, como si estuviera evaluando la intención detrás de sus palabras. Hubo una pausa, lo suficientemente larga como para que Moxxie comenzara a cuestionar si había cometido un error.

—¿Realmente importa? —respondió ella, su tono fue suave pero cortante—. Dado que aún no te has presentado, ¿por qué debo hacerlo yo si tú eres el que pregunto primero?

Moxxie alzó una ceja, más intrigado que antes, reglas de etiqueta supuso, pensar en ello le dejo una ligera incomodidad por la forma en como procedió. Sabía que estaba lidiando con alguien cuya complejidad iba mucho más allá de lo que se mostraba en la superficie. Sin embargo, no se dejó intimidar; algo en esta mujer, en su aparente inexpresividad y su control casi absoluto sobre sus emociones, le resultaba fascinante, aunque no podía precisar por qué.

—Tienes razón, olvidé presentarme. Soy Moxxie —dijo, su tono manteniendo una cortesía medida —. Es un placer, Lady…

Dejó la frase en el aire, invitándola a completarla. Stella lo observó por un instante, sopesando sus palabras antes de soltar un leve suspiro y enderezarse en su asiento.

—Stella. El placer es mío, Moxxie. —respondió, su voz desprovista de cualquier emoción intensa, pero con una pequeña sonrisa que no alcanzaba sus ojos. Como si esta presentación fuera un simple formalismo que ya no tenía la misma importancia que antes. Se miraron por un momento más, permitiendo que el silencio volviera a llenar el espacio entre ellos.

La pausa se extendió, pero no fue incómoda, sino más bien una oportunidad para ambos de reflexionar sobre sus próximas palabras, como en un juego de ajedrez donde cada movimiento debía ser meditado con cuidado.

Finalmente, Stella retomó la conversación, su voz siendo apenas un susurro.

—Puedes no ser la persona idónea, el lugar o el momento, pero hay momentos en que uno se pregunta si las decisiones que tomamos son realmente nuestras… o si son simplemente una respuesta a lo que otros esperan de nosotros. —confesó, como si estuviera revelando un secreto que solo el café era digno de escuchar.

Moxxie levantó la vista, sorprendido por lo inesperado de sus palabras. Esta no era la Stella que había imaginado: fría, reservada. Esta Stella parecía introspectiva, casi frágil. Se tomó un momento antes de responder, eligiendo cuidadosamente sus palabras.

—Supongo en mí a ver qué es difícil saberlo a veces, es fácil perderse en las expectativas de los demás, olvidar lo que uno realmente quiere. Los sueños, los anhelos, todo eso se pierde en cierta forma, pero no la esencia de esas ideas —dijo, su voz igual de baja.

Ella esbozó una sonrisa leve, apenas perceptible, como si las palabras de Moxxie hubieran tocado algo profundo dentro de ella. Sus dedos tamborilearon contra el borde de la taza, un gesto que revelaba un nerviosismo latente.

—¿Y si lo que uno quiere… no encaja con lo que se supone que debe desear? —Stella levantó la vista, sus ojos encontrándose directamente con los de Moxxie por primera vez desde que comenzó la conversación.

La pregunta quedó suspendida en el aire entre ellos. Moxxie sintió un nudo formarse en su estómago. Entendía la necesidad de sus palabras, la tensión subliminal que sugerían. Sin embargo, también comprendía que no era el momento de presionar, de exigir respuestas o clarificaciones. Había algo en esa conversación que necesitaba ser tratado con la misma cautela con la que uno maneja algo frágil.

—Tal vez es cuestión de encontrar un equilibrio, entre lo que se espera y lo que realmente necesitamos. —respondió finalmente, con un tono que reflejaba tanto comprensión como cautela.

Stella mantuvo su mirada fija en él por un momento más antes de asentir ligeramente, como si estuviera considerando su respuesta. Luego, volvió a su taza, pero esta vez su gesto fue más relajado, menos tenso.

El silencio regresó, pero esta vez no era incómodo. Había una nueva capa de entendimiento entre ellos, un reconocimiento de que ambos estaban lidiando con conflictos internos que no podían ser resueltos en una sola conversación. Era un primer paso, un pequeño avance en una situación que, por más indefinida que fuera, estaba evolucionando lentamente.

La camarera se acercó, interrumpiendo el momento con un intento de sonrisa profesional mientras retiraba los platos vacíos y ofrecía el menú de postres. Moxxie y Stella intercambiaron una mirada, y por un segundo, ¿hubo algo parecido a una conexión, una chispa de algo más allá de las palabras compartidas? Ni cómo saberlo.

—¿Algo más para ustedes? —preguntó la camarera, con su pluma lista para anotar.
Stella tomó el menú, pero no lo abrió de inmediato. En cambio, lo dejó sobre la mesa y miró a Moxxie.

—¿Te apetece algo dulce? —preguntó, su tono neutro, pero con un destello de curiosidad en sus ojos.

Moxxie se permitió una pequeña sonrisa, un gesto que, por primera vez en mucho tiempo, no estaba cargado de dudas o inseguridades. Era solo un momento, sencillo, sin complicaciones.

—¿Podría probar algo diferente esta vez, chocolate?—sugirió con un tono cálido.

Stella solo correspondió con la misma sonrisa.

Demonios en la Rutina • 「Stella x Moxxie」Donde viven las historias. Descúbrelo ahora