Capítulo 9: Espejo Roto.

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La propiedad de Stella estaba sumida en una calma inquietante. Las paredes, decoradas con motivos que reflejaban la opulencia de su linaje. Las fiestas, risas y miradas curiosas, parecían un recuerdo distante, más vacío de lo habitual, como si los atisbos de un pasado ahora roto se filtrasen a través de cada grieta y rincón. El divorcio con Stolas había dejado secuelas y rumores dudosos, que parecían haber dejado un silencio cargado de significado que resonaba en el alma del lugar.

Stella, en su estudio, sentada en su escritorio de madera oscura, con una pluma de tinta en la mano, revisaba documentos que requerían su atención. La rutina de la corte continuaba exigiendo su tiempo y energía: informes que delineaban las intrigas políticas del Anillo, cartas de nobles que buscaban alianzas o favores, decisiones que podían alterar el destino de muchos, así como sus intereses. Todo formaba parte de su rutina, una rutina que ahora le resultaba más vacía de lo que estaba dispuesta a admitir. Sin embargo, esos escapes al café y los encuentros con Moxxie seguían regresando a su mente, una nota discordante en el esquema de su mente que no lograba calmar.

Sus ojos, cansados, pero cautos, recorrían cada línea de los documentos, buscando en ellos algo que no encontraba. Una respuesta, tal vez, a la inquietud que la embargaba. Y esta era una búsqueda infructuosa, lo sabía. A pesar de todo su control y disciplina, Stella no podía negar que algo en su interior había sido alterado. La máscara que llevaba tan bien se sentía más pesada, menos natural.

Sabiendo el tipo de bruma que la asolaba, desvió la mirada hacia un rincón de la habitación, donde un espejo de cuerpo entero descansaba contra la pared. Era un objeto precioso, antiguo, heredado de generaciones pasadas. Sin embargo, una gran fisura atravesaba su superficie, dividiendo la imagen reflejada en múltiples fragmentos. Era un objeto que nunca había hecho reparar; el mismo había sido testigo de una explosión de ira que, aunque breve, había dejado una marca indeleble en su vida y en la esencia misma del objeto. 

Para Stella, ese espejo roto representaba algo más que un simple accidente; era un reflejo de su estado actual,  puede incluso de mucho antes: era una mezcla de orgullo y dolor que prefería no remendar, pues hacerlo significaría confrontar eso que lo rompió.

Stella detuvo en seco sus actividades un momento, apoyando la pluma en el tintero. 

Un suspiro escapó de su pico, suave, pero emanando de un cansancio que iba más allá de lo físico. Se recostó en el respaldo de la silla, cerrando los ojos y permitiéndose un breve respiro. ¿Qué estaba haciendo? Se preguntaba a sí misma. Este juego, esta “conveniencia”, como lo había llamado, ¿qué significaba realmente para ella? Era pragmática, siempre lo había sido. 

Sabía separar sus deseos de sus necesidades, sus emociones, y sus decisiones. Pero con ese diablillo, algo no encajaba en ese esquema. Había algo en él que la desconcertaba, que la hacía sentir… diferente. Y esa sensación era una amenaza, no solo para ella, sino para todo lo que había construido.

El sonido de unos pasos en el pasillo la sacó de su ensimismamiento. Rápidamente, volvió a enfocarse en los documentos, pero la tranquilidad que intentaba proyectar se veía alterada por la sensación de que ese espejo, y lo que representaba, permanecía observándola desde su rincón, como un testigo constante, e implacable.

La puerta se abrió suavemente, y una figura familiar entró.

—Octavia —Stella levantó la mirada, intentando suavizar su tono—. ¿Pasa algo, querida?

Octavia, con su usual semblante melancólico que la caracterizaba, se quedó en el umbral de la puerta. Había crecido mucho desde la última vez que a Stella se había permitido observarla detenidamente, no físicamente, sino esa nueva madurez que le resultaba tanto reconfortante como inquietante. Había algo en los ojos de su hija que reflejaba una preocupación que Stella no estaba segura de cómo abordar.

Demonios en la Rutina • 「Stella x Moxxie」Donde viven las historias. Descúbrelo ahora