"𝑩𝒆𝒂𝒖𝒕𝒊𝒇𝒖𝒍 𝑩𝒐𝒚" 𝑴𝒂𝒛𝒆 𝑹𝒖𝒏𝒏𝒆𝒓 (𝐶𝑜𝑟𝑟𝑒𝑟 𝑜 𝑚𝑜𝑟𝑖𝑟)

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Todo parecía... diferente. Podía verme fuera de mi cuerpo, como un sueño.

Yo estaba en un lugar diferente, parecía un laboratorio, lleno de pantallas, y tecnología intelitente por donde sea que mirara.

Mi corazón latía en mi pecho rápidamente, estaba alarmada, preocupada, sudada, y no sabía porqué.

Caminaba a paso veloz, en mi pantalón y camisa corta gris, mirando cada diez segundos hacia atrás, por el gran pasillo sintiendo que pronto vendría a mí.

Una alarma comenzó a sonar en los pasillos, junto con luces rojas que parpadeaban, pero no me detuve, hasta llegar a esa puerta de metal duro, donde escaneé el carnet de acceso que robé de no sé dónde.

– No puedes seguir corriendo, Alexandra- aquella voz desconocida retumbaba en mis oídos, provocandome escalofríos.

Abrí la puerta, y entré a ese cuarto donde predominaban las luces blancas tenues y azules.

Ahí estaba él, dentro del agua azul, salían burbujas de su boca y nariz. Lo sabía, todo el tiempo lo sabía.

"C.R.U.E.L NO ES BUENO"

Me tapé la boca para ahogar mi grito, y sin pensar las lágrimas comenzaban a salir, toqué el cristal como si pudiera acariciar su piel.

Estaban analizando y experimentando con todos, en pruebas difíciles donde los tenían sumergidos en el agua.

– Voy a sacarte de aquí, ¿sí?, lo prometo- hasta mi propia voz sonaba como un eco lejano, como si no saliera de mi boca.

Lloré desesperada, viéndolo intentar gritar mientras su cabello rubio flotaba.

– Shh, shhh, te sacaré de aquí, a todos...- traté de calmarlo y al terminar mi frase continúe mi vista por el casi oscuro pasillo, viendo al resto de personas ahí sintiendo como el terror invadía mi cuerpo.

Sabía que los conocía, que eran cercanos a mí, que debía salvarlos.

Tomé una silla y comencé a golpear el cristal, una y otra vez mientras la alarma ensordecía mis propios gritos.

– ¡No, no, no! ¡Voy a sacarlos!-

Mi nombre sonaba en una voz dulce, que no era mía, era de una mujer, muy a lo lejos, mientras yo solo había podido hacer una ligera grieta en el cristal.

– Tú no puedes hacer nada, Alexandra- dijo alguien a mis espaldas.

Me giré furiosa, y la vi, con su traje blanco y su pelo rubio con una estúpida expresión de tranquilidad en el rostro.

– ¡Déjalos en paz!- le grité – ¡Están sufriendo!- apunté hacia todas las personas envueltas en esos experimentos.

– Alexandra...- me llamó y sabía que debía huir de ella, escaparme de ahí, pero parecía que mis pies estaban pegados en el suelo mientras negaba una y otra vez con la cabeza.