Capítulo IX

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En el presente

Tres veces tomó el celular entre sus manos y tres veces lo volvió a dejar en la mesita de noche.

¿En qué estaba pensando? No podía molestarlo a esas horas, mucho menos después de haber salido huyendo de su casa como alma que lleva el diablo. Y seguramente él ya se habría dormido o estaría a punto de hacerlo.

Sin poder evitarlo, se preguntó cómo sería verlo dormir en esa misma cama donde hasta hacía muy poco había estado con ella. Tuvo que sacudir la cabeza para volver a la realidad, pero tampoco era de mucha ayuda.

Estaba inquieta, alterada y asustada. Tenía demasiadas emociones y pensamientos con los que no estaba preparada para lidiar en ese momento. Ni siquiera se sentía capaz de expresarse en su diario, porque no sabría ni por dónde empezar.

Durante las últimas semanas, había tenido una pequeña burbuja de paz.
Don Armando había sido el primero en irse de viaje.

Lo anunció un día después de haber tenido una fuerte discusión con ella en la puerta de un restaurante en el que había estado cenando con Nicolás. El solo pensar en esa escena le ponía la piel de gallina y le causaba náuseas del puro nerviosismo.

El hombre se había aparecido por allí en el mismo instante en que Nicolás se había levantado para ir al baño y prácticamente la había forzado a salir a la calle para hablar con él.

Le reclamaba que ahora fuera "tan amiga" del doctor Valencia y la acusaba de hacerlo a propósito, para volverlo loco. Le pidió casi a gritos que dejara de torturarlo y le repitió que la amaba, que todo había sido un terrible error, que ella era su mujer.

Se detuvo solo cuando empezó a sonar su teléfono porque lo estaba llamando doña Marcela.

Antes de que le diera tiempo a contestar, Betty logró zafarse de su agarre y lo amenazó con dejar la presidencia de Ecomoda si no la dejaba en paz.
Al día siguiente, la esperaba con una patética disculpa y un billete a Venezuela como prueba de su buena voluntad.

Ella se alegró de saber que no tendría que volver a verlo al menos por un mes, pero celebró incluso más unos días después, cuando supo que Mario Calderón también se iba.

La última había sido doña Marcela, un par de semanas antes. Se había ido a supervisar las bodegas de Palm Beach, pero Betty sabía que en realidad estaba tratando de evitarla a ella.

Y lo agradecía.

Con esos tres fuera del panorama, las horas de Betty en Ecomoda habían sido casi hasta agradables.

Compartía almuerzos con sus amigas del cuartel, se reía por los pasillos con Nicolás y también disfrutaba de las reuniones con él.

Sí. Disfrutaba.

Podía intentar engañarse a sí misma diciéndose que lo de esa noche había sido un impulso, pero sabía que no era verdad.

La tensión sexual entre ellos se había ido creando de a poco y sutilmente, pero ahora se daba cuenta de que llevaba tiempo ahí.

Si hasta la propia Catalina Ángel se lo había dicho una vez, cuando le preguntó cómo le estaba yendo al trabajar con Daniel.

Betty le había contado la verdad. Que ella no olvidaba las humillaciones por las que la había hecho pasar, pero que después de la tregua se trataban con respeto. Además, su presencia no solo era útil con los números, también ayudaba a calmar a doña Marcela y a mantener a raya a don Armando.

"El doctor Valencia dice que no se acerca a presidencia cuando está él porque tiene miedo de que lo muerda y lo convierta en vampiro", le había contado con una risita ahogada.

En el reflejo de sus ojos Donde viven las historias. Descúbrelo ahora