- ¿Qué se le ofrece, doctor? - Su voz salió más aguda de lo que hubiera querido, delatando su nerviosismo.- No sabía que no era él único que corría peligro físico por su culpa - señaló Daniel, con un tono que no llegó a identificar -. ¿Así trata a sus novios Beatriz?
- Así trato a Nicolás - puntualizó ella, sin saber muy bien por qué necesitaba que sus siguientes palabras sonaran lo más sinceras posible -. Y como ya le dije una vez, solo somos muy buenos amigos.
- Eso veo - él avanzó un par de pasos hasta quedar frente a frente, tan cerca que podría haberlo besado si se hubiera puesto de puntillas.
Betty tenía calor en las mejillas y en el cuello. La electricidad que emitían sus cuerpos era casi perceptible, como si tuvieran voluntad propia y quisieran volver a tocarse, sin importar lo que sus dueños pudieran pensar al respecto.
- ¿De qué quería hablarme? - preguntó por fin, consciente de que aquel no era ni el momento ni el lugar para pensar en lo mucho que había disfrutado de esos labios.
Daniel la observaba con detenimiento, dedicándole a su boca un segundo más de lo necesario. Ahora sabía de lo que eran capaces y no tenía dudas de que si se hubiera acercado para morderle el cuello ella se lo habría ofrecido sin contemplaciones. Eso era peligroso.
Se tuvo que recordar que no estaba allí para fantasear con la posibilidad de volver a llevársela a la cama, pero no era tan sencillo.
- Veo que no ha dormido bien - señaló. A veces, muy pocas veces y solo cuando estaba algo nervioso, enumerar cosas obvias lo ayudaba a volver a centrarse. Era algo que casi nadie sabía sobre él -. Tiene mala cara.
Quizás su tono no había sido el correcto, porque ella dio un paso atrás y se acomodó las gafas, dándose un momento para recobrar la compostura.
- ¿Vino media hora antes solo para recordarme que no le gusta mi aspecto?
- No. Su aspecto me gusta. Creo que fui bastante claro en ese punto. Vine porque quiero entender qué pasó anoche.
Ella dio otro paso atrás. Una media sonrisa impostada y nerviosa indicaba que no le estaba gustando el giro que había dado la conversación.
- ¿A qué se refiere?
- Quiero saber qué pasó en ese cóctel, Beatriz. Qué pasó entre usted y Mario Calderón.
Le empezaron a temblar las piernas.
Eso no.
Deseó con todas sus fuerzas que le hablara de cualquier otra cosa menos eso, pero él esperaba en silencio su respuesta.
- Eso forma parte de mi vida privada - fue lo único que se le ocurrió decir, mientras se abrazaba a sí misma buscando algo de confort.
- Me parece que su vida privada y la mía se mezclaron anoche - él la miraba con intensidad, como si estuviera haciendo un esfuerzo por no acercarse un poco más -. Al menos explíqueme por qué se fue de mi apartamento como si se hubiera dado cuenta de que estaba en la cueva de un monstruo.
De pronto sentía como si hubiera menos aire en la oficina, como si su próxima respiración no fuera a ser suficiente para llenarle los pulmones.
Tendría que haberlo sabido. Daniel Valencia no iba a fingir que no había pasado nada, no iba a intentar justificar lo que habían hecho ni tampoco le reclamaría nada. Pero esperaba la misma honestidad que él le había ofrecido y ella no se la podía dar.
- No puede pretender que ignore el hecho de que prácticamente salió corriendo - insistió -. Evidentemente no somos amigos, pero hemos cultivado cierta... complicidad.
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En el reflejo de sus ojos
Hayran KurguBeatriz Pinzón y Daniel Valencia son enemigos naturales. Por principio y por su historia, se detestan. Pero cuanto más tiempo pasan juntos, más difícil se vuelve el recordarlo.